FIGURA REVISADA

María Antonieta, la primera posfeminista

Sotheby's subasta joyas de esta mujer que convirtió su cuerpo en una performance delirante

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Núria Navarro

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Lean lo siguiente como un cuento: una niña de 15 años –la penúltima de 16 hermanos– es depositada en un enloquecido parque temático a 1.236 kilómetros de su familia. Su madre, obsesionada con las 'joint ventures' a escala europea, la ha dado en matrimonio al CEO, un torpón más aficionado al tren de la bruja que al 'shambhala' conyugal, pero que le compra todas las chucherías.

Encerrada en la titilante área recreativa –y sin curiosidad por indagar fuera del recinto–, la joven se convierte en la permanente reina del desfile, hasta que la maternidad pone freno –tarde– a su furioso hedonismo, solo comprendido por una feminista que acaba como ella, mal. ¿Empatizan un poco?

Se trata de María Antonieta, que ha pasado a la historia como la lagarta que, cuando Francia no tenía pan que echarse al coleto, soltó "que coman pasteles" –veremos luego su parecido con el "Obama es el fundador del Estado Islámico" de Trump–. El botarate es Luis XVI, la madre malota es María Teresa de Austria –utilizó a su hija para echar el lazo a los Borbones franceses–, y la feminista amiga, Olympe de Gouges, que le dedicó su 'Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana' (1791), un documento que "condensa toda la rabia de las mujeres, motrices de una revolución que ya las empezaba a traicionar", opina la activista Itziar Ziga, autora de los libros 'Devenir perra' (2009) y 'Glamur i resistència' (2011). "¡Y Napoleón aún no nos había condenado a ser legalmente tuteladas por cualquier hombre toda nuestra vida!", redondea.

Reivindicarla como la primera posfeminista viene a cuento de la subasta en Sotheby’s, el 14 de noviembre, de algunas de sus joyas, que llegaron a manos de su primogénita, María Teresa, y que hasta el año pasado custodió Alicia de Borbón-Parma en España, fallecida a los 99 años.

¿Posfeminista decíamos? Para activistas como Brigitte Vasallo, no es posible saltarse a la torera "el eje de clase". Les suena a Ana Patricia Botín y el feminismo del 1%. O sea, poco representativo. Para otras lo es desde el momento en que, más allá del sexo –que también–, María Antonieta exploró su identidad de manera performativa. "Fue una drag queen –opina Ziga–. Como la aguerrida Manuela Trasobares, María Antonieta adoraba la estética. Y como Frida Kahlo, Madonna, Lady Gaga, Freddie Mercury, Rosalía o Rodrigo Cuevas".

Explica Ziga, a modo de abecé, que la masculinidad se entiende como neutra, y la feminidad, sobre todo la extrema y teatral, como artificio. "Pero todo lo humano es artificial por definición, y María Antonieta recreó en Versalles lo que nunca tuvo: el contacto directo con la naturaleza". Eso quiso reflejar Sofía Coppola en su vituperada película 'Marie Antoinette' (2006), que, revisada a la luz de los giros de guion del feminismo, quizá sea menos superficial de lo que vociferaron algunos críticos.


Una comuna en el Trianón

Pero volvamos al siglo XVIII. De niña, María Antonieta había sido –cómo decirlo– ¿poco normativa? Montaba a caballo, cazaba, y odiaba ser exhibida y convertir en paripés hábitos como vestirse y comer. De ese marco mental, de la noche a la mañana, aterriza en Versalles, donde le doran la píldora a todas horas y la observan cuando come, camina y se encama. "Su error fue querer vencer como mujer en vez de como reina", adelanta Stefan Zweig en 'María Antonieta' (1932).

Como era un real útero y, ay, el rey, entretenido en hacer cerrojos, tardó siete años en consumar (más tarde se supo que tenía una dolorosa fimosis); su madre le metía un 'pressing' insoportable y no paraba de llegar a sus oídos el runrún de "l’autre-chienne" –venenoso juego entre "austriaca" y "otra perra"–, Antonieta optó por ser la muñeca de moda. Convirtió el Trianón en cuartel y a modistas, bordadoras y joyeros, en su particular falange. Publicitó su talla en rascacielos capilares –los 'pouffs'– coronados con plumas, lazos y hasta una fragata (aunque el más loco fue la inoculation, que proclamaba su éxito al persuadir al rey de que se vacunase contra la viruela).

"Era una chica con crédito ilimitado pero sin ningún poder y todo el foco sobre ella, en tierra extraña, que decidió buscar y montarse su círculo afectivo desde la horizontalidad, sin jerarquías, sin géneros, sin vigilancia, en comuna", señala Ziga.

'Fake news' dieciochescas

Ella también fue víctima de las 'fake news'. La más célebre, la antes mensionada autoría de la frase "que coman pasteles". No había Twitter, pero se desmontó rápido. Basta leer las 'Confesiones' (1769) de Jean-Jacques Rousseau, padre de la Ilustración, en la que habla que salió de la boca de "una princesa". Ojo, 1769; y María Antonieta llegó a París en 1770. El republicano seguramente hacía alusión a María Teresa de Austria, la consorte del Rey Sol, o a la madre de este, Ana de Austria.

La lascivia es otra de las acusaciones clásicas. "Hombres y mujeres, todo me servía", dice ella en 'Mi testamento', un texto apócrifo que justifica su condena aparecido después de que rodara su cabeza. "A falta de una amante de Luis XVI a la cual ridiculizar, los pornógrafos políticos se ensañaron con ella", dice Caroline Weber en el libro 'Reina de la moda'.

Cuando era delfina consorte, María Antonieta tuvo 'amigas entrañables' como María Teresa Luisa de Saboya, princesa de Lamballe, y la más descarada duquesa de Polignac, y en el tribunal añadieron a su cuñada Elizabeth de Francia. La propaganda le endilgó un 'affaire' con su cuñado, el conde de Artois, y tuvo algo parecido al amor con el soldado sueco Hans Axel von Fersen, el favorito y probable padre de los hijos de Luis XVI Luis Carlos Sofía 

La gota que llenó el vaso

Y por último, está la historia del collar de diamantes, incidente que la acercó a la casilla del cadalso a pasos agigantados. La cosa es que los joyeros Böhmer y Bassenge crearon un collar de diamantes que (supusieron) Luis XV compraría para su amante Madame du Barry, pero el Rey Sol se fue al otro barrio. Luis XVI se lo quiso regalar, pero Antonieta dijo que mejor destinar el dinero a dotar a la marina.

Entonces, una 'entrepreneur' llamada Jeanne de Lamotte Valois urdió un planazo: hizo que su amante, Rétaux de Villette, falsificara la firma de la reina en cartas al cardenal Rohan, en las que le pedía que comprara la joya para ella; y hasta pagó a una prostituta para que fingiera ser la austriaca en un encuentro nocturno. El cardenal hizo un primer pago y entregó la joya a un lacayo, que no era otro que Rétaux de Villette, que salió pitando con ella a Londres.

Cuando los joyeros exigieron el pago de la deuda, María Antonieta no sabía de qué hablaban. Luis XVI mandó encarcelar al cardenal y De Villette ensució todo lo que pudo desde la capital inglesa. Fue la gota que colmó el vaso.

Todo eso ocurría en una Francia hambrienta, sí. La Revolución francesa acabó con la impunidad del absolutismo, también. Y el eje de clase echa para atrás, bastante. Pero hablamos de alguien que, según los las fuentes documentales, era una ignorante de lo público y en lo privado, una rompedora de techos de cristal (de Sèvres, en su caso).