Lo normal a veces no es lo sano

LUCÍA ETXEBARRIA

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Él llega a casa y ella le dice: «He hecho cuentas y podemos comprarnos la casa nueva. Pero tenemos que ahorrar. Así que yo voy a quitarme del yoga y voy a ir al trabajo en transporte público y tú vas a tener que quitarte el abono del fútbol». Él, cara de muy contrariado: «¡El abono del fútbol, no! Mira, yo mantengo el abono, y podemos sacar el dinero de la bolsa de la universidad de Diego. Total, no tiene mucha pinta de que vaya a llegar a la universidad».

Vemos entonces un plano de un niño de unos cinco años con cara de pánfilo jugando con unos bloques lógicos para bebé. Ella le dirige una mirada furibunda. La expresión de él revela miedo. Él dice, entre resignado y enfadado: «Ok, me quito el abono».

Luego vemos un agente inmobiliario enseñándole un piso a la pareja. La esposa se queja de que la cocina no es práctica. El marido le dice que eso es lo moderno. La esposa dice que solo hay una habitación para niños, que les falta otra. El marido le dice que recientes estudios han demostrado que es conveniente que los hermanos duerman juntos. La esposa se queja de que en el dormitorio hay gotelé. Él asegura que el gotelé ha vuelto de moda, que es 'vintage'.

Finalmente la esposa, ella, decide que se quedan el piso.

Y entonces descubrimos la razón por la que el marido quería ese piso. Una de las ventanas da precisamente al estadio de fútbol de su equipo.

Y este corto es parte de una campaña publicitaria para el lanzamiento de una hipoteca libre de comisiones.

Analicemos: Ella controla los gastos de la casa. Ninguno tiene cuenta individual. Ella decide por él, decide cómo debe él llevar su tiempo libre. Ella gestiona el presupuesto y ella toma las decisiones. Él, en contrapartida, miente y manipula.

Y por si fuera poco, juegan a la profecía autocumplida. Un niño de cinco años entiende perfectamente lo que sus padres opinan de él y capta tanto el significado como el tono de las conversaciones. Si el padre dice que el niño no irá a la universidad, el niño lo integrará como una verdad, puesto que el niño piensa que el padre lo sabe todo. Y por lo tanto de mayor, efectivamente, no irá a la universidad. Es más, es muy probable que Diego esté jugando con juguetes de niño pequeño porque sus padres no le dan otros, no le estimulan, no dan por hecho que es inteligente y que puede sacar lo mejor de él.

La esposa es controladora e intrusiva y el marido un manipulador. Es una pareja fusional. Pero no es funcional.

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Lo sano en una pareja sería que cada cual tuviera su propia cuenta corriente y ambos tuvieran una conjunta para gastos de la casa, pero que los dos miembros pudieran disponer de su propio dinero sin tener que dar cuentas, aportando, eso sí, una parte de lo que ganen para el mantenimiento común. Cada persona necesita un espacio mental, personal y económico privado, que le corresponda solo a él/ella, para crear su autoconcepto y su identidad. Lo que Lewin llamaba «el espacio vital».

El director de la agencia que ha lanzado el anuncio declara. «Partimos de un 'insight' con el que se identifica todo el que ha pasado por el proceso de comprar una casa…».

Es decir: La agencia cree que los espectadores se identificarán con esta pareja. Y lo triste es que es probable que sí se identifiquen. ¿A alguien le sorprende ahora que siete de cada 10 matrimonios en España se divorcien antes de los 10 años? ¿Le sorprende que los abogados matrimonialistas acaben hartos porque no paran de ver exparejas que se odian, que se hacen todo tipo de putadas inimaginables para una persona mentalmente sana?

Lo sano es saber comunicarse sin imposiciones, sin manipulaciones, sin juegos de poder, sin malas caras, sin chantajes. Casarse no debe significar cortar con las cosas que nos gusta hacer, ni dar cuentas sobre lo que hacemos con nuestro dinero o nuestro tiempo libre, pues se entiende que hay confianza.

Debe significar una relación simétrica, entre iguales. En la que ninguno impone, ninguno se siente usado, ninguno siente que debe mentir o manipular. En la que cada uno apoya y cuida al otro, pero ambos son capaces de vivir y resolver sus asuntos solos. En la que existe una verdadera interdependencia, funcional y sana.

Sí, el anuncio retrata a una pareja «normal».

Pero lo normal, a veces, no es lo sano.