Alberto Rodríguez: "Paesa era un trilero y un superviviente"

El director Alberto Rodríguez, en San Sebastián, donde ha presentado 'El hombre de las mil caras'.

El director Alberto Rodríguez, en San Sebastián, donde ha presentado 'El hombre de las mil caras'. / periodico

OLGA PEREDA / SAN SEBASTIÁN

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"Los espías españoles no viajan con pistolas sino con chequera". Esta frase, incluida en el guion de 'El hombre de las mil caras', define a la perfección la nueva película de Alberto Rodríguez (Sevilla, 1971), que se estrena el viernes en los cines y que hoy se ha enfrentado al jurado, la crítica, y el público de San Sebastián. El jurado del festival no osa hacer comentarios. Pero la prensa y el público ya han emitido su veredicto: aplausos. Estamos delante de una tensa e irónica cinta cuyo engranaje es perfecto a pesar de lo abrumadora y ambiciosa que es. Ahí es nada narrar uno de los episodios más delirantes de la historia reciente de España: el caso del exdirector de la Guardia Civil, Luis Roldán (atención a la brillantez del actor Carlos Santos) y cómo el espía Paesa (Eduard Fernández, siempre impecable) se puso a los mandos de una operación para entregar al prófugo al Gobierno.

Hace apenas cuatro días, Rodríguez (ganador de 10 premios Goya por 'La isla mínima') desconocía si Paesa estaba vivo o muerto. El viernes, 'Vanity Fair' llevaba a su portada una entrevista con el exagente. Sorpresa. "Todo esto es muy Paesa. Aparecer en la revista como si tal cosa", sonríe el cineasta sevillano.

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¿Tiene curiosidad por saber que piensa Paesa de su película? Claro que la tengo. Aunque hasta ayer no sabíamos si estaba vivo o muerto.

¿Cree que la verá Roldán, que sí está vivo? Supongo que sí. También me da curiosidad, claro. Cumplió una larga condena y escribió un libro muy curioso con Sánchez Dragó, 'La canción de Roldán', en el que contaba que la cárcel le sirvió para adquirir toda la cultura que no tenía, para formarse. El texto es interesaste y cuenta cosas que no he leído en ningún otro sitio.

No estamos delante de un filme de espías al uso. Aquí lo que hay son tramposos y trileros. El guión ha pasado por varias fases. El primer encargo fue llevar a la pantalla la vida de Paesa. Pero, al final, nos hemos centrado solo en el caso Roldán. Había que cortar. Si no, era imposible. Paesa era, efectivamente, un trilero. Y también un superviviente. Tenía la adrenalina del jugador.  Tuvo oportunidades para retirarse, pero no.

Si vida entera ¿para cuántas películas hubiera dado? Para una serie de televisión larga e interesante. Lo que más me atraía del personajes es que se mantiene 40 años ganando dinero y perdiéndolo. Y da igual quien esté en el poder, trabaja con quien sea y en todos los países. Es fascinante todo lo que hizo, incluido fundar un banco en Suiza.

Muchas de las cosas que hizo fueron deleznables. Más que deleznables, a mí lo que pasa es que no entran en mi lógica de ser humano. 

Y a pesar de todo el espectador consigue empatizar. Eso es bueno porque te hace preguntarte cosas. Por eso Eduard Fernández es importante. Es muy difícil conseguir esa empatía con un personaje nada sencillo. Ponerte en la piel de una persona que hace algo que tú jamás harías. Toda esta historia ocurrió en el 94, pero podría ocurrir mañana.

La corrupción está muy vigente. Antes de escribir el guion, leyendo el libro que Manuel Cerdán escribió sobre Paesa, tenía que parar continuamente para buscar palabras como 'offshore'. No sabía si los paraísos fiscales eran legales o no. Los españoles hemos hecho un máster en economía sumergida, así que la película se ha ido volviendo más actual a medida que han pasado los cuatro años que hemos tardado en hacerla, casi cinco.

Carlos Santos clava a Luis Roldán. Pasa lo mismo que con el personaje de Paesa. Parte de la ironía que tiene 'El hombre de las mil caras' es que empatizas por su lado humano. El espectador ve su acojone como prófugo buscado por la Interpol. A la hora de elegir a los protagonistas, nos planteamos si teníamos que encontrar a actores que se parecieran físicamente a Paesa y Roldán. Carlos [Santos] era la peor elección porque es fibroso y tiene una buena mata de pelo. Pero durante las pruebas lo hizo a la perfección. Y con Eduard [Fernández], lo mismo. Qué capacidad para convertirse en un trilero y jugar con todos.

No todo lo que vemos es verdad. ¿Cómo fue jugar con hechos probados y ficción? La fase de documentación duró muchísimo. Llegó un momento en el que era tal el ruido mediático del caso y todas las teorías posteriores que decidimos apostar por la ficción. Se avisa en la primera secuencia. Se dice al espectador que está basada en hechos reales, pero que es una ficción.

Insiste usted en que no es un filme político, pero muestra claramente una etapa del PSOE muy turbulenta.  Lo que quiero decir es que no es una película contra un partido concreto. No me gustaría que se convirtiera en un arma arrojadiza. Creo que se han pocas cintas de este corte mientras que los americanos las hacen constantemente. Como público y como sociedad tenemos la madurez suficiente como para verlas.

¿Piensa que puede molestar a alguien? Pues a lo mejor. Pero, como le decía, creo que tenemos la madurez suficiente. Es el reflejo de un problema que no terminamos de solucionar. En todo caso, ni 'El hombre de las mil caras' ni 'La isla mínima' son la crónica de un país. Mis películas responden, simplemente, a preguntas que me hago.

Durante la etapa de documentación, ¿habló con policías? No. Sí lo hice con periodistas. Y con algún juez, aunque no puedo decir los nombres. Lo que nos pasó es que nos dimos cuenta de que en esta historia no podíamos abarcarlo todo. Ni tampoco saberlo todo. 'El hombre de las mil caras' no es ni un telediario ni un documental.

Es usted 'hijo' del festival de San Sebastián, donde estuvo ya con su primer trabajo. ¿Los premios importan? Sí, igual que los festivales, porque sirven para que las películas se conozcan. Aunque le doy la razón a Fernando Trueba cuando dice eso de que competir es algo que hacen los atletas porque unos llegan antes que otros, pero ¿nosotros?