CRÓNICA DE VIAJE

Dormir, en Japón, en un armario llamado 'hotel cápsula'

Esta es la habitación-cápsula del hotel Imalle, de Haneda, segundo aeropuerto de Tokio.

Esta es la habitación-cápsula del hotel Imalle, de Haneda, segundo aeropuerto de Tokio. / periodico

Emilio Pérez de Rozas

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Es posible, sí, especialmente los jóvenes, que muchos de ustedes hayan vivido ya esta experiencia. Si es así, lo siento, pero les explicaré la primera vez (y, de momento, la única) que he dormido, en una mezcla de necesidad, capricho y oportunidad, en un 'hotel cápsula', que yo renombraría, casi, como 'hotel nicho'. Riánse ustedes de los minipisos. Se trata del Hotel Imalle, a poquitos kilómetros, bueno, pegadito, a uno de los dos aeropuertos de Tokio, el Haneda (el otro es Narita), donde llegamos demasiado tarde (bueno, tampoco, a las once de la noche), procedentes de Barcelona y Dubai, y nos encontramos (ya lo sabíamos) con todos los concesionarios de coches de alquiler cerrados. Nuestro destino, ya saben, era el circuito de Motegi (Japón), el circuito de Honda, donde este fin de semana se celebra el Gran Premio de Japón donde, entre otras cosas, puede que el campeonísimo catalán Marc Márquez (Honda) renueve su título mundial de MotoGP y alcance su séptimo entorchado mundial, a los 25 años.

No tenía sentido, nos dijimos los tres amigos (conmigo viajan los fotógrafos Alejandro Ceresuela y Jesús Robledo), gastarse ¿verdad? demasiado dinero (de 120 a 150 euros) en un hotel convencional, de más calidad, con más espacio, así que optamos por meternos en internet y encontrar rápidamente el Imalle de Haneda, donde reservamos tres cápsulas, perdón, nichos, casi, casi, tres inmensos cajones o estantes de un gran armario que había en la pared. Bueno, pueden ver la foto de este texto. La maleta, por supuesto, no entra en la cápsula y debes dejarla en una consigna, previo pago.

Se trata, en efecto, de pequeñas cápsulas, cuyo tamaño varia, sí, los hay algo más grandes, con más espacio y hasta una pequeña mesita con TV, pero el nuestro de anoche era de los minimalistas, por supuesto, limpísimo: dos metros escasos de largo (ideal para mi 1,56 metros), por 1,20 de ancho y escasamente un metro de alto, lo que produce, sí, cierta claustrofobia sobre todo si, en mitad del llamado techo, tienes un detector de humos, por si se te ocurre (que sucede, claro, de lo contrario no lo hubiesen instalado ahí) ponerte a fumar, cosa imposible en mi.

El colchón es confortable, la almohada muy amable y, si tienes frío, cosa que, de momento, no ocurre en el Japón actual, tienes un estupendo edredón para taparte. A tu espalda, bueno, detrás de tu cogote, una pared minimalista, como todo, acolchada, por si te golpeas, en la que tienes un reloj digital-despertador, luz de mesita de noche (sin mesita), enchufe para recargar el móvil y hasta una luz ambiental cuya intensidad puedes graduar por si no quieres, por miedo, que puede ocurrir, descansar totalmente a oscuras en una especie (lo es, sí, lo parece, también) de gran féretro.

Todo empezó en Osaka, en el 1979

Cuentan que el primer hotel cápsula (nicho) se construyó en Osaka en 1979. Se llamaba, cómo no, el Capsule Osaka Inn. Cuentan que la primera idea surgió porque los ejecutivos o trabajadores japoneses, al ir muchos de ellos borrachos, perdían su último tren a casa y se quedaban tirados en la calle o en la estación, y a alguien se le ocurrió crear estos hoteles para dormir unas horas, antes de subirse al primer tren de la mañana.

Lo cierto es que dormir, duermes de maravilla. No sabes (como nos ocurrió a nosotros) si porque vienes de un vuelo larguísimo de más de 10 horas (o de dos, perdón, BCN-Dubai, Dubai-Tokyo) o porque te acostumbras a todo. Desde luego para subirse, como yo, a la cápsula de arriba tienes que ir con sumo cuidado pues, más que de una escalerilla, se tratan de tres peldaños o estantitos robustos de madera para subirte a tu nicho. Luego, tienes una persiana interior de fibra de carbono para cerrarte. Sí, todo el mundo se cierra, pues en la inmensa habitación hay varios ‘armarios’ o pared de nichos con varios viajeros más.

¿Repetir?, solo por necesidad

Fuera, separados, en un rincón del pasillo hay un baño y, un poquito más allá, junto a la habitación de fumadores (indispensable en Japón en cualquier lugar) una estupenda ducha. Sí, sí, claro, todo eso lo haces moviéndote entre viajeros que están igual que tú, medio vestidos, medio desnudos, trajinando tus enseres de un lado a otro, de la cápsula a la ducha o baño.

Como solución de emergencia y/o necesidad (por supuesto, también como curiosidad) está muy bien. La noche solo nos costó 23 euros por viajero. Pudimos dormir, descansar, ducharnos, experimentar (una vez más) la serenidad, tranquilidad, lentitud y meticulosidad de los japoneses (¡nos costó una barbaridad y mucho tiempo, pagar!) y reemprender el viaje hacia Mito y Motegi. Y, sí, en el Imalle de Haneda estaba repleto de jóvenes mochileros (y no tan mochileros) y ejecutivos japoneses, un montón.

Ha sido, desde luego, una experiencia curiosa. ¿Repetible?, en la misma necesidad y situación, por supuesto. Como modo de viajar, no sé qué decirles. Juzguen ustedes.