Próxima parada: La Historia

La estación de metro San Giovanni de Roma permite un descenso de la modernidad a la prehistoria, pasando por las épocas imperial y republicana

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zentauroepp41287248 mas periodico museo en el metro de roma171214203815 / El Periódico

Rossend Domènech

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A unos pasos de  la basílica de San Juan de Letrán de Roma –sede papal hasta el siglo XIV– se ha inaugurado la primera estación arqueológica de la capital italiana, San Giovanni. Cuando la línea C del metro atraviese el centro histórico, tal vez dentro de unos años a causa de la cantidad de material arqueológico en el subsuelo, las 'arqueoestaciones' llegarán al menos a ser cuatro, incluidas la del Coliseo y la de la Piazza Venezia.

Durante las obras de perforación de la estación, a unos 20 metros de profundidad, se descubrió el mayor caserío rural –datado entre la edad republicana y la imperial– jamás encontrado en Roma y también el mayor estanque de agua conocido, en el que cabían cuatro millones de litros. Los enseres, joyas, platos y vasijas no han ido a parar a un museo, sino a los pasillos y escaleras de la propia estación. El trabajo, realizado por Bellas Artes y el consorcio de constructoras Metro C S.C.p.a., ha sido lento, por los parones de las obras y el encarecmiento de los costes.

40.000 objetos

El pasajero que desciende los aproximadamente 30 metros para llegar a los andenes, puede realizar un viaje desde la edad contemporánea a la edad imperial tardía, para ir a la republicana y terminar en la protohitórica arcáica. Nutren el paisaje muchos de los 40.000 objetos hallados durante la excavación. Huesos de los primeros melocotones que llegaron a Occidente, quizá procedentes de Persia, ánforas de drenaje, otras que contenían aceite, joyas, tuberías, tiestos de terracota... Todo ello explicado con gráficas, vídeos y mapas (el subsuelo de los lugares más notables de Roma estaban planimetrados desde hacía años, pero no así el de las periferias).

Al final del último tramo de escaleras, en la planta baja de los ascensores, aparece la época prehistórica. Más abajo no hay nada. Solo allí el viajero puede subir al tren sin conductor que circula por el exterior desde la periferia sureste de Roma, y se adentra bajo tierra al atravesar la ciudad. A partir de la estación de San Giovanni, los trenes transcurrirán por el centro histórico barroco actual –el mayor de Europa– hasta el Vaticano y más allá.

La fantasía de Fellini

Durante las obras no ha sucedido como en la estimulante secuencia de 'Roma', la película de Federico Fellini, en la que la tuneladora del metro se encuentra de repente dentro de una antigua sala romana. La irrupción provoca la entrada de aire nuevo, que penetra en aquel lugar cerrado desde hacía siglos y desdibuja –y al final borra– los frescos imperiales de las paredes.

Tampoco ha sucedido como en la estación de La Sagrera de Barcelona, donde la construcción destinada al AVE puso al descubierto la mayor finca romana hallada en España y la fosa de esqueletos prehistóricos jamás descubierta en Europa: se dio el tiempo justo a los arqueólogos para filmar, llevarse los objetos hallados y aplanarlo todo con cemento. Probablemente para siempre. "Donde disminuye el interés, disminuye también la memoria", escribió Goethe en una de sus máximas.

La historia y la memoria no son una fantasía, como imaginó Fellini. Exige cuidados, y eso significa tiempo y mayores inversiones, cosa que no ocurrió en Barcelona. Es lo que Bellas Artes de Roma define como "la tutela arqueológica". Que en la línea C de Roma lleva ya, por sí sola, un sobrecoste de 1.108 millones de euros.

2.100 millones de euros

Un kilómetro de metro en la Roma central cuesta 514,4 millones de euros, según Cityrailways, mientras que el promedio en París o Los Ángeles oscila entre los 120 y los 150 millones cada mil metros. Las líneas de Barcelona, en el trayecto entre el aeropuerto y La Sagrera (34 kilómetros), han costado 16.000 millones de euros.

Un kilómetro de metro en Roma cuesta 514,4 millones de euros. En París, 120, y en Los Ángeles, 150

Dicho de otra manera, los cuatro kilómetros de metro que atravesarán el centro urbano romano costarán, según cálculos actuales, 2.100 millones de euros, sobre un coste total de la línea C de 4.100 millones. Será la cuarta línea de metro más cara del planeta, después de las de Nueva York, Colonia (Alemania) y Panamá. Y eso no solo por los paros causados por los hallazgos arqueológicos y los acuíferos no calculados, también por los contenciosos judiciales, habituales en Italia, que encarecen las obras y retrasan la ampliación del transporte público. La línea arqueológica C de Roma se inició en el 2001 y se encuentra aproximadamente a la mitad. La construcción de la línea más moderna de Tokyo, de 40 kilómetros, fue concluida en 13 años.

"Bajando las escaleras ya se sabe que estamos en Roma", dice Rossella Rea, arqueóloga y directora especial para los bienes arqueológicos de la ciudad, que no cabe en sí de gozo por la singular parada de metro, conseguida gracias a una compleja red de protagonistas. Rea subraya que la estación no ha sido transformada en un museo, sino "en un espacio para contar este lugar, que va desde la prehistoria hasta la urbanización". Un reclamo no solo para los pasajeros que la atraviesen con prisa, sino para los turistas.

Vecinos conformes

El pasado año, para compensar a los residentes en la zona de San Giovanni, que durante largos años han sufrido el viacrucis de calles tapiadas, cruces cerrados y andamios mastodónticos, fueron invitados con sus familias a visitar la estación. "Todas las molestias han valido la pena", fue el comentario de mayor consenso.

Porque ha estación es hermosa, aunque ya han empezado las comparaciones y bienintencionadas rencillas entre el metro de Roma y el de Nápoles, ciudad denostada con frecuencia por la crónicas de sucesos, pero que, según los historiadores, con una lentitud y eficiencia digna de los Borbones que la gobernaron, está terminando de construir el que tal vez será el metro más bello de Europa. Cada estación es una obra de arte o un museo en el que han participado artistas de todo el mundo y la colaboración económica de los fondos europeos.

"El problema de la construcción
del metro de Roma no son las vías, son las bocas de entrada", según Bellas Artes

Las guías suelen ilustrar que Roma no cuenta con una red de metro que abarque toda la ciudad, como las 10, 15 o 20 líneas de otras capitales, porque las ruinas antiguas que se encuentran en el subsuelo lo impiden. "Lo complican, pero no lo impiden", explican en Bellas Artes. Según los ingenieros que trabajan en las constructoras, "el problema no son las vías o los trenes trazadas a 30 metros o más bajo la superficie, donde no existe nada, ni tan solo vestigios del paleolítico, sino las bocas de entrada y salida". Estas tienen que ir desde la superficie hasta los trenes y es en estos niveles de terreno donde Roma está plagada de pasado.

Después la estación de San Giovanni del metro C, vendrán las del Coliseo y Piazza Venezia. Esta última plaza parecía la mejor opción para colocar las bocas de entrada, y también las más prácticas para los pasajeros que se desplazaran a la Fontana de Trevi, la Piazza di Spagna, el Corso, el Panteón o la Piazza Navona. Pero las excavaciones sacaron a la luz que había una mansión del siglo XVIII y, más abajo aún, una fundición de vidrio, un taller de artesanía, y así hasta llegar a unos aposentos del siglo I.

Toda aquella riqueza arqueológica hizo imposible practicar una obertura sin causar destrucción, por lo que Bellas Artes y las constructoras cambiaron la ubicación, lo que provocará más avalanchas de peatones cruzando una plaza ya de por sí saturada. "¡Ah, esos administradores!", seguramente dirían entonces los romanos, mientras que todo habrá dependido solamente de la "tutela arqueológica".

El paraíso perdido

La estación siguiente a la de San Giovanni será, camino del Coliseo, la de Via Amba Aradam, en la que las excavaciones han evidenciado lo que algunos han calificado como "la Pompeya de Roma", porque todo fue destruido –y de alguna manera conservado– a causa de un incendio: frescos, salas, casas, esqueletos de perros y gatos, un suelo de tablas nunca visto hasta hoy por los arqueólogos, un cuartel militar entero... 

Eso, nuevamente, ha supuesto el paro inmediato de las obras, nuevos retrasos y más sobrecoste. Tal vez tenía razón Marcel Proust al escribir que "el único paraíso es el paraíso perdido".