Regreso de la voz de 'Crazy in love'

Beyoncé funde feminismo y erotismo en el Sant Jordi

La cantante impactó a sus fans con un estilo más agresivo y electrónico

JORDI BIANCIOTTO / Barcelona

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La suma de tejidos electrónicos puestos al día y voluptuosidad femenina y feminista le ha sentado bien a Beyoncé, ya no solo en términos artísticos (su nuevo disco, homónimo, ha recibido las críticas más favorables de su carrera en solitario) sino también de convocatoria. En ninguna de sus anteriores tres visitas (la primera, con Destiny's Child) había logrado llenar el Palau Sant Jordi, hito que sí consumó anoche, y con semanas de antelación. Momento de tirón para la tejana, que mostró una versión renovada de su propuesta musical bañada en un discurso de igualdad de géneros no exento de escenas con voltaje erótico.

Una Beyoncé igual de diva que siempre, aunque un poco más cercana, urbana, apta para un slang musical cosido con r'n'b electrónico. Si en otras ocasiones volaba sobre su público como si pisoteara graciosamente sus cabezas, anoche participó de coreografías callejeras, aunque su entrada en escena, anunciada por una tropa de pajes circunspectos y envuelta en llamaradas, dispuso de la conveniente pompa.

Flanqueada luego por una banda integrada por mujeres, impuso desde el primer momento el tempo frenético con Run the world, solo matizado, en el primer bloque de canciones, por ese Flawless con la voz enlatada de la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, una advertencia sobre la base ideológica del espectáculo. El parlamento criticaba que las mujeres han sido educadas para el matrimonio y para competir entre ellas, y culminaba con una definición. «Feminista; persona que cree en la igualdad de sexos en el plano social, político y económico».

SEÑORA CARTER / No hubo grandes parrafadas de la cantante celebrando su amor a la ciudad; solo un escueto y sigiloso «Barcelona, Spain, welcome to the 'Mrs. Carter show'» que inflamó las gradas. Que Beyoncé adopte el apellido Carter, tras su enlace con el rapero Shawn Carter, el popular Jay-Z, es un detalle que desvela horizontes insospechados para la redefinición del feminismo en el siglo XXI.

La tensión rítmica creció con el rescate de un par de hitos de su primer disco, Baby boy y Naughty girl, mientras vídeo y cuerpo de bailarines subían la temperatura. Imágenes en blanco y negro herederas de Madonna etapa Erotica y un fragmento de Love to love you baby, de Donna Summer, la canción que revolucionó, por la vía del gemido, la disco music de los 70. Beyoncé, alternando shorts, bodies dorados y vestidos largos sobre un manto de niebla carbónica. Y montándose en una especie de potro para contornearse libidinosamente como Kylie Minogue en aquel anuncio de lencería.

Drunk in love y Why don't you love me encauzaron el show hacia un receso con Irreplaceable, y Crazy in love anunció una escalada con su salvas de metales y su expansiva textura neosoul, relevada por otra carta fiable, un Single ladies con arreglo swing. Antes del asalto final, un remanso de paz espiritual de  I will always love you, de Dolly Parton, con Whitney Houston en el recuerdo, camino de XO y Halo. Y la sensación de que Beyoncé ha sabido mezclar ingredientes con habilidad en su versión del 2014.