UNA HISTORIA DEL HOLOCAUSTO

Isaac Revah, salvado por sefardí

Fue uno de los 367 judíos españoles rescatados del nazismo por el diplómatico Romero Radigales

EVA CANTÓN

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Recuerda perfectamente la llegada de los alemanes a Salónica porque, de repente, sus padres empezaron a hablar en judeoespañol, esa lengua que los sefardís han conservado milagrosamente durante siglos. Su memoria sigue luego la senda del tren que le trasladó al campo de concentración de Bergen-Belsen (Alemania) el 2 de agosto de 1943 junto a otros 366 judíos españoles a los que la tenacidad de un diplomático, Sebastián Romero Radigales, libraría del exterminio seis meses más tarde desoyendo las instrucciones de las autoridades franquistas.

Difícil de olvidar es también el frío del campo, el hambre, el tazón de leche derramada en el fango, las prisas que le metía su padre para que no se entretuviera bajo la ducha de agua caliente que tanto le gustaba. Isaac Revah (Salónica, 1934) tenía entonces 9 años. Los seis meses en Bergen-Belsen transcurrieron entre clases de Biblia y recuentos al alba, en una zona reservada a los judíos susceptibles de ser intercambiados por alemanes que vivían en los territorios ocupados por los aliados.

«En el barracón había enfermos, hubo casos de tifus y hacía un frío terrible, pero no tenía la impresión de que nuestra vida corría peligro, a pesar de que los alemanes le habían dado a España una fecha límite para repatriarnos antes de llevarnos a los campos de exterminio de Polonia. Nuestras condiciones de vida eran degradantes, pero menos crueles que las de otros detenidos. No llevábamos un número escrito en el brazo, los adultos no tenían que hacer trabajos forzados y podíamos conservar los zapatos», evoca en el salón de su apartamento parisino.

Alemania había fijado un ultimátum para que los judíos españoles de Salónica fueran trasladados a España, pero Franco no tenía ninguna intención de hacerlo y solo las gestiones de Romero Radigales, entonces cónsul general de España en Atenas, cambiaron el destino de casi 600 judíos sefardís.

DESTINO: PORTBOU

«Nos salvó la vida de una manera extraordinaria. Mi supervivencia no se la debo a mi fuerza moral o a mi valor, sino a la nacionalidad española y a su humanidad», prosigue Isaac Revah. Una vez liberado viajó con su familia y el resto del grupo de judíos con pasaporte español a Portbou. Allí, el 13 de febrero de 1944, después de atravesar una Alemania en plena guerra, unas hermanas de la Caridad les recibieron en la estación. Al pequeño Isaac le dieron un plátano, fruta que durante mucho tiempo sería para él «símbolo de la libertad».

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«Portbou quedó en mi espíritu como el lugar en el que nací por segunda vez», explica sentado frente a una mesa donde reposa el Mac que almacena el relato con el que contribuyó a que Romero Radigales fuera nombrado en el 2014 Justo entre las Naciones en Yad Vashem, institución israelí que alberga el memorial de las víctimas del Holocausto.

HOTEL EN LA RAMBLA

A Portbou le siguió Barcelona, donde la familia Revah se alojó en un hotel cercano a la Rambla. Cuatro meses «de ensueño» hasta que Franco, que rechazó la presencia de los sefardís en España, les envió a un campo norteamericano próximo a Casablanca en el que vivieron hasta diciembre de 1944. Los niños iban al colegio y los adultos recibían formación profesional. Paradójicamente, terminada la guerra volvieron las penurias durante el mes que pasaron en cuarentena en un campo militar de Gaza. Luego, sus documentos de identidad les llevarían a Tel Aviv. En 1948, 15 días antes de la proclamación del Estado de Israel, el padre de Isaac Revah llegó a París para quedarse. «Creo que mi testimonio y el de otros supervivientes que han sufrido más que yo es importante para evitar que tales cosas se repitan, para mostrar cuál era el detestable estado moral de los nazis, su crueldad y su barbarie», reflexiona.

A los 22 años, Isaac Revah se naturalizó francés para evitar que su pasaporte español le obligara a realizar el servicio militar en un momento en el que el Ejército de Franco ocupaba el Norte de África. Ahora, con 81 años, aspira a recuperar la nacionalidad española gracias a la ley del 2015. «Cuando me preguntan qué hacía yo durante la guerra suelo responder que esperar a que Romero Radigales me salvara. Tengo por él un cariño extraordinario». Isaac Revah nunca llegó a conocerle.