La cultura y la paradoja digital

Aprovechar la pujanza de los espectáculos en directo exige liderazgo institucional y coordinación con y entre el sector privado

Enric Hernàndez

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La pujanza de los festivales musicales en Catalunya testifica, al igual que la recuperación de la taquilla teatral tras los peores años de la crisis, un fenómeno bien curioso: cuanto más ágil y económico es el acceso a la cultura mediante las nuevas plataformas digitales, mayor es el interés del público por los espectáculos en directo. Una reconfortante paradoja digital que ya experimentó el negocio musical años atrás, cuando la distribución digital de los contenidos y la piratería global hundieron las ventas de cedés. La mengua de ingresos se compensó mediante un nuevo modelo de explotación, en el que la salida al mercado de cada álbum no es ya sino el pretexto para iniciar una nueva gira de conciertos, principal fuente de negocio.

Junto a las citas más internacionales y asentadas en Barcelona. como el Sónar o el Primavera Sound, los festivales de Cap Roig, Perelada o Jardins de Pedralbes, entre muchos otros, configuran una oferta musical variopinta que año tras año cautiva a miles de espectadores. Los expertos del +Valor analizan en este número las potencialidades y debilidades económicas de estas convocatorias musicales, y de las industrias culturales en general. Un sector especialmente maltratatado por los últimos gobiernos -reducción de aportaciones públicas al sector cultural, incremento del IVA, limitación de la capacidad de gasto de los ayuntamientos...-, pero que aun así genera medio millón largo de empleos en España -un tercio de ellos, por cierto, como trabajadores autónomos- y en torno al 3,5% del producto interior bruto (PIB).

La buena noticia es que Barcelona se sitúa entre las 10 ciudades internacionales más atractivas para el turismo cultural, según el ránking Global Talent in Global Cities 2015. Una posición de privilegio en la que la capital, y por tanto el conjunto de Catalunya, debería perseverar si aspira a captar un turismo de calidad, lo que se traduce en un mayor poder adquisitivo. Y es ahí donde diferentes analistas sostienen que, junto a la sana competencia entre operadores, sería positivo establecer vías de coordinación para que la oferta cultural sea más completa y espaciada a lo largo del año. Lo que precisa, sin duda, de una predisposición favorable por parte de los operadores privados, obligados a entender que la colaboración entre ellos puede ir en beneficio de todos, pero también de un liderazgo sólido y proactivo por parte de las administraciones públicas.

Urge pasar página del dirigismo cultural de antaño, de los añejos gremialismos y de las viejas patums. Todo, para asegurar la buena salud de nuestra cultura y alentar su proyección internacional.