ENTREVISTA

Antonio Muñoz Molina: «La literatura tiene la obligación de comprender»

El escritor publica la novela 'Como la sombra que se va', donde cruza sus vivencias al separarse de su primera mujer con la huida del asesino de Luther King

Antonio Muñoz Molina, en un hotel de Barcelona, este viernes.

Antonio Muñoz Molina, en un hotel de Barcelona, este viernes. / MARTÍ FRADERA

ELENA HEVIA / BARCELONA

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Aunque Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956) se ha valido de su vida como sustrato de no pocas de sus novelas, ahora ha abordado, sin filtro literario, algo parecido a un acto de contrición sobre las circunstancias que le llevaron a separarse de su primera mujer y a contraponer esa historia, la suya, con la de James Earl Ray, el asesino de Martin Luther King. Como la sombra que se va (Seix Barral) es una novela sin ficción pero también una reflexión sobre cómo se construyen las narraciones.

-¿Qué es lo que le impulsó a trazar las vidas paralelas de Antonio Muñoz Molina y James Earl Ray? Vino dado por una serie de casualidades. Lo que me atrajo de Ray no fue el asesinato de Martin Luther King, sino el pequeño, infinitesimal detalle de que pasara 10 días de su huida tras el crimen en Lisboa.

-Ahí, en la ciudad en que situó la novela que le dio a conocer, el escritor y el asesino pisaban el mismo suelo.Es que el origen de una novela siempre te llega de una forma visceral. Jamás piensas objetivamente que este o el otro son buenos temas. Estás preocupado con otras cosas, hasta que de pronto te asalta una imagen. En este caso fue este individuo de traje y corbata que en 1968 se ocultó en Lisboa. Era el objetivo de una búsqueda mundial y todo lo que aparentaba era falso. Le sentí en el centro de una soledad absoluta y la soledad siempre me ha atraído como escritor.

-Y se acordó de la primera vez que viajó a Lisboa...-Fui en 1987, cuando Arturo, mi hijo pequeño, acababa de nacer. Buscaba el final de El invierno en Lisboa. Y ese recuerdo me vino como en oleadas cuando regresé a la ciudad en el 2012. Dio la casualidad de que mi hijo había ido allí para estudiar portugués. Ahí estaba Arturo con su barba, su novia y su vida independiente y ese choque, uno de esos momentos en los que vi en perspectiva una parte de mi vida, desató cosas muy poderosas que estaban escondidas. Eso me hizo pensar en mi trabajo. Cómo había cambiado mi idea de la literatura, todo estaba entrelazado. Era muy difícil no contar una cosa sin abordar la otra.

-En su novela contempla muy de cerca al asesino. ¿Ha intentado comprenderle? Comprender es un ejercicio para el que sirve mucho el arte de la novela. Y esa es su fortaleza porque el escritor -y también el lector- debe ponerse en la conciencia del otro. Por muy horribles que sean las cosas que ha hecho, un ser humano sigue siendo un ser humano. La literatura tiene la obligación de comprender.

-¿Pero comprender no significa también perdonar? ¿Ha tenido que refrenar su empatía en algún momento? Sinceramente, no. Ray no es un personaje agradable. Es un asesino racista. Yo no puedo perdonar, y además no serviría de nada. Eso debe hacerlo quien ha sido ofendido.

-¿Reconoce a ese Muñoz Molina, funcionario de ayuntamiento con dos hijos, que desea desembarazarse de una vida que no le satisface? Soy yo. Se puede hacer literatura inventando y no haciéndolo. Para mí hacer esta confesión laica tiene importancia en la medida en que soy fiel a los hechos.

-Pues no se ha perdonado muchas cosas de aquellos tiempos. Es que la condescendencia es muy tramposa. Estoy convencido de que he sido un adolescente tardío porque era incapaz de verme como realmente era. También andaba muy ensimismado. El ensimismamiento puede tener una parte noble, la del que trabaja en algo, pero también es una falta de respeto a las vidas de los demás, que no son menos importantes que la tuya.

-Los tres personajes de la novela, Muñoz Molina, el asesino y Luther King están atravesados por una especie de mea culpa por sus respectivos pecados. ¿Lo asume? Bueno, no sé si Ray lamentaba lo hizo. Yo no lo sé aunque haya estudiado mucho el tema. Pero en fin, sí, no estoy de acuerdo en que la culpabilidad esté ligada al pensamiento judeocristiano. Una persona adulta debe examinar su vida y sentir remordimiento si ha hecho daño a alguien.

-El texto también es, entre otras cosas, una carta de amor a su esposa, Elvira Lindo. ¿No tuvo temor a exponerse? Pertenecemos a una cultura muy pudibunda y cuando muestras tu intimidad te arriesgas a que se burlen de ti, y más si eres un hombre. Pero la literatura tiene que aspirar a retratar la experiencia humana. Yo quería contar cómo el amor puede durar y quería hacerlo a partir de mi propia vida.

-Su James Earl Ray es muy complejo, nada que ver con el asesino medio idiota que retrataba la prensa del momento. Tenía una inteligencia natural notable y un curiosidad intelectual instintiva, pero tuvo una vida espantosa. Acudió muy poco a una escuela pésima. Se pasó la mayor parte de su vida en la cárcel. Su mente quedó sujeta a los prejuicios de la ignorancia.

-Y usted que ha consultado hasta la saciedad los archivos del FBI no se cree la teoría de la conspiración que convertía a Ray en un peón de un juego superior. No. Siempre puede aparecer un nuevo documento, pero si hubiera tenido ayuda no se habría encontrado solo y sin dinero en su huida.

-La familia de Luther King todavía sigue apoyando la teoría de una trama a alto nivel. King fue espiado por el gobierno de Estados Unidos. Es lógico que tengan ese prejuicio, pero las evidencias no avalan esa tesis.