Medio millón de niños borrachos

Lucía Etxebarria

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Historia real 1. Cada año, en Una Provincia Vasca, se monta una enorme fiesta de las 'ikastolas' (escuelas) de la provincia. Se canta, se baila, se defiende el euskera… y se bebe. Acuden todos los alumnos de las 'ikastolas' con sus padres.

Hace dos años, poco antes de la fiesta, desde la Consejería de Educación había habido una reunión con la Asociación de Alcohólicos y Adictos en Rehabilitación para hablar del problema de consumo de alcohol entre adolescentes. El tema era importante porque, según datos de la Universidad del País Vasco (UPV), una de las provincias con más ingresos por intoxicación etílica de menores en España era Esa Provincia. La asociación sugirió eliminar el alcohol en la fiesta, ya que se trata de una fiesta de niños y para niños. Imposible, le dijeron. Había patrocinio, precisamente, de marcas de alcohol.

Historia real 2. Me reencuentro con un viejo amigo que me invita a acompañarle a la presentación de un libro. Cuando acaba el acto, parte de los asistentes continuamos la velada en un bar. Él me pone delante una cerveza que yo no había pedido. La rechazo, no lo entiende. Es que no bebo, le explico. «¿Por qué? -pregunta inquisitivo-. Pero, ¿qué mosca te ha picado ahora? ¿Estás enferma?». Quizá yo sea una alcohólica en rehabilitación, quizá esté tomando una medicación antidepresiva, quizá sea epiléptica. O quizá, simple y llanamente, no quiera beber a las ocho de la tarde. El caso es que a) me ha puesto una cerveza delante sin que se lo pidiera y b) me está acosando a preguntas personales inoportunas porque no he querido beberla.

EL ESTIGMA DEL QUE NO BEBE

Cuando la velada acaba, me propone ir a otro bar a tomar una copa. Le explico que no me gustan los bares con ruido, que ya me toca aguantarlos cuando salgo a pinchar, que no me apetece beber. Pero sé que él quiere algo conmigo, así que le tiendo un capote: «¿No te apetece quedar un día para ir a una exposición, al cine, al teatro, a algo que no implique necesariamente alcohol?». El, picarón: «Sí, claro, vamos donde quieras, pero luego nos tomamos una copa». Yo, medio en broma, medio en serio: «¿Es que no sabes salir sin tomar copas?». Él: «Pues no, yo siempre que salgo pues me tomo algo, como todo el mundo». Yo, ya en serio: «Entonces, me estás diciendo que eres alcohólico». Él: «¡Qué va! Si, de lunes a jueves, no bebo nada…».

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La pena es que lo suyo es 'lo normal'. Quedar con los amigos a la hora del vermut. Salir a cenar, que caigan tres botellas, y luego irse de copas. Ver el partido con unas cervezas. Niños jugando en el parque mientras sus padres los vigilan desde la terraza, caña en mano.

En nuestra sociedad los tres problemas sanitarios que se pueden prevenir son el tabaco, el alcohol y la hipertensión. Los oncólogos aseguran que si no se fumara y no se bebiera el índice de cáncer caería en picado. Pero hemos pasado de esas películas de Hollywood con los galanes fumando a Luis Tosar, Jean Reno, Benicio del Toro, Leonor Watling, la Rosenvinge, Loquillo, Alejandro Sanz… anunciando cerveza.

Y además de la publicidad directa está toda la subliminal. En las series de mayor audiencia, en el fútbol. En todos los festivales de música, sea jazz, pop, rock o electrónica. Ocio se asocia a alcohol

Numerosas asociaciones de prevención del alcoholismo han presentado directivas a la UE para que las botellas de alcohol identifiquen claramente el consumo recomendado y la graduación. Y ninguna ha pasado el primer corte. ¿Intereses comerciales? Supongo.

El anuncio de la FAD lo deja claro. La FAD tiene una mala noticia y una peor. La mala: más de 480.000 menores se han emborrachado en el último mes. La peor: que todos pensamos que esto no va con nosotros.

Y sí va con nosotros. Porque somos nosotros, los adultos, los que estigmatizamos a quien no bebe. Yo lo vivo todos los días. Soy la aguafiestas, la rara, o me acosan a preguntas intempestivas. Porque si no bebo es sin duda porque estoy medicada o enferma o he ingresado en una secta.

Pero este artículo está escrito por una mujer que, como muchos podrán testificar, no ha sido una alcohólica anónima sino una borracha conocida. Conocida en toda Gràcia y toda Malasaña, vamos. Y no para bien.

Y que por eso, precisamente, decidió dejar de beber.