Gibraltar tenía un precio

Ángel Viñas relata en 'Sobornos' los pagos de Londres a la cúpula militar española para asegurar que Gibraltar siguiese en manos británicas

Franco con Hitler en su encuentro en Hendaya el 23 de octubre 1940.

Franco con Hitler en su encuentro en Hendaya el 23 de octubre 1940. / periodico

ERNEST ALÓS / BARCELONA

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‘Gibraltar español’ es un grito que ha enardecido a la derecha española a lo largo del siglo XX. Pero irónicamente, entre 20 y 30 jerarcas del Ejército de Franco y de su entorno próximo recibieron entre 1940 y 1944 un mínimo de 350 millones de euros en términos actuales básicamente… para garantizar que Gibraltar siguiese siendo inglés. Ese era el objetivo inicial, sostiene el historiador Ángel Viñas, de la operación de sobornos de la cúpula militar española que el Gobierno británico, con el millonario Juan March como intermediario, lanzó durante la segunda guerra mundial. La operación, desvelada tras la desclasificación de documentos británicos en el 2013 y relatada en el libro ‘Sobornos. De cómo Churchill y March compraron a los generales de Franco’ (Crítica), se planteó inicialmente garantizar seis meses de neutralidad española, los necesarios para completar las fortificaciones de Gibraltar hasta convertirla en una plaza inexpugnable frente a un ataque del Eje.    

Entre los jerarcas a sueldo de Londres estarían Nicolás Franco, el hermano del generalísimo y embajador en Lisboa, el general Varela, ministro del Ejército, el general Galarza, ministro de Gobernación, además de los generales monárquicos y aliadófilos Kindelán, Orgaz Aranda, que siempre se han citado como dispuestos a dar un golpe de Estado contra Franco si este entraba en guerra al lado de Alemania, con la financiación del Foreign Office a través de March.

¿LA DOCTRINA OFICIAL?

Los historiadores franquistas y neofranquistas han elogiado a Franco por la prudencia que demostró al saber mantener la neutralidad pese a las presiones de Hitler. “Si esta era la doctrina oficial, la neutralidad o no beligerancia, resulta que a todos esos generales Londres les pagaba un porrón de dinero para qué apoyasen esa doctrina oficial del régimen…”, ironiza Viñas. “Siempre hubo la incertidumbre, perfectamente fundada, de que Franco no es que estuviera lanzado a la guerra, sino que podría entrar, y que estuvo muy, muy, muy tentado. Yo doy nuevos argumentos a favor de esta tesis, y que al menos Serrano Suñer estaba tan deseoso de entrar en la guerra que en 1941, siete meses después de Hendaya, todavía suplicaba una cartita de Hitler en la que este accediese a las condiciones de Franco”.

Otro motivo para no confiar en España. “Los alemanes, con toda la razón, no confiaban en que los españoles pudiesen guardar un secreto, porque demuestro que a las 24 horas de la conferencia de Hendaya los ingleses sabían que había pasado allí”, añade Viñas.  La fuente, un no identificado ‘Agente T’, un camisa azul del círculo de Serrano Súñez. “Los británicos habían situado a gente al lado mismo del Caudillo. En el año 40 los británicos no tenían redes de información, en 1944 para el embajador Hoare, que viene del MI6, de la inteligencia militar, Franco ya no tiene secretos”, apunta Viñas.     

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Por supuesto, Franco no estaba en la lista de sobornados o sobornables (no le hacía falta, como demuestra el anterior libro de Viñas sobre el enriquecimiento del jefe del Estado): se trataba de trazar redes de seguridad concéntricas a su alrededor. Para espiarlo. Para disuadirlo de que entrase en la guerra. Para reaccionar en caso de que lo hiciera. “Aunque derrocar a Franco nunca jamás fue su objetivo. El interés permanente de Inglaterra entre 1936 y 1946 es estabilidad en la península Ibérica. Franco lo prometía más que la República. Gran error, pero apostaron por él desde el primer momento. Solo si Franco se desmanda, entonces se va a por él por todos los medios”.

La sombra británica está detrás de Franco, siempre ha insistido el historiador, desde verano del 36. “El país que más influencia tiene, sutil, en los destinos de España entre 1936 y 1946 es sin duda el Reino Unido, más que Alemania. La influencia alemana es obvia pero no logra sus objetivos. Para Hitler España era importante pero no tanto, en tanto que para los ingleses España era vital. Gibraltar. Punto. Para los ingleses era absolutamente vital que Gibraltar no cayese”.