CRÓNICA

Bryan Adams, un servicio público

El rockero canadiense convirtió la presentación de 'Get up' en el Palau Sant Jordi en un concienzudo 'grandes éxitos' asentado en los clásicos de los años 80 y 90

Actuación de Bryan Adams en el Palau Sant Jordi.

Actuación de Bryan Adams en el Palau Sant Jordi. / FERRAN SENDRA

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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La evolución del rock de gran formato hacia el ‘revival’ permanente parece imparable, y el paso de Bryan Adams, el sábado por el Palau Sant Jordi, fue otra muestra ilustrativa. El concierto con el que venía a presentarnos ‘Get up’, su primer disco con canciones nuevas en siete años, publicado el pasado octubre, se saldó con solo cuatro piezas de ese trabajo frente a las siete del clásico ‘Reckless’ (1984). Así es el ‘arena rock’ del siglo XXI: melancólico y complaciente, aunque no se le pueda negar la eficacia ejecutiva.

Todo en el concierto estuvo más encaminado a agradar a las 8.000 personas que llenaron el medio Sant Jordi disponible (sala en formato reducido) que a alimentar un ego alejado del plano terrenal. La tensión no se concentró en un culto a la personalidad, sino en el diálogo que, a través de canciones portadoras de memoria emotiva, el canadiense estableció con el público. En esa corriente estuvo el nervio de la noche. Haciendo, en fin, lo que había que hacer, como si de un servicio público se tratara: ‘Do what ya gotta do’, indicó en la primera canción.

Tras esta cita a ‘Get up’, tres ‘oldies’ de un tirón: ‘Can’t stop this thing we started’, ‘She’s only happy when she’s dancin’’ y ‘Run to you’. Esta última, con más textura guitarrera y menos teclado que en los 80, una tendencia apreciable en otras repescas. Adams rascaba furiosamente una hermosa Gibson ES-175, modelo clásico que, sumada a su traje, le daba un aire de caballero del sur a lo Roy Orbison. Otro injerto de material nuevo con ‘Go down rockin’’ y, acto seguido, un viaje a ‘Reckless’ a partir de la balada ‘Heaven’, con su primera estrofa cantada por el público, ‘Kids wanna rock’ e ‘It’s only love’, rumbo a ‘Summer of 69’. Escenas de glorificación de la guitarra, con el refuerzo (y los solos) del fiel Keith Scott.

BUSCANDO UNA “’DANCER’ CALIENTE”

No hay en la trayectoria de Adams etapas muy delimitadas, periodos azules o rosas, ni trilogías berlinesas, sino un discurso rockero diáfano, más bien lineal, con sensibles modulaciones, que, en directo, facilita la alternancia de material. Los cambios de ambiente vinieron de la mano de las baladas: versión acústica de ‘Baby when you’re gone’ (aquel dúo con la ‘spice girl’ Mel C) y el subidón de azúcar de ‘Everything I do (I do it for you)’. Y de las ocurrencias para quitar rigidez al guión: Adams pidió una “’dancer’ muy caliente”, una “wild woman”, dijo mezclando inglés y castellano, para ambientar la desenfadada ‘If ya wanna be bad ya gotta be good’, petición a la que respondió la fan Cristina, que deleitó al realizador de vídeo con un amplio repertorio de gestos libidinosos y golpes de cadera.

Los 80 fueron años de sistematización del lenguaje rockero, y Adams fue uno de los que con mayor empeño e inspiración convirtió en éxito canciones que incluía palabras como ‘heat’, ‘fire’, ‘heart’ y ‘night’. Muchas de ellas sonaron en el Sant Jordi en un atracón de ‘hits’ (no faltaron ‘Somebody’, ‘Cuts like a knife’ y ’18 til I die’) que, en su tramo final, tras un pasaje recogido, con guitarra española (‘Have you ever really loved a woman?’) y el rock’n’roll ‘vintage’ de Eddie Cochran (‘C’mon everybody’), tendió hacia un lánguido fundido: tomas acústicas de ‘She knows me’, ‘Straight from the heart’ y un ‘All for love’, la de ‘Los tres mosqueteros’, con la sala convertida en un firmamento de puntos de luz suministrados por móviles inteligentes. Todos para uno y uno para todos.

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