'ATLES DE MICRONACIONS'

Naciones surrealistas

El escritor italiano Graziano Graziani enumera en su 'Atles de micronacions' estados autoproclamados como forma de protesta, acto artístico o intento de evasión de impuestos

Graziano Graziani, autor de 'Atles de micronacions'.

Graziano Graziani, autor de 'Atles de micronacions'. / RICARD FADRIQUE

Ernest Alós / Barcelona

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Un reino gay y lésbico erigido en un atolón de Oceanía que declara la guerra a la homófoba Australia. Un antiguo territorio templario en la Liguria que alega que sigue siendo independiente porque Saboya nunca escrituró su compra. Una isla danesa que una semana al año es un reino con leyes propias, como la prohibición de las latas de sardina... Estos son solo algunos de los 50 territorios que se han declarado independientes de forma unilateral y que ha recogido el escritor italiano Graziano Graziani en su libro ‘Atles de micronacions’ (Males Herbes).  

Tanto la creación de estos entes como el propio libro de Graziani tienen en el fondo un propósito: demostrar el absurdo, lo convencional y arbitrario, del poder del Estado nación. “El Estado es de hecho un producto del imaginario colectivo, pero existe si cumple dos condiciones, que sus habitantes se reconozcan como miembros de ese Estado y que el resto de Estados lo reconozcan como tal”, recuerda. Así pues, ninguna de estas micronaciones tiene nada que ver con Andorra o San Marino. O sí.

A menudo cómicas, las iniciativas microsecesionistas desafían las convenciones del Estado nación

“El Estado existe pero existe en el imaginario compartido, no hay nada que defina un Estado como una mesa, existe porque una comunidad de humanos decide que existe. Estamos demasiado acostumbrados a imaginar el Estado como si fuese un objeto, una cosa que no tiene un principio y un final, cuya soberanía a la que nos sentimos atados es ilimitada. Con mucho humor estas historias, sean serias o intencionalmente humorísticas, crean un cortocircuito con la realidad, explican que todo esto es falso, que las soberanías forman parte de un imaginario”, sostiene Graziani. 

Las guerras civiles incruentas, invasiones y secesiones que se desarrollan en el interior de estas entidades son, dice, “una lente deformante” de lo que sucede en las naciones reales. “Nos hacen ver lo que hay de absurdo dentro de las reivindicaciones de territorios y espacios culturales. Hay reclamaciones legítimas de los derechos humanos y las comunidades, pero también niveles de histeria que aceptamos porque aceptamos los Estados y nos los tomamos en serio, pero si las vemos puestas en práctica por entidades que no reconocemos como Estados las identificamos como absurdas. ¿Entonces son absurdas o no son absurdas?”, se pregunta Graziani, que opta por considerarlas aberrantes a unas y a otras.

Las micronaciones del atlas de Graziani

Primer criterio para definir a estas micronaciones: ¿qué las diferencia, a parte del reconocimiento internacional, de microestado o de comunas hippies? “Claramente no son entidades como Andorra, el Vaticano o San Marino porque no tienen reconocimiento jurídico, pero tampoco son comunas hippies porque las comunas hippies se caracterizan por su informalidad, mientras que todas estas realidades tienen una formalidad, que se expresa en la creación de una bandera, a veces en la redacción de una Constitución e incluso en la emisión de moneda, toda la parafernalia que caracteriza una nación”.

Básicamente, enumera, se dividen en cuatro tipos. Las fundadas desde cero, las que reclaman un derecho histórico, las establecidas con un propósito humorístico, goliárdico, y las micronaciones artísticas. “Muchas no buscan un asiento en las Naciones Unidas, sino obtener un efecto que puede ser político, de protesta, artístico o cómico”. También las hay “idealistas y creadas por defraudadores fiscales, micronaciones de derechas que no quieren pagar impuestos, micronaciones piratas, micronaciones de izquierdas, anarcoides y estructuradas…”

Cómo reaccionan los Estados a los desafíos de estas micronaciones también retrata a los propios Estados. Normalmente, la respuesta es ignorarlas. Pero hay casos en que el Estado se lo toma muy en serio. ¡Los submarinistas militares italianos hicieron volar por los aires una plataforma en el Adriático! “Depende de la relación de un país con el derecho. Los británicos, con su respeto a la legalidad, utilizaron los tribunales contra Sealand. Los italianos, con una relación más laxa con la legalidad, respondieron militarmente contra la Isla de las Rosas. Los países fuertemente vinculados al derecho responden en consonancia”.

¿Y Catalunya?

“Si la cultura y el derecho son una convención, las cosas, a base de hacerlas, acaban siendo reales. Vemos España e Italia como algo inamovibles, pero Italia tiene solo 150 años. De hecho los cambios llegan por la práctica. Si tienes un sistema editorial en lengua catalana durante 100 años, eso acaba consolidando una cultura. Lo mismo políticamente, si practicas un proyecto paralelo en la mente de las personas acaba existiendo. Si el Estado es una abstracción compartida, puedes modificar este imaginario”.

Aunque los fenómenos que realmente cuestionan a los Estados, dice Graziani, son las corporaciones transnacionales.  Si un tal Joshua Norton se proclamó en 1859 emperador de Estados Unidos con el nombre de Norton I y fue adoptado por los vecinos de San Francisco como el loco oficial de la ciudad, si hoy Mark Zuckerberg se proclamase Mark I, emperador del universo virtual, no estaría muy alejado de la realidad.  Y si la moneda es un atributo del Estado, ¿qué pasa con el bitcoin? "Inventarse una micronación es un fenómeno absurdo, inventarnos una corporación para dominar el mundo es un fenómeno muy importante, pero ambos  son una expresión de la crisis del Estado nación como forma de representación, ajenos a la idea de la participación política clásica, a la idea de que era a través de ella como uno podía cambiar su destino"

10 micronaciones

Reino Gay y lésbico de las islas del Mar del Coral. Fundado en 2004 por activistas gay Australianos en protesta contra la ley que prohíbe el matrimonio homosexual. Fundado con la ocupación del atolón Cato, escindido de la “Australia homófoba”. Su moneda es el dólar rosa y su himno ‘I am what I am’, de Gloria Gaynor.

TEMAS