ADIÓS A UN JOVEN PILOTO
La escalofriante y conmovedora despedida a Andreas Pérez
Emilio Pérez de Rozas
Periodista
Licenciado en Ciencias de la Información por la UAB. Hijo de Carlos Pérez de Rozas, sobrino de Kike y Manolo Pérez de Rozas, integrantes de una auténtica saga de fotoperiodistas. Trabajó en Diario de Barcelona, fundador de El Periódico de Catalunya en 1978 también formó parte de la redacción en Catalunya del diario El País. Colaborador del diario deportivo Sport y vinculado al departamento de Deportes de la cadena COPE, que dirige Paco González. Emilio suele completar muchas de sus informaciones con sus propias fotos, en recuerdo a lo aprendido junto a su padre y tíos.
Emilio Pérez de Rozas
Los responsables del Tanatorio de la Ronda de Dalt no recuerdan, en años, una cosa igual. Nadie ha visto desbordado el Oratorio Tibidabo como lo ha estado este mediodía, con cientos y cientos, diría miles, de familiares, amigos, vecinos, miembros del pequeño ‘paddock’ del Campeonato de España, del Mundial Júnior, en la escalofriante, sentimental, emotiva, sobrecogedora, tierna y sincera despedida al joven Andreas Pérez Manresa, que falleció, el pasado lunes, tras el accidente sufrido en el Circuit de Catalunya. Andreas dejó tal huella con solo 14 años, que todos, todos, quisieron despedirse de él recordándole como alguien tan especial, que su padre Adolfo, coodinador del funeral, no pudo por menos que despedir el sepelio con un “fuiste un grande, Andreas, fuiste un grande”.
Y la verdad, ahora que su cuerpo descansa en la montaña mágica de Montjuïc, el lugar escogido, hace ahora exactamente 50 años, por el ya mítico Salvador Cañellas para convertirse en el primer español en ganar una carrera del Mundial, hemos de decir que todo, todo, lo que hemos oído hoy sobre este pequeño ‘tigrecito’, como le llamaba su padre, era digno de un auténtico campeón, fuera y dentro de la pista.
No es normal, no, que alguien de tan corta edad convoque a tantísima gente con idéntico sentimiento: se ha ido un grande. Lo ha contado la familia, lo han contado sus compañeros del colegio Sant Gervasi de Mollet, lo han explicado sus compañeros de carreras, sus vecinos, cualquiera que hoy se ha acercado al tanatorio y ha hecho sentir a los desconocedores de este pequeño gran hombre que estábamos ante una vida que facilitó la felicidad de los demás.
Por eso papá Adolfo empezó la multitudinaria y sentida despedida con un “por favor, los que subáis a despediros de Andreas, hablarle como si estuviese vivo, él os oirá, creerme”. Y los primeros que subieron fueron sus compañeros de ‘cole’. Y fue tremendo. Todos, todos, tuvieron que interrumpir sus alocuciones, escritas, memorizadas, surgidas del alma, por las lágrimas. Las mismas que provocaron en la platea, las mismas que crearon ríos entre las butacas.
"Lo poco que estudiabas, pájaro, y las 'notazas' que sacabas, ¡que envidia!" "Ahora te lo podemos decir, eras un niño guapo. Las niñas no se atrevían a decírtelo, pero nosotros lo sabíamos" "Sabías del peligro, sí, pero te fuiste haciendo lo que más te gustaba, las motos"
“Amigo, compañero, colega ¿qué va a ser de nosotros? ¿te crees que te puedes ir así, sin más? El día a día va a ser ahora una tortura sin ti. Lo peor del mundo”, le contaba Adolfo al auditorio. “Que poco estudiabas, pájaro, y que ‘notazas’ sacabas, ¡que envidia!”, gritaba Joel con el alma. “Que lo sepas, ahora te lo puedo decir, tío, eras un niño muy guapo, aunque las chicas no se atrevían a decírtelo, nosotros los sabíamos por ellas”, añadió Jorge.
Sabedor de que corría peligro
Y, sí, todos sus compañeros de pupitre y patio reconocieron que, en los recreos, hablaban sobre la peligrosidad de su pasión. “Y tú siempre nos contestabas lo mismo: sé que corro peligro, pero es lo que me gusta. Y, ya ves, al menos tenemos el consuelo de que nos has dejado viviendo tu pasión a tope. Eras un 10 como persona, Andreas”, dijo Pepe. “Dicen, y ahora sé que es verdad, que una persona no muere hasta que se le olvida y tú, Andreas, no morirás nunca porque siempre te mantendremos vivo en nuestros corazones”. Y Pau cerró la despedida de la tribu del ‘cole’: “Bueno, Andreas, jamás pensé perder tantas cosas a la vez. He perdido un hermano, un amigo y un compañero al mismo tiempo. Jamás pensé que podría llegar a sentir tanto dolor. Gracias por tu generosidad”.
Adolfo Pérez y Teresa Manresa salpican su mundo con decenas de amigos. Por ejemplo, Alfonso y Anabel. “Ya ves, Andreas, Teresa y Anabel se quedaron embarazadas al mismo tiempo y ahí estuvisteis Pol y tú compartiendo nuestras vidas, las de todos. Y yo cambiándote pañales y papá, cambiándoselos a Pol. Yo dándote biberones, no, no, perdón tu madre no te daba biberones, tu madre te hacía auténticos tanques de medio litro de leche en polvo, no veas como tragabas”.
También el mundo de las carreras vivió destrozado ese momento. Jordi Gatell, el hombre que tenía programada la carrera de Andreas hasta llegar a MotoGP “porque era tan bueno, que hubiese llegado”, contó, destrozado entre lágrimas, que iba a cumplir sus dos promesas: “Una, no separarme de tu padre y, dos, cumplir tu sueño, que, contrariamente a lo que la gente creía, no era ganar, sino llegar, demostrar que valíamos para correr”. El padre de Jordi Gatell pidió subir al altar para leer una pequeña poesía: “Si algún día visitas mi tumba, no llores. Imagina que estoy durmiendo (…) Nunca pienses que me he ido porque, entonces, sí que habré muerto”.
"Me hizo un último regalo. El viernes me subió en su 'scooter' y me enseñó el Circuit, las curvas que le gustaban y las que no. Y me presentó a sus colegas como su fan nº 1. Me hizo taaaaan feliz, tanto..."
Todo ha sido tan conmovedor, que ni una sola de las cientos de personas que estábamos allí deseábamos que acabase el acto. Ya lo dijo la tia Miriam “solo puedo decirte hasta pronto, tú no has muerto”. Y es que Miriam contó que ella y solo ella (“mi fan número uno”, según el propio Andreas) fue quien recibió el último premio, el último privilegio, de su sobrino: “El viernes, que lo sepáis, pura envidia, me montó en su scooter y me dio un par de vueltas por el vial del Circuit, enseñándome los puntos críticos, las curvas que le gustaban, las que no. Hizo más, cada vez que se cruzaba con un colega, fardaba de tia. ‘¡Es mi tia Miriam! ¡es mi tía Miriam!’. Y yo feliz, demasiado feliz”.
El tío Marcos, tampoco se quedó corto. “Había una cosa en Andreas que le hacía especial. Era capaz de tratar a todo el mundo como si fuese único. Hay muy poca gente que sepa tratar a los de su misma edad con cariño, a los pequeños con amor y a los adultos con respeto. Andreas lo hacía y, además, los hacía mejores, les enseñaba. A mí, me enseñó. Y mucho. Ya no sé de quien voy a seguir aprendiendo”.
Fue papá Adolfo quien despidió a su ‘tigresito’. Y lo hizo hablando de su gran corazón. “Aún recuerdo, con solo cinco años, cómo nos exigía 'porque a nosotros nos sobra, papá', que le diésemos una limosna a la abuelita que cada día, cada día, pedía en el paseo de Cambrils”.
Adolfo reconoció que fue Andreas quien iluminó el camino de todos. “Ha sido demasiado fácil ser tu padre, Andreas. No entiendo como hay padres que no logran conectar, compartir, las pasiones de sus hijos con ellos. Yo me he vuelto loco compartiendo mi vida contigo”.
"Te pregunté que preferías: ganar el Mundial de Moto3 o tres Tours. Y tú, Andreas, dijiste 'tres Tours, papá'. Me quedé de piedra ¡con lo barato que nos hubiese salido!"
Y fue en ese instante cuando Adolfo, señalando el casco de ciclista que una de sus tías había dejado sobre el féretro “porque se lo prometí”, recordó la última vez que le preguntó a su hijo qué prefería, ganar el Mundial de Moto3 o tres Tours. “Y tú, Andres, me dijiste, tres Tours, papá. Me quedé de piedra, sí, ¡de piedra! ¡Con lo barato que nos hubiese salido!”
Y nos fuimos. Nos costó salir de allí. Mucho. Yo vi que la gente se pellizcaba. Vi que muchos se rozaban. Y presencie un montón de abrazos, de arrumacos. Yo encontré a Vicenç Aguilera, jefe del Circuit, y me abracé como hace 30 años, en los tiempos de los rallys de Seat. Y, luego, tropecé en las escaleras con el despistado de Tito Rabat, que, sí, lloraba sin remedio, y nos abrazamos como si nunca más nos volviéramos a ver. Y, sí, a los quince minutos estábamos juntos en el Circuit. Ya sin Andreas Pérez Manresa, un grande como dijo su padre Adolfo.
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