Sapitos venenosos

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LUCÍA ETXEBARRIA

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Un grupo de jóvenes descubre que existe una nueva droga de moda que ninguno ha probado. Consiguen un contacto que se la pasa. Reúnen dinero y quedan en un prado de la periferia de la ciudad para consumirla en comunión. El subidón es brutal, y están todos encantados. Los problemas llegan al regreso a casa. Algunos de ellos empiezan a experimentar alucinaciones, imágenes intrusivas. Muchos de ellos viven unas pesadillas tan horribles que no se atreven siquiera a dormir, porque creen que un ente diabólico se va a aparecer en sueños y les llevará al inframundo.

Uno empieza a tener visiones incluso cuando está despierto. Ve a diablos que le persiguen, y huyendo de ellos se tira de un coche en marcha. Cuando llega la ambulancia, los enfermeros aseguran que nunca han visto un caso semejante. Mientras escribo esto sigue internado en el hospital psiquiátrico de Zamudio. La conversación entre los dos enfermeros se ha hecho viral por internet.

Los integrantes del grupo no se atreven a denunciar a quien les vendió la droga. Viven en Bilbao, son hijos de buenas familias, son conocidos Si denuncian, todo se va a saber. Ninguno quiere que se enteren sus padres.

Supongo que quien lea hasta aquí piensa en un grupo de adolescentes, en el argumento de una película de terror. Pues no. Los integrantes del grupo tienen entre 35 y 40 años.

Habían pagado 200 euros cada uno por fumar "sapito", es decir, 5-MEO-DMT, el enteógeno más potente en el mundo, extraído del 'bufo alvarius', un sapo originario del desierto de Sonora, México. Se lo había administrado un tipo que les prometió que el sapito alinearía su destino con un orden superior: una cita cósmica con La Fuente (lo que quiera que eso sea).

Un barrido rápido por internet me bastó para descubrir que existen infinidad de foros que advierten de los peligros de ese presunto chamán que viaja por el mundo organizando este tipo de "ceremonias". Sin embargo, ninguno de los que acudieron se había tomado el trabajo de informarse antes. Pero no me extraña. El grupo de Whatsapp de los hípsters psicodélicos parecía de críos de ocho años. Todo "besos de luz", "os quiero", emoticonos ñoñis… Cursi hasta el coma diabético y pueril hasta la náusea.

A su edad mi padre tenía cinco hijos, Madame Curie había descubierto el radio. Pero si usted hubiera crecido en medio del auge y caída del aznarismo, si hubiera visto a sus padres perder ahorros y trabajo, ¿creería en serle fiel a una empresa para toda la vida, en ahorrar durante años para tener casa propia? Si sus padres le ofrecieran casa, comida y libertad ¿encararían el esfuerzo económico y personal de irse a vivir solo?

Son irracionales, inmaduros, descomprometidos, hedonistas. Son los 'millennials', un 'target' de márketing que fuera de España se encuadra desde los 18 a los 30 años pero que aquí –'Spain is different'–, se alarga hasta los 40. En países desiguales como el nuestro, el grupo pertenece a una franja socioeconómica media y media alta.

Pero forman parte de un fenómeno global: la instalación de los llamados "valores posmateriales", que priorizan la autonomía, la autoexpresión, el placer, la libertad, sobre la responsabilidad y lo que otros llamamos madurez.

Obsesionados con la libertad personal y el placer, para ellos la adultez no tiene que ver con la independencia. Están formateados hacia la inmediatez, y por eso les cuesta ver el beneficio más allá de un esfuerzo.

¿Parejas? Ancladas en un ideal romántico muy poco realista. Todo deben ser mariposas en el estómago, pasión profunda. En cuanto eso se pasa, se busca a un sustituto o sustituta, y así se van enganchando de un Amor De Mi Vida al Siguiente. Monogamia sucesiva, se llama.

¿Hijos? No, eso ya llegará. Pero nunca llega. Para ser padre se necesita dejar de ser hijo, y para dejar de ser hijo uno no puede seguir viviendo con sus padres.

Siguen jugando a videojuegos, siguen consumiendo cereales para el desayuno, siguen enganchados a películas de dibujos animados. Siguen siendo niños atrapados en cuerpos de adulto.

Cuando le pregunté a uno de los participantes que cómo se le había ocurrido meterse en semejante berenjenal me dijo que iba buscando La Fuente, el Sentido de la Vida, que quería vivir una Experiencia, con mayúsculas.

"Tío –le respondí entre cabreada y escéptica–, si de verdad quieres Experiencias Fuertes y conectar con el Sentido de la Vida… Ten un hijo". 

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