PREMIO GONCOURT DE TRASFONDO AUTOBIOGRÁFICO

Aquel verano de 1936

'No llorar' evoca la revolución libertaria y la represión en la guerra civil

Lydie Salvayre, ayer en el Institut Français de Barcelona.

Lydie Salvayre, ayer en el Institut Français de Barcelona.

ANNA ABELLA
BARCELONA

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Para Lydie Salvayre (Autainville, 1948), de madre catalana y padre andaluz, exiliados republicanos, fue un «golpe» leer Los grandes cementerios bajo la luna,Los grandes cementerios bajo la luna «un relato de una violencia y oscuridad terribles», donde Georges Bernanos, intelectual francés, de ideas falangistas al inicio de la guerra civil y profundamente cristiano, denunciaba, «con una libertad de espíritu extraordinaria» y «asqueado e indignado», las atrocidades de los nacionales que presenció en Mallorca -«los cadáveres de campesinos en las cunetas» (3.000 ejecuciones en siete meses)- y la «actitud y traición de la Iglesia católica», aliada incondicional de Franco. Cuando Salvayre acabó el libro sintió la necesidad de escribir No llorar No llorar(Anagrama), una obra «luminosa» que le ha valido el Goncourt y en el que entrelaza el relato de Bernanos con los recuerdos de su madre, Montse Monclús, que como tantos jóvenes se unió a la revolución libertaria al estallar la guerra en julio de 1936.

«Mi madre nació en La Fatarella, un pueblecito de Tarragona, no conocía nada del mundo, de política, el sexo o el amor y, de repente, su hermano, testigo de la revolución libertaria en Lleida se la llevó a Barcelona con él. Allí descubre aquel verano que tiene derecho a hablar, a decir palabrotas, a amar, a beber Anís del Mono, a vivir», explica Salvayre en Barcelona en perfecto castellano y alegrándose de haber oído a una librera decir «collons», porque le ha recordado a cómo lo decía su madre.

No quería la escritora y dramaturga francesa caer en lo trágico y lacrimógeno (de hecho confiesa que cuando ganó el Goncourt ocultó que sufría cáncer para que no se pensara que le habían dado el premio por compasión). Quería reflejar «aquel momento milagroso de entusiasmo, de libertad colectiva y alegría contagiosa, cuando la gente se besaba y cantaba en las calles y que no duró porque los hombres son como son». Por ello, la historia, novelizada con personajes de ficción, no habla del posterior exilio. Su madre cruzó a pie la frontera en 1939 y fue internada en el campo de Argelès. Luego vivió en Toulouse con el padre de la autora, que luchó con el general Líster. «En los 60 aún soñaban con volver a España. Mi padre no quería comprar muebles por si volvían».

Escrita en 'FRAÑOL'

Salvayre, que ha escrito No llorar en frañol, la mezcla de catalán, castellano y francés en la que les hablaba su madre, habla de utopía -«Para unos fue algo irresponsable, engañoso; para otros, daba sentido a la vida»- y refleja la lucha entre comunistas y anarquistas y las dudas que en su día tuvo Simone Veil (y que transmitió por carta a Bernanos) tras oír a dos amigos libertarios sentirse orgullosos de matar a dos curas. «En Francia -admite-, a pesar de la película de Ken Loach Tierra y libertad o del libro Homenaje a Cataluña, de Georges Orwell, el episodio libertario es totalmente desconocido porque en la época la mayoría de intelectuales franceses eran comunistas y el presidente Azaña temía que si se hablaba de la revolución, Europa tuviera miedo y no ayudara a la República, como pasó».