Caius Coelius hizo las murallas, torres y puertas de Barcino

El arqueólogo Alessandro Ravotto deshace un equívoco secular y sitúa en la muralla fundacional una inscripción que se creía que provenía de Montjuïc

Lápida de Caius Coelius, procedente de la muralla romana de Barcelona y depositada en el Museu d'Arqueologia de Catalunya.

Lápida de Caius Coelius, procedente de la muralla romana de Barcelona y depositada en el Museu d'Arqueologia de Catalunya. / MUSEU D'ARQUEOLOGIA DE CATALUNYA

ERNEST ALÓS / BARCELONA

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Una lápida de tres líneas y media ha confundido durante más de un siglo a arqueólogos e historiadores, hasta el punto de haberles hecho especular con una pre-Barcino republicana, construida en Montjuïc dos siglos antes que la ciudad imperial. La tesis doctoral de Alessandro Ravotto sobre las murallas de Barcelona también soluciona este enigma, con una propuesta que fundamenta documentalmente: la lápida, expuesta en el Museu d’Arqueologia de Catalunya y que reza “Caius Coelius, hijo de Atisius, duunviro quinquenal, se ocupó de la construcción de muros, puertas y torres”, formaría parte de la muralla fundacional, y habría presidido probablemente la puerta suroeste de la ciudad, la que se abriría cerca de la actual calle del Call. Así, el duunviro Caius Coelius sería el primer barcelonés de nombre conocido, y su primer ‘concejal de urbanismo’ o, por su cargo, más bien de hacienda. Algo que hace que quizá la pequeña calle de Cai Celi que se le dedicó en Hostafranchs sea un reconocimiento algo tacaño.

{"zeta-legacy-despiece-vertical":{"title":"La huella de la Legio IIII Macedonica","text":"Caius Coelius dej\u00f3 su nombre en la muralla. Pero, al igual que esa vieja pregunta (\u00bfqui\u00e9n hizo las pir\u00e1mides? Los esclaavos, no los faraones), otros fueron las que la construyeron. Un grabado apenas visible en la puerta d,e la plaza Nova (una L, cuatro numerales m\u00e1s un posible 'vexillum', el\u00a0estandarte legionario) es un testigo m\u00e1s del origen castrense de la primera muralla. Ser\u00eda la huella de la Legi\u00f3n Cuarta: es coherente que sus legionarios tallasen esos sillares. Tras pacificar el norte de Hispania para Augusto, tambi\u00e9n dejaron su firma en la construcci\u00f3n del\u00a0puente de Martorell y en Caesaraugusta."}}

UN SIGLO DESPISTADOS

Vayamos por partes. En 1903, Pelegrí Casades informaba por carta que días antes se había encontrado la lápida cerca del cementerio. Una información que, ha demostrado Ravotto, parece ser falsa, y fuente del equívoco que ha durado un siglo. Inicialmente la inscripción se interpretó como de época republicana, cosa que junto con la ubicación llevó a plantear que el poblado ibérico de Montjuïc, presidiendo el primitivo puerto comercial situado en la zona del Port, habría sido fortificado por Roma, con esos muros, puertas y torres de los que sería testimonio la lápida, tras el inicio de la colonización en el siglo II antes de Cristo. Esa Barcelona romana primigenia de Montjuïc habría sido abandonada en época de Augusto para fundar desde cero Barcino al otro lado de la montaña. Sin embargo, el hecho de no encontrar el más mínimo rastro de esta ciudad llevó con los años a una segunda hipótesis: la lápida se habría tallado en una cantera de Montjuïc para la Barcino que conocemos, pero no habría llegado a salir del taller y allí se habría quedado.

LA CALLE AVINYÓ, NO MONTJUÏC

Sin embargo, todo se debe a un error documental. Ravotto ha localizado en el inventario de los Museos Artísticos Municipales de 1902 la ficha en la que consta que el abogado, director del 'El Diluvio' y promotor inmobiliario Josep Laribal dona esa pieza, que había encontrado en un derribo de la calle Avinyó. Laribal, propietario de una finca de recreo en los actuales jardines de Laribal de Montjuïc podría haber trasladado allí el hallazgo como decoración antes de donarla, cosa que quizá explique que se clasificase erróneamente junto con otros hallazgos de la montaña. Vamos, que a no ser por el peso de la piedra arenisca de Montjuïc podríamos decir que se traspapeló.

Precisamente en el año 1902, recuerda Ravotto, Laribal había construido un edificio en el número 11 de la calle Avinyó, situado a 80 metros de la puerta de la ciudad orientada a Tarraco. Un lugar plausible y un desplazamiento razonable para una pieza reutilizada de la muralla en una construcción posterior. Situar la lápida en una de las puertas de la muralla de Augusto plantea otra cuestión, dice Ravotto. Quizá las torres de la inscripción se refieren a los bastiones laterales de las puertas. O quizá la primera muralla disponía de alguna torre más, no hallada aún, algo que sería coherente con las características castrenses del recinto que ha identificado en su tesis el investigador italiano.