CRÍTICA

'Amor', la crudezade la vejez yde la muerte

 

POR QUIM CASAS

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Puede queAmorcause una relativa sorpresa entre los que esperan otra ración de realismo crudo e inquietante, de temor cotidiano, de violencia social por parte del autor deFunny games, Caché, El tiempo del loboyLa cinta blanca.No es que la última película de Michael Haneke haya suavizado su postura, ni mucho menos, ya sigue siendo una propuesta incómoda. Pero, dadas las características del tema tratado -la larga agonía de una mujer anciana y cómo esto afecta en el comportamiento de su marido, un retrato sin ambages de la vejez y la muerte-,Amorresulta una película más triste que inquietante, más sórdida que virulenta.

Haneke demuestra que puede gobernar de excelente manera estilos bien distintos.Amor es un filme de espacios reducidos y pocos personajes (el matrimonio anciano, la hija encarnada por Isabelle Huppert), de gestos que se vuelven cada vez más fatigosos y situaciones insufribles. Pero el director austriaco ha decidido en este caso mirar las cosas de manera más frontal, sin recovecos oscuros: los personajes son lo que son y se enfrentan al ocaso con una mezcla de aceptación, serenidad, dolor y repulsa.

Nunca antes, aunque ha trabajado con excelentes y conocidos actores, había confiado tanto Haneke en el poder expresivo de los rostros, en sus miradas y silencios, en las explosiones contenidas de ira de los intérpretes que se ponen a sus órdenes.Amor es un filme espléndido porque, entre otras muchas cosas, espléndidas son las interpretaciones de Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva, auténtica historia viva del cine europeo de los 60 y 70, deHiroshima, mon amouraEl conformista,deTomás el impostoraEl desierto de los tártaros. Amorcuenta una historia en el crepúsculo total de la vida, pero también puede contemplarese (y disfrutarse) como una exploración de las geografías vitales de dos magistrales intérpretes que parecen anunciar también su despedida definitiva de las pantallas.