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Una mujer corre por el Paseo Marítim

Una mujer corre por el Paseo Marítim / periodico

JORDI PUNTÍ

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Las cosas siempre pueden empeorar. Justo cuando creías que las calles del centro de Barcelona ya habían llegado a la saturación máxima de turismo, llega una nueva moda. Tras las bicicletas que van por las aceras y en grupo, los skaters que saltan por todas partes y esos armatostes con dos ruedas y luces azules, llegan los turistas 'runners'. Aparecen de buena mañana, cuando las calles del Gótico están despertando, pero cada vez amplían más sus horarios. Les gusta ponerse las mallas y la camiseta de colores fosforescentes y correr, correr, correr mientras se monitorizan las pulsaciones del corazón y los kilómetros que hacen en tierra desconocida. Buscan sin complejos los lugares que salen en las guías. "Yo he corrido frente a la Sagrada Familia. Es un edificio impresionante. Hice 10 kilómetros en 52 minutos ", dicen cuando vuelven a casa. "Sí, ya lo vimos en tu perfil de Facebook", les responden sus amigos.

Este entusiasmo de los turistas 'runners' es en gran parte compartido por los autóctonos. Hace poco me vi obligado a pasar por las Ramblas y, al mediodía, dos corredores subían Rambla arriba, esquivando peatones y vendedores. Me hizo pensar en el modelo de ciudad que quiere ser Barcelona. Está Sao Paulo y está Río de Janeiro. Está Nueva York y está Los Ángeles. Modelos casi antagónicos en un mismo país. Durante muchos años, Barcelona se ha visto como una ciudad urbana, cosmopolita, pero quizás estamos viviendo un cambio. Hace unos días, un reportaje en este diario contaba que ha crecido el número de lavanderías e inmobiliarias en la ciudad. Yo añadiría los talleres de tatuajes y sobre todo los gimnasios de barrio, centros que no son de franquicia y que te permiten estar en forma las 24 horas.

Lo de la vida saludable y la comida orgánica son tendencias mundiales, nuevas formas del bienestar social. Hay ciudades, sin embargo, donde todo esto deriva en un culto al cuerpo, un hedonismo en el que el ejercicio se convierte en un fin por si mismo, y no un recurso de salud. Es el caso de Río, o de algunos barrios de Los Ángeles. En Barcelona aún está por ver: nos lo dirán los nuevos quioscos de frutas detox, las tiendas de proteínas.