El himno del Mundial

Pitbull se va al fútbol

El hombre que podría vivir mentalmente en una discoteca canta 'We are one (Ole Ola)' con Jennifer López y Claudia Leitte. Reúne lo que busca la FIFA: un héroe de la clase obrera redimido por el arte.

RAMÓN DE ESPAÑA

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Aunque el fútbol me aburre mortalmente, debo reconocer que este año la FIFA ha tirado la casa por la ventana en el apartado musical, encargando al rapero de Miami Armando Pérez, en arte (o lo que sea) Pitbull, la canción oficial del Mundial. Shakira había dejado el listón muy alto en el 2010 con su Waka Waka, no porque el tema valiese un pimiento, sino porque la fama de la colombiana lo expandió por todo el mundo. Ricky Martin hizo lo que pudo en 1998 con La copa de la vida, que se parecía mucho a su Livin la vida loca y funcionó precisamente por eso (aunque yo siempre preferí el descacharrante himno alternativo de origen británico Vindaloo, compuesto por Alex James, bajista de Blur, y escrito por el humorista Keith Allen, padre de la adorable Lily Allen). Desde una perspectiva más bizarra y zarzuelera, nuestro Plácido Domingo también brilló con luz propia en 1982 gracias a ese pedazo de himno al balompié que fue El Mundial (aunque yo, que soy de natural retorcido, concedí mis favores a las Sevillanas del Mundial del llorado Pepe Da Rosa).

No es que nuestra selección hiciera un gran papel en ese campeonato jugado en casa, pero hay que reconocerle al legendario ingenio español la creación de la mascota más grotesca de todos los tiempos, Naranjito, un enano cabezón cuya prodigiosa fealdad lo hacía entrañable: yo aún conservo un botijo de Naranjito que encontré en Cadaqués, en la cima de un cubo de basura abierto, y lo tengo en una repisa junto a otros fetiches de postín, como un Homer Simpson de trapo que mi exnovia C. me dejó en el buzón un día que yo estaba deprimido, un frasco Pedro Picapiedra que había contenido jabón líquido infantil, un Cupito (híbrido de Cupido y Copito de Nieve, con alas y maracas, surgido de la mente enferma de Carlos Pazos) y un muñequito de El Fary para enganchar en el parabrisas del coche que no tengo.

Ahora que lo pienso, creo que hay cierto parecido entre Naranjito y Pitbull. Y aunque ya sé que no se suele elegir a un ser humano para esas funciones, Pitbull es una mascota oficiosa formidable. Es más: si claváramos su cabeza sobre el cuerpo de Oriol Junqueras, nos saldría un clon de Naranjito impresionante. Lástima que nadie conozca a Junqueras fuera de Catalunya. Pero bueno, en el videoclip de We are one (Ole Ola), sale Jennifer López -y una maciza brasileña, Claudia Leitte, que es prima del futbolista Kaká-, por lo que, recurriendo un poco a la imaginación, si juntamos la calva de Pitbull con el culo de J. Lo también nos sale un homenaje (conceptual) muy apañado a Naranjito.

La elección del señor Pérez no obedece tanto al libre albedrío como a una obligación social. Si no puedes vencerlos, únete a ellos, dice el refrán. Es lo que yo hice cuando comprobé que era imposible vivir una sola jornada completa sin ver u oír a Pitbull. Ese hombre había venido para quedarse y más valía asumirlo. O sea, que era como Pilar Rahola, pero más calvo y de una desfachatez más divertida. Al principio a regañadientes y más adelante con creciente vehemencia, me hice seguidor de Pitbull y ahora le veo todas las gracias. Por lo menos, en su hábitat natural, que es el videoclip: ni loco me compraría un disco suyo. Pero en esta época de decadencia del vídeo musical, con tanto clip rodado con dos duros, las superproducciones rebosantes de alegría y mujeres semidesnudas del cubano de Miami han devenido cimas de la cultura basura. El clip de We are one no es el mejor, pero sí un eslabón más en una carrera brillante que tiene sus puntos álgidos en Rain over me (con Marc Anthony), On the floor (con Jennifer López), Baby I like it (con Enrique Iglesias) y Timber (con Kesha).

Pitbull representa la sacralización del gañán en una época marcada por el dinero y la farfolla. Algún día se redactarán tesis universitarias sobre él. Renunciando a cualquier preocupación intelectual, Pitbull es más simple que las amapolas. Y de ahí su triunfo como James Bond de barriada: cualquiera puede sentir empatía hacia un tipo que solo piensa en beber, fornicar, conducir cochazos y vivir mentalmente en una discoteca.

Convivir con el delito

Tampoco debemos olvidar su origen social, que lo convierte en un ejemplo de redención, en alguien que se impuso a unas condiciones adversas, en un chaval llamado a ser el último mono de su asqueroso barrio de exiliados cubanos y acabó convertido en el rey de Miami, sucediendo en la dinastía a Emilio Estefan, que ya estaba un poco mayor. El señor Pérez, padre del futuro Pitbull, era un delincuente cubano, un marielito de esos que el castrismo se quitó de encima con la excusa del exilio consentido. Una versión cutre del Tony Montana del Scarface de Brian de Palma, donde un empleado de aduanas definía a la perfección la entrada masiva en territorio norteamericano de lo peor de Cuba: «Este Fidel se nos está cagando encima». Pérez padre no tardó mucho en ir a parar al trullo, pero antes tuvo tiempo de fabricar al pequeño Armando con una compatriota. El niño tampoco tardó en convertirse en un delincuente juvenil, integrado en una pandilla que, según se cuenta, era de espanto. Pero tras visitar varios reformatorios, nuestro hombre vio la luz y asegura que el rap le alejó de la delincuencia. Hoy día, famoso mundialmente y podrido de dinero, colabora con instituciones dedicadas a sacar de la calle a chavales sin posibles.

O sea, que para la FIFA nuestro Pitbull lo reúne todo: héroe de la clase obrera, redimido por el arte (quien dice rap, dice fútbol) y tan simple como la mayoría de aficionados al noble deporte del balompié. ¡Uno de los nuestros! Y ni siquiera ha habido que pagarle un billete a Brasil para rodar el clip, ya que las partes en las que él aparece se han rodado en Fort Lauderdale, a 40 kilómetros de Miami Beach.

La que ya no está quedando tan bien es Shakira. ¿Se puede saber a qué viene ese videoclip futbolístico -marido e hijo incluidos- y de fines benéficos de la canción La La La? ¿Hay celitos, Shaki? Cualquiera que lo vea puede confundirse y creer que a la colombiana le han vuelto a encargar el himno del Mundial, pues ahí solo sale gente bailando y dando patadas al balón. Yo creo que esto no se le hace a un compañero de videoclip (Get it started, rodado parcialmente en Madrid): Pepe Da Rosa nunca pretendió robarle la audiencia a Plácido Domingo. Y encima, el clip es mejor que el de We are one, pues hay cierto ingenio visual y está muy bien rodado.

Reconozcámoslo, amigos, el videoclip de Pitbull, J. Lo y la prima de Kaká es tan vulgar como chapucero -y la canción no vale nada-, pero ahí está su gracia, en ver a unos famosos haciendo el ganso como cualquiera de nosotros en un día feliz. Para el forofo tradicional, ahí hay dos tías buenas y un calvo cachondo. El mundo de Pitbull se funde a la perfección con el del fútbol y hasta le aporta unos valores humanos de esos que a la FIFA le agrada hacer como que potencia mientras sus directivos, como casi todos hoy en día, piensan en la manera más rápida, segura y eficaz de lucrarse.