ENTREVISTA

Lourdes Cirlot: «Internet potencia nuestra relación con lo simbólico»

Vivimos en entornos digitales cada vez más sofisticados, pero seguimos rodeados de señales que nos conectan con la naturaleza más primitiva de la condición humana. Según esta teórica del arte, si la educación estuviera articulada a partir del lenguaje simbólico, sabríamos interpretarlos con más facilidad

Lourdes Cirlot, en la Universidad de Barcelona, de la que es vicerrectora.

Lourdes Cirlot, en la Universidad de Barcelona, de la que es vicerrectora.

JUAN FERNÁNDEZ

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Sostiene Lourdes Cirlot que para captar el verdadero significado de los símbolos hay que disponer de una cierta predisposición en la mirada que ayude a detectarlos e interpretarlos. Pocas miradas pueden presumir de contar con ese filtro, y tan afinado, como la suya. Como catedrática de Historia del Arte, conoce bien el manejo de lo simbólico que han mantenido las corrientes artísticas más contemporáneas. Pero ser hija del poeta y crítico del arte Juan Eduardo Cirlot, autor del 'Diccionario de símbolos' -uno de los estudios más completos que se han escrito en todo el mundo sobre esta materia-, le añade una familiaridad especial, casi genética, con esas figuras con las que convivimos a diario y que no siempre sabemos desentrañar.

{"zeta-legacy-despiece-vertical":{"title":"El perfil","text":null}}¿Llegó a comprender la razón del interés de su padre por los símbolos? No era interés, era fascinación. Desde muy jovencito, casi desde que iba al colegio de los Jesuitas en Barcelona, estuvo muy en contacto con el mundo clásico y la Antigüedad. Le atraía mucho Roma, que fue una época donde los símbolos eran muy importantes. Hace 2.000 años se usaban oráculos para interpretar los sueños, que normalmente hablan a través de símbolos. Esto no ha cambiado en el ser humano: ahora y entonces, los símbolos nos ponen en contacto con el inconsciente. Pero además, mi padre vivió una anécdota que le vinculó con los símbolos de manera muy personal.

¿Qué le ocurrió? Él había sido músico antes que estudioso del arte y sentía una gran atracción por Arnold Schönberg. El compositor, que falleció en California en 1951, vivió un tiempo en Barcelona, en la zona de Vallcarca. En 1956, mi padre y otras figuras del mundo del arte, entre las que estaba Antoni Tàpies, decidieron hacerle un homenaje. Tras rastrear la ciudad buscando las huellas de su paso, finalmente dio con un trozo de arbusto requemado que le había pertenecido. Mi padre decía que aquella pieza le había producido un impacto emocional similar a haber estado en presencia del propio Schönberg. En esto consiste la eficacia de los símbolos.

Corren tiempos poco dados a reparar en ese tipo de vivencias. ¿Es pertinente preguntarnos por la influencia que tienen los símbolos en el mundo de hoy? Muy pertinente, porque son más importantes y tienen más presencia en nuestras vidas de lo que parece. Especialmente ahora, porque hace unas cuantas décadas era diferente. Desde el Renacimiento hemos estado caminando hacia la constitución de sociedades cada vez más materialistas en las que fue quedando arrinconado el interés por la espiritualidad, que es donde los símbolos cobran sentido. Pero esa tendencia ha cambiado. Hay una fecha decisiva: 1969, la llegada del hombre a la Luna.

¿Qué significado le da a ese hito? Fue la primera vez que veíamos al completo, desde una perspectiva alejada, el planeta que habitamos. Esto causó un impacto muy grande en la conciencia de las personas, que quizá no se notó en un primer momento, pero que se ha ido manifestando con el trascurrir de los años. Ese cambio se ha traducido en una vuelta a la percepción espiritual de la experiencia humana, un terreno en el que los símbolos han recuperado la relevancia que tenían.

¿También en el arte? Sobre todo en el arte. De pronto surgieron movimientos como los 'land artist', los artistas de la tierra, que daban mucha relevancia a lo simbólico. 'Spiral Jetty', la obra más famosa del 'land artist' Robert Smithson, que está en el Gran Lago Salado de Utah, es una gigantesca espiral, un símbolo que ha sido usado por el ser humano desde la prehistoria para representar el infinito. Pero esto también podemos verlo en creadores de gran renombre, como el videoartista Bill Viola, cuya obra se expresa a través de lo simbólico. Lo curioso es que la ciencia y la tecnología, que parecían que nos alejaban de lo espiritual, ha acabado llevándonos de vuelta hacia esa percepción de la existencia humana en la que los símbolos son tan importantes. Pienso en internet, que ha potenciado nuestra relación con lo simbólico.

¿En qué medida vivir conectados ha facilitado esa relación? Internet nos permite estar en Barcelona y tomar conciencia de lo que está ocurriendo a la vez en Osaka o en Nueva York. Esa es una idea muy fuerte, el hombre no está preparado para asimilar algo tan inabarcable de golpe. Solo puede lograrlo si tiene arraigada una capacidad simbólica que le permita comprender la globalidad. La red nos ha acercado al pensamiento simbólico, que siempre es de carácter universal.

¿Diría entonces que esta es una época de predominio de lo simbólico? No me cabe la menor duda. Le pondré un ejemplo muy cercano al gran público. Las series de televisión que hoy tienen más éxito, como 'Juego de Tronos' o la misma 'Outlander', están llenas de simbología y su propio fundamento es simbólico. En otras épocas, hace apenas 50 años, este tipo de narrativas no habrían tenido tanta aceptación. Si ahora la tienen es porque la mente del ser humano está más abierta a los símbolos.

¿La manzana de Apple es el gran símbolo de nuestro tiempo? Sí, valdría como símbolo de nuestro tiempo, sin duda. De las manos de Eva ha pasado a los bolsillos de medio mundo. Como símbolo, su mensaje es clarísimo: todos podemos probar del árbol de la ciencia. Uno de los niveles más primarios que existen del símbolo es el signo, y resulta que hoy vivimos en un mundo donde todo ha sido sustituido por signos. Mires donde mires, encuentras signos. Los emoticonos no son otra cosa que eso, símbolos rudimentarios, y hoy ya no somos capaces de mandar un mensaje sin acompañarlo de una carita sonriente. Necesitamos humanizar la experiencia tecnológica, y eso lo logramos a través de los símbolos.

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¿Cambian los símbolos con el paso del tiempo? Cambia la manera de representarlos, pero los símbolos son siempre los mismos desde la Antigüedad. En el Guernica de Picasso, la bombilla que preside el cuadro es también un sol, que es uno de los símbolos más utilizados en la historia de la Humanidad. Picasso lo usa para llamar la atención sobre el horror de la guerra. Ese cuadro contiene una concentración de mensajes simbólicos única en la historia del arte. Por eso es universal y toca la fibra de tantas personas en todo mundo, sean de la cultura que sean.

Si los símbolos son tan importantes, ¿por qué no están presentes en los programas educativos? Vivimos en un país que nunca se ha tomado la enseñanza en serio. Cuando comparas nuestros modelos educativos con los nórdicos, entiendes que les vaya tan bien, porque desde pequeños aprenden partiendo del pensamiento simbólico.

¿Habría que implantar una asignatura dedicada a los símbolos? No, eso no se enseña con una asignatura, sino enfocando la enseñanza de otra manera. En el norte de Europa se enseña el arte sin coacción, no como aquí. Un día, en el museo Lenbachhaus de Múnich, vi como una maestra preguntaba a un niño por qué Franz Marc pintaba caballos azules. Y el niño respondió tan tranquilamente: «Porque los ve azules». Él lo entendía, lo encontraba normal, porque nadie le había coaccionado y había accedido al arte a través del lenguaje simbólico. Pero si educamos a los niños angustiándonos porque se llenan las manos de chocolate y lo manchan todo, vamos mal. Los signos nos enseñan a ser más abiertos.