LA 46ª EDICIÓN DE la berlinale
'La bella y la bestia' más anodina
Christophe Gans no aporta nada en su tediosa versión del cuento
A estas alturas, ¿quién querría pasar tres años de su vida refriendo una novena versión del cuento La bella y la bestia, especialmente considerando que entre las ocho previas hay una, la de Jean Cocteau de 1946, que es una obra maestra de la historia del cine, y otra, la de Disney de 1991, que es uno de sus grandes taquillazos? En el caso del francés Christophe Gans es fácil elaborar una teoría: desde que hace 13 años dirigió el efectivo pastiche fantastique El pacto de los lobos (2001) no ha dado una a derechas, y necesita trabajar. Reformulemos la pregunta, pues: ¿quién querría pasar tres años de su vida haciendo la anodina y tediosa película que ayer se presentó en la Berlinale?
«Lo más interesante de adaptar un cuento popular es que permite atraer al cine a públicos muy distintos, tanto mujeres como niños como ancianos», aseguró ayer Gans, dejando claro que lo que le atrajo por encima de todo de este proyecto fue la posibilidad de trincar la pasta.
En un derroche de coherencia, el director francés no ha llevado a cabo ni una reinvención ni una deconstrucción ni siquiera una actualización. Su adaptación del relato original de Gabrielle-Suzanne de Villeneuve, es cierto, es menos condensada, incorpora más personajes y revela el pasado de la Bestia, pero poco más aporta.
A menos, claro está, que consideremos aportaciones lo que verdaderamente distingue esta versión de la de Cocteau: la poesía y la transgresión de entonces han dado paso a un espectáculo visual impersonal y no particularmente vistoso -¿de verdad estos son los mejores efectos especiales que 30 millones de euros pueden comprar?- situado incómodamente entre el cuento de hadas, la fantasía heroica y el videojuego, con el que Gans pretende contar una historia de amor pero sin amor. Literalmente, hace que Bella (Léa Seydoux) odie a la Bestia (Vincent Cassel) en una escena y que lo ame locamente en la siguiente sin que entre ambos estados medie agente detonador alguno, y como resultado la película parece sugerir que, esencialmente, para que un hombre logre enamorar a una mujer no tiene más que secuestrarla. En estos momentos, probablemente Cocteau se esté revolviendo en su tumba.
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