EL PROYECTO CATALÁN DE LA ÚLTIMA BIENAL DE VENECIA
Un palacio para Albert Serra
El cineasta ocupa toda La Virreina con las 13 horas de metraje de 'Singularitat'
Natàlia Farré
Periodista
NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA
En Venecia las pantallas eran cinco y las horas de metraje doce, en Barcelona las pantallas son ocho y la cinta se ha alargado unos 60 minutos más. Una evidencia clara de que "las obras no tienen una forma única sino que son capaces de mutar y de convertirse en otra cosa". Lo afirma la historiadora y comisaria de arte Chus Martínez, responsable junto a Albert Serra de 'Singularitat, la película que representó a Catalunya en la última Bienal de Venecia y que ahora ocupa todo el palacio de La Virreina, hasta el 14 de febrero. La propuesta es potente, la avalan el talento de los que la proponen, pero también es "megalómana, difícil, con una narrativa larga que requiere esfuerzo y concentración" para visionarla, avisa el cineasta. Cosa que no debería desanimar al aguerrido espectador que se atreva con ello ya que también "hay un poco de ironía, incluso un poco de humor, y un aspecto excéntrico e inverosímil que la hacen más ligera", puntualiza Serra.
Hay otros dos puntos importantes que ayudan al monumental visionado: en las salas han puesto sillas y nada, ni siquiera el orden narrativo de la película, obliga a verla entera. Hay más: la primera pantalla sintetiza la historia en 12 minutos. De manera que un paseo tranquilo por los espacios del centro basta para captar la esencia del proyecto. Pero con algo más de predisposición y tiempo uno pueden encontrar "cosas inauditas", asegura el cineasta, que nacen "del cruce de un discurso narrativo de imágenes plásticamente misteriosas y fascinantes con una abstracción conceptual más propia del arte contemporáneo". Explicada la idea críptica del proyecto, se impone escudriñar el argumento. "Aborda la relación entre el hombre y la maquina pero que nadie espere encontrar robots, teléfonos móviles u ordenadores", sostiene Martínez. Todo lo contrario. Las únicas máquinas que aparecen son drones y no debutan hasta el final de la cinta.
MINERÍA, CORRUPCIÓN Y HOMOSEXUALIDAD
Menos enigmático con el argumento se muestra Serra: "Es la historia paralela de dos empresas de minas que empieza en los años 30 y evoluciona hasta el día de hoy. Por el camino se desarrollan negocios complementarios de prostitución en un mundo en que todos los personajes son homosexuales". Desde los primeros buscadores de oro hasta la industria técnica y regulada de la explotación de los recursos de la actualidad, todo adobado con dosis de omnipresente corrupción y sin solución de continuidad. Si todas las relaciones posibles son homosexuales, la única opción son las máquinas. Una metáfora del mundo actual en el que la tecnología se está adueñando de las personas contada con un océano de imágenes (no hay ningún fotograma repetido) y de minutos que mantienen tanto la temporalidad monumental como la fuerza salvaje, incluso indómita, de las películas de Serra.
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