RENACIMIENTO AVANT LA LETTRE

Luz, color y emoción para los murales góticos de Pedralbes

Tras trece años de trabajo finaliza la restauración de las escenas que Ferrer Bassa pintó en la capella de Sant Miquel

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Natàlia Farré

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Después de 13 años de restauración, la capilla de Sant Miquel del Monestir de Pedralbes ha recuperado todo su esplendor: la luz, el color y la emoción. Elementos que en gran medida se encontraban escondidos bajo una capa de repintes y materiales usados en las diversas intervenciones realizadas en sus casi siete siglos de existencia. Hay que puntualizar, no el esplendor que es innegable, sino los años invertidos en su recuperación. Ha sido más de una década pero una gran parte de ella se ha dedicado al estudio y otra, a la recogida de fondos. Los 425.000 euros de presupuesto han salido de un programa de micromecenazgo a través de la plataforma Verkami y del ayuntamiento a través de la tasa turística.

Con los euros invertidos y los trabajos acabados, lo que el público verá a partir de ahora es casi, casi, lo mismo que veía la abadesa Francesca Saportella, sobrina de Elisenda de Montcada y la que encargó a Ferrer Bassa, pintor del rey y de la corte, la decoración de su capilla particular. Un espacio dedicado a los Gozos de la Virgen y la Pasión de Cristo pensado para la meditación. Hay que imaginarse la capilla como la veía la abadesa para entender su fuerza: a oscuras, iluminada por velas que aumentaban el brillo del estaño y plata (con barniz amarillo para simular oro) que llevan los personajes en los ribetes de los vestidos y los santos en sus aureolas, y el intenso azul que da el pigmento de la azurita ahora recuperado. "No solo la temática propiciaba la oración, también ayudaban la decoración, los colores y el brillo", apunta Lídia Font, la restauradoraque ha dirigido a las más de 70 personas que han participado en el proyecto.

La sombra de un cordero

Los brillos no se han restablecido porque el paso del tiempo los ha oxidado: “El envejecimiento no tiene no vuelta atrás”, justifica Font, pero sí han salido a la luz la luminosidad de la azurita, el marmoleado de la parte superior e inferior y elementos tan curiosos como la sombra de un cordero. Algo que ahora parece natural pero que en el 1346 era extraordinario. Pero es que estas pinturas lo son. Son la joya del gótico catalán. Y son un elemento crucial del paso del gótico al renacimiento. Y un trocito de Italia en Barecelona. Veamos, cuando se decora la capilla por estos lares las figuras aún se presentaban hieráticas y los fondos planos; pero en Italia Gioto introducía innovaciones como los sentimientos y emociones de los personajes, la perspectiva y escenarios tridimensionales que acompañan a los personajes. Elementos todos que pueden encontrarse en la capilla de Sant Miquel. De ahí su importancia y la duda de su autoría.

Los contratos, uno de 1343 y otro de  1346, firmados por la abadesa son con el taller de Ferrer Bassa pero de alguna manera intervino una mano italiana o una mano que había pasado por Italia.