Joven, bella, elegante y amada

LUCÍA ETXEBARRIA

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Coincidiendo con el triunfo de Enmanuel Macron, el 'Daily Mail' publicó un artículo titulado: 'Cómo desafía a la edad la mujer de Macron'.

Atención porque la señora no era Brigitte ni Brigitte Trogneux. Brigitte no tenía nombre ni apellido. Era simplemente «la mujer de». Tampoco importaba mucho a qué se dedicaba, puesto que no se dedica a nada excepto a ser «mujer de». Brigitte dejó su trabajo para acompañar en todo momento a su marido en campaña. Así que como no hace nada excepto acompañar, solo nos importa cómo luce.

Y una pléyade de expertos han revelado sus secretos al 'Daily Mail':

Brigitte lleva extensiones en la base del cabello, porque a partir de los 50 años a las mujeres el pelo se nos cae y el pelo de Brigitte (como se puede ver en las poquísimas imágenes que existen de ella de joven) tampoco era muy abundante antes. Además, lleva un tinte muy complicado consistente en una base rubia a la que se le van añadiendo mechas de diferentes tonos para que se cree una ilusión óptica de volumen y juventud. Eso cuesta mucho tiempo (visitas quincenales a la peluquería de tres horas), y mucho dinero.

Brigitte se ha hecho un tratamiento de relleno de ojeras, y lleva bótox en el entrecejo. El resto del rostro lo trata con vitaminas y ácido hialurónico, más caros que el bótox pero que no afectan a la naturalidad de la expresión.

Brigitte está siguiendo un programa de ejercicios combinados de cardio y pilates.

El «saludable y natural» tono de piel, prácticamente imposible en la naturaleza en una rubia de ojos azules como ella, es una mezcla de rayos UVA y maquillaje.

La sonrisa es el resultado de carillas dentales de porcelana, y esto se aprecia porque los dientes superiores son más blancos que los inferiores. El coste es de 200 euros por diente. Y por supuesto lleva su tiempo implantarlos y cuidarlos.

Su modelerío es de Luis Vuitton, y su estilista es nada menos que Delphine Arnault, la hija de Bernard Arnault, propietario del imperio LVMH. Cada 'look' de la primera dama está estudiado para hacerla parecer más joven. Desde luego Brigitte no sale a la calle con lo primero que encuentra en el armario, ni siquiera a hacer una compra.

En consecuencia, Brigitte dedica mucho, pero mucho, tiempo y dinero a su apariencia personal.

Ahora fijémonos en otras mujeres.

Jóhanna Sigurðardóttir, 70 años. Theresa May, 60. Angela Merkel, 62. Michelle Bachelet, 65. Ellen Johnson Sirleaf, 78. Erna Solberg, 56. Chrsitine Lagarde, 61. No sé si las conocen a todas ellas. Fue primera ministra de Islandia y la primera ministra del mundo que se reconoció como lesbiana. La primera ministra del Reino Unido. La de Alemania. La que fue presidenta de Chile, la que lo fue de Noruega, la de Liberia, la de Escocia. La directora gerente del FMI.

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Todas tienen arrugas. Canas, pelo escaso. Visten sin marca conocida (excepto la Lagarde, que suele ir de Hermès) Nadie las llamaría «la mujer de», aunque todas están casadas. (Sí, la lesbiana también) No le hace falta a ninguna ir monísima. Aunque, la Lagarde, con arrugas y canas, va divina, y ya se ha convertido en un 'fashion icon' que ha posado en 'Vogue' vestida de Chanel Couture. No olvidemos que trabaja para el FMI.

¿Quién es en estos momentos la mujer más poderosa del mundo? La Merkel, sin duda. ¿Sabemos cómo se llama su marido? Ni puta idea. ¿Lo hemos visto alguna vez? Yo no hasta hoy, que lo he buscado por internet. (Es bastante guapo, por cierto) ¿ Lleva bótox? No. ¿Sigue una dieta? No parece. ¿Tiene peluquero? Si lo tiene, que no me peine nunca. ¿Estilista? No, de hecho Karl Lagerfeld la puso verde por lo mal que vestía y muy inteligentemente la señora Merkel ni se dignó a responder. ¿ Qué hace la Merkel? Pues lo que hace cualquier otro primer ministro. Llevar trajes anodinos, un corte de pelo sobrio, preocuparse lo justo por su higiene personal y su apariencia y no dar una imagen frívola.

Al final, Brigitte será todo lo bella y elegante que ustedes quieran, pero yo admiro mucho más a una mujer que acapara titulares por lo que hace que a las que los acapara por su elegancia y belleza y por ser «la mujer de».

Porque ya lo dijo Albert Einstein: «La gente que se avergüenza de su ropa de mercadillo o de su mobiliario de segunda mano debería avergonzarse de sus ideas harapientas o de sus filosofías de segunda mano. Sería muy triste que el envoltorio fuera mejor que el regalo que va dentro».