Oda al cerebro

Soy una simple, y a la vez compleja, máquina decodificadora

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Surgido de una primera configuración pretenciosa,

de una singularidad informativa.

Producto de un estado inflacionario y todo lo que se deriva;

el Big-Bang.

Ordenado por las múltiples posibilidades subatómicas,

la aleatoriedad vinculada a cada evento

explica la inyección de información y el desorden que leo en el universo.

Broto de infinitas interacciones,

que a través de su microentorno

revelan cómo debe evolucionar y colapsar el mundo macroscópico.

Éste, dominado por la continuidad y la predictibilidad,

regido por las leyes de la física clásica,

da sentido a esta burbuja;

la realidad.

La dirección de la dinámica evolutiva me oprime,

el algoritmo Darwiniano.

Inmerso dentro de un cuerpo limitado

donde sólo el gusto, el olfato, la vista, el oído y el tacto

son la forma de percibir y relacionarme con el entorno.

Incapaz de superar las leyes físicas,

condenado a la obsolescencia programada.

Súbdito de los dictadores permeables,

destinado a obedecerles mientras generan copias porosas;

mis genes.

Soy una simple, y a la vez compleja, máquina decodificadora.

El entorno es el verdadero yo,

lo que me modela y me configura,

lo que me hace tomar y perder sentido a la vez.

La cultura es el medio,

los memes los replicadores,

vasallo de la heurística que me impone la sociedad,

domado por dogmas y creencias.

Una telaraña de relaciones,

de estructuras organizativas que interactúan;

la información mutua.

Odio mi propia subjetividad,

una parte más de la realidad que se me intenta representar sesgadamente.

El universo reflejándose a sí mismo;

el yo consciente.

Un espacio cerrado,

sin poder escapar.

Le anhelo,

le busco pero no tiene cabida.

Eres pura ilusión.

¡Oh libertad!