PERFIL
Hasan Rohaní: el jeque diplomático
El actual presidente de Irán -país que acaba de ser sacudido por un terremoto que se ha cobrado medio millar de víctimas- se ha convertido en una de las figuras más relevantes desde la caída del sah
La llegada del clérigo reformista Hasan Rohaní a la presidencia de Irán en el 2013 supuso un respiro para muchos iranís deseosos de vivir en un país con mayores espacios de libertad, tras pasar ocho años bajo la presión del ultraconservador Mahmud Ahmadineyad. Poner en marcha reformas en el Estado persa no es tarea nada fácil, entre otras razones porque el poder real descansa en el ayatolá Alí Jamenei, de 78 años, el verdadero hombre fuerte del régimen, muy poco amigo de cambios.
Rohaní, de 68 años, es un clérigo de mente abierta al mundo y de aspecto bonachón. Nació en 1948 en la ciudad de Sorkheh, en el norte de la provincia de Semnan, en el seno de una familia «religiosa y revolucionaria», según sus propias palabras. Ya de muy joven, a los 13 años de edad, ingresó en el seminario de su ciudad y tiempo después prosiguió sus estudios del islam en la ciudad de Qom, conocida como el Vaticano chií, rama del islam que profesa la inmensa mayoría de los iranís. «No podemos llevar a la gente al cielo por la fuerza, a latigazos», dijo en una ocasión Rohaní. «No debemos interferir en la vida de las personas hasta tal punto. Hay que dejar que cada uno elija su propio camino hacia el cielo».
Hombre del régimen
A pesar de formar parte del sector más moderado, Rohaní –doctor en Derecho por la Universidad Caledonia de Glasgow– no deja de ser un hombre del régimen, siempre fiel a los principios revolucionarios que acabaron con la dictadura pro-occidental del sah de Persia, en 1979, y que constituyen la esencia de la República Islámica. El exembajador británico en Teherán sir Richard Dalton lo ha definido como un hombre «del centro con excelentes vínculos con todas las partes del espectro político de Irán».
A lo largo de su larga carrera política ha ocupado cargos de notable relevancia. Fue diputado del Majlis (Parlamento) muchos años, donde encabezó el comité de Defensa y el de Asuntos Exteriores. Durante la guerra con Irak (1980-1988) ocupó la comandancia de la Fuerza Aérea y a lo largo de 16 años fue el secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional.
Hábil negociador
Pero, sin duda, el cargo de mayor relevancia lo obtuvo a partir del 2003, cuando fue nombrado jefe negociador del dossier nuclear, un tema en extremo delicado que siempre ha estado supervisado por el todopoderoso ayatolá Jamenei. Rohaní demostró ya entonces sus habilidades diplomáticas y su pragmatismo. Con el fin de alcanzar un acuerdo ofreció paralizar el enriquecimiento de uranio, aunque su propuesta cayó en saco roto.
A pesar del espíritu aperturista de
Rohaní, el hombre fuerte del régimen es el ayatolá Jamenei
Su experiencia de hábil negociador de entonces –fue cesado en el 2005, cuando empezó la presidencia de Ahmadineyad– le sirvió, y mucho, diez años más tarde. Fue en el 2015, bajo su presidencia y con Barack Obama en la Casa Blanca, cuando se logró el histórico pacto nuclear que ha permitido al Estado persa eludir las sanciones –que han durado 13 años– y volver a la comunidad internacional. Desde entonces a Rohaní se le conoce como el «jeque diplomático».
«Si lo que buscas son respuestas positivas de Irán, no le hables con el lenguaje de las sanciones sino con el lenguaje del respeto», dijo en plena negociación. Cuando se firmó el acuerdo dijo: «Una nueva etapa ha empezado. Ahora podremos concentrar nuestros esfuerzos en otros asuntos». Tantos años de sanciones habían dejado a la economía del país en situación muy crítica y el desbloqueo ha permitido la entrada de capital fresco e inversiones.
Victoria arrolladora
La buena gestión de Rohaní tuvo su premio en las últimas elecciones presidenciales, celebradas el pasado mes de mayo, cuando obtuvo, por segunda vez consecutiva, una importante victoria en la primera vuelta derrotando a todos los candidatos conservadores y en esta ocasión de forma arrolladora: 57,13% de los votos.
El presidente iraní –que carga con una tragedia familiar personal cuando su hijo mayor murió de forma violenta, no se sabe si fue asesinado o se suicidó– reivindica la igualdad entre el hombre y la mujer, defiende la libertad de expresión y ha pedido la puesta en libertad también de los presos políticos. Tras conocerse los resultados de las elecciones no dudó en afirmar: «Mantendré mis promesas». Pero una cosa son los deseos y otra muy distinta la realidad.
Cárcel y represión
El sector ultraconservador, con Jamenei a la cabeza, tiene una enorme influencia y poder en el país. Las cárceles siguen llenas de disidentes y opositores, entre ellos Mir Husein Musavi (en arresto domiciliario), uno de los líderes de Movimiento Verde, la revuelta popular que estalló en el 2009 como respuesta a la reelección de Ahmadineyad en unos comicios que la oposición calificó de fraudulentos. También hay periodistas entre rejas y no cesan las ejecuciones. Los medios de comunicación e internet están controlados.
Demasiados obstáculos difíciles de salvar. También los tuvo el otro presidente reformista que dirigió Irán, Mohamed Jatamí, que estuvo al frente del país de 1997 al 2005. Su mandato despertó grandes expectativas que después no se cumplieron. Un peligro del que no está exento Rohaní, y más teniendo en la Casa Blanca a Donald Trump que, presionado por Israel, pretende dejar el acuerdo nuclear en papel mojado. Una posibilidad que, de producirse, reactivaría al sector más duro del régimen.
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