Kiko Rivera, la vida fulgurante

Él y su mujer, Irene Rosales, acaban de anunciar que le van a dar un hermanito a su pequeña Ana. El futuro retoño -al que no han ido a buscar, dicen, pero bienvenido sea y que nacerá en febrero- será el tercer vástago del hijo de Isabel Pantoja y el cuarto nieto de la tonadillera. El autor de ‘Quítate el top’ vive a toda pastilla.

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POR RAMÓN DE ESPAÑA

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Ya pueden decir misa sus detractores, que Kiko Rivera –antes DJ Kiko, antes aún Paquirrín– está hecho un potro y vive su mejor momento como ser humano y como artista: su mujer, Irene Rosales, se dispone a darle un hermanito a la hija de la feliz pareja, Ana, de un año y medio de edad (y un hermanastrillo al pequeño Francisco, que Kiko tuvo en su momento con Jessica Bueno); y ya se puede ir apartando Luis Fonsi con su 'Despacito', que Kiko ataca con 'Sano juicio' –es evidente que no teme los comentarios malintencionados–,un 'hit' de padre y muy señor mío que cuenta con la colaboración de la reteñida y entrada en carnes Lorna –la de 'Papi chulo', si no me equivoco– y un videoclip que es como una versión barata de los de Pitbull, pero por algo se empieza, ¿no?

Últimamente, he cogido la costumbre de dividir a nuestras 'celebrities' de chichinabo en dos grandes grupos. O, mejor dicho, en un grupo muy grande –el de los parásitos sin gracia alguna– y uno muy pequeño: el compuesto por seres en principio desastrosos a los que, con el paso del tiempo, voy cogiendo afecto porque acaban por enternecerme. ¿Hace falta que les diga que Kiko Rivera figura en lugar destacado en este grupito selecto? Y es que he llegado a la conclusión de que la sociedad española ha sido muy injusta con el pobre Kiko, hasta el extremo de considerarle un vago de siete suelas que, cada vez que va tieso de pasta, se presenta en un plató para largar de su madre. Lo cierto es que esa descripción le cuadra mucho más a Borja Thyssen, un ganapán que no da un palo al agua y que, en comparación, convierte a Kiko en un estajanovista.

Lo que le pasa a Kiko es que lo de trabajar por trabajar no le hace ninguna gracia, como a casi todos nosotros. Pero dentro de sus posibilidades, el hombre lleva años esforzándose –a su manera– por dejar de ser aquel adolescente zampabollos al que le dabas un paquete de Winston y unos cubatas y lo tenías entretenido toda la tarde.

UN VISTAZO A SU INFANCIA

Si alguna vez nos parece un cantamañanas, hagamos el favor de echarle un vistazo a su infancia, que a mí se me antoja digna de un relato de Dickens: su padre muere corneado –por el toro Avispado en la plaza de Pozoblanco, Córdoba– cuando él tiene unos pocos meses de vida; carente de figura paterna, debe conformarse con Encarna Sánchez –lo de Encarna con la Pantoja es una tragedia como la del gran Gatsby y Daisy Buchanan– y, luego, con la tiíta María del Monte, más simpática y buena gente, eso sí, que Encarna, así como con menos bigote y sin ese 'look' de funcionaria de prisiones que siempre caracterizó a la difunta locutora. En su adolescencia, entra un hombre en la vida de su madre, pero si tenemos en cuenta que se trata del mangante de Cachuli, no podemos decir que el pobre Paquirrín encuentre un 'role model' masculino de mucho fuste.

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Desde pequeño, Kiko ha visto que le basta con ser quien es para ir haciendo caja. Pese a ello, participa en 'reality shows' como 'Supervivientes' (2011), de donde es repatriado tras un feroz ataque de gota –Kiko siempre se ha adelantado a su tiempo: era calvo y gotoso antes de cumplir los 30– y 'Gran Hermano VIP' (2015) –de donde lo desalojan a las dos semanas, aunque el pobre no molestaba a nadie, ya que solo abandonaba el sofá en el que se pasaba el día sobando para ir a buscar algo de papeo en la nevera. Asimismo, inicia una carrera de pinchadiscos por discotecas de toda España: es la época en que se hace llamar DJ Kiko, cuando deja de repartir aquellas tarjetas de visita tan chulas que se hizo imprimir unos años atrás –durante una de sus fases de mayor vagancia–, cuando se definía como "inaugurador de discotecas y catador de croquetas".

TRATO CON PELANDUSTCAS

Paralelamente a estas aventuras creativas, Kiko busca el amor sin descanso. Parece encontrarlo en Jessica Bueno, pero la cosa no pita y el hombre vuelve a tratarse –a su pesar, pues cree en el auténtico amor– con esas pelanduscas que solo se le acercan a ver qué pillan y que, a los 10 minutos de beneficiárselo, ya están en un plató de Telecinco explicándolo o retratándose en bolas para 'Interviú' (donde una de ellas tuvo el descaro de decir que el muchacho no daba golpe ni en la piltra y que, además, le cantaban los pinreles).

Afortunadamente, se cruzó en su camino la dulce Irene Rosales, y las pelanduscas se lanzaron en busca de otras víctimas. Con un hijo en camino y su 'Sano juicio' petándolo en Youtube, ¿quién se atreve a negar que la vida sonríe a esta estrella del pop y pilar de la sociedad?