BIODIVERSIDAD MARINA

Las ballenas se exhiben en la costa del Garraf

ANTONIO MADRIDEJOS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

"¡Soplo!", exclama la vigía del catamarán Elizabeth Fresneda, graduada en Biología, al observar a lo lejos un ejemplar de rorcual común durante su característico proceso de respiración. El gran cetáceo, de entre 20 y 25 metros de longitud, expulsa agua por el espiráculo, un orificio nasal situado detrás de la cabeza, y llena los pulmones de aire en un movimiento de un sonido atronador. Repite la operación varias veces hasta que vuelve a sumergirse en busca de alimento. Se le pierde la vista. A solo 10 millas náuticas, unos 18 kilómetros, se encuentra el puerto de Vilanova i la Geltrú. Sitges se observa a la derecha.

"Durante los meses de primavera, desde marzo hasta junio, las aguas del Garraf muestran una elevada concentración de ballenas. Son algo más que un simple punto de paso, como hasta ahora se pensaba", expone Eduard Degollada, veterinario, presidente de la asociación Edmaktub y patrón del catamarán del mismo nombre. Durante la campaña científica de este año ya se han registrado más de 80 avistamientos, incluyendo una hembra acompañada por su pequeña cría, aunque es muy posible que en varios casos se trate de los mismos individuos. "Desde la distancia no siempre es posible distinguirlos", prosigue. En las inmediaciones también se observan decenas de delfines comunes y delfines listados, así como pardelas, gaviotas, alcas, charranes y otras aves marinas.

Tras el avistamiento del rorcual, los restantes miembros de la expedición Edmaktub anotan las características del animal: lugar y hora exacta de observación, distancia al catamarán, porcentaje de cuerpo emergido sobre el nivel del mar, número de soplos y marcas destacables en la piel, entre otros detalles. Bianca Romeu, una bióloga brasileña, es por ejemplo especialista en bioacústica, mientras que Marta Bermúdez analiza los efectos del tráfico marítimo. 

Con esta información -unas 240 horas de observación y unos 2.200 kilómetros recorridos anualmente- se espera profundizar en la biología y el comportamiento de una especie tan vistosa como desconocida. También se colocan hidrófonos submarinos para grabar los sonidos de los cetáceos y se realizan diversos sondeos para analizar los microorganismos y las características del agua (salinidad, temperatura, pH) a diversas profundidades.

Un poco más tarde, el premio es doble. "¡Soplo!", dice ahora Sara Serrallonga, graduada en Veterinaria: dos grandes ejemplares de rorcual navegan juntos de forma acompasada. El biólogo británico Nathan Timothy gira el timón hacia estribor porque es clave llegar pronto. Cuando el velero motorizado se encuentra a menos de 100 metros de los ejemplares, se paran los motores y Degollada pone en marcha un dron con cámara acoplada para intentar fotografiar los ejemplares. Y lo logra con pericia. Desde una altura aproximada de unos 20 metros, los animales muestran su esplendor: elevan el lomo repetidas veces y, tras tomar aire, arquean el cuerpo e inician el descenso en busca de más comida.

EN BUSCA DE KRILL

"Si vienen por la costa del Garraf y se están unos días es sin duda porque aquí encuentran unas condiciones óptimas, empezando por la disponibilidad de krill, los pequeños crustáceos que les sirven de alimento", explica Degollada. La literatura científica siempre ha considerado que el litoral catalán era un punto de paso ocasional de las poblaciones de rorcual común que se dirigen desde Gibraltar hasta el mar de Liguria, entre las costas de Génova y Córcega, pero el presidente de la asociación Edmaktub está convencido de que no es exactamente así. "Las ballenas van adonde hay comida. No migran por migrar. Se quedan una temporada en los lugares atractivos y luego van cambiando. Son oportunistas". En su opinión, puede haber zonas tan interesantes como el mar de Liguria. El Garraf puede ser una.

En la zona de estudio, entre Sitges y Cunit, la plataforma continental es estrecha y está avenada por diversos cañones submarinos por los que circula el agua fría con nutrientes. En esa zona de confluencia -se forman auténticos precipicios- la riqueza biológica es enorme, como prueba el hecho de que en ella faenan habitualmente arrastreros en busca de gamba roja.  

MEDIOS ESCASOS

La colaboración de los pescadores es clave, prosigue Degollada. Sin ellos sería como buscar una aguja en un pajar. Gracias a un sistema de mensajería por móvil, los científicos tienen constancia de inmediato de cualquier avistamiento en la zona. Y allí ponen rumbo con el catamarán. Sin embargo, el jefe de Edmaktub lamenta la escasa disposición de las administraciones y los ayuntamientos. La asociación se mantiene gracias a unos pocos convenios de trabajo con centros científicos (Laboratorio de Bioacústica de la UPC e Instituto de Ciencias del Mar del CSIC), más ayudas de la fundaciones Zoo de Barcelona y Biodiversidad, los costes de las estancias de aprendizaje a bordo y la colaboración del Club Náutico de Vilanova. "Esto es un trabajo artesanal y muy voluntarioso", dice el jefe de la expedición.

El rorcual común ('Balaenoptera physalus'), la segunda mayor ballena tras la ballena azul, es un cetáceo de distribución cosmopolita. Buena parte de las que se observan en el Mediterráneo, aunque se desconoce si son todas, realizan migraciones que les llevan al Atlántico a través del estrecho de Gibraltar. "Mejorar el conocimiento de esta especie nos ayudará a protegerlas", dice Degollada. Los intentos para colocarles radiotransmisores han fracasado a los pocos días. "No podemos aseverarlo, pero parece ser que las poblaciones de rorcuales en el Mediterráneo están en regresión", conluye. Las colisiones con barcos y la menor disponibilidad de krill debido al aumento de las temperaturas les están haciendo mucho daño.  

TEMAS