ENTREVISTA

Fanny Ardant: "Hombres y mujeres podemos ser igual de ruines"

Su talento interpretativo ha traspasado fronteras desde que en 1981 rodó a las órdenes de François Truffaut 'La mujer de al lado'. Ahora encarna a una transgénero en 'Lola Pater'

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Nando Salvà

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Calificativos como 'mito' suelen usarse a la ligera al hablar de actores y actrices pero, en el caso de Fanny Ardant, no hay más remedio: a punto de cumplir 70 años, la francesa ha pasado 40 de ellos trabajando con autores como Truffaut, Resnais, Scola, Costa-Gavras, Varda, Pollack, Antonioni y Ozon. Mientras otros mitos viven dormidos en los laureles, eso sí, ella sigue tomando riesgos: en su nueva película, 'Lola Pater' –estreno el 13 de julio–, interpreta a una mujer transgénero.

El director de 'Lola Pater', Nadir Moknèche, asegura que la escogió para el papel al recordar la masculinidad que usted proyectaba en 'Vivamente el domingo' (1983), de François Truffaut. Sin embargo, usted siempre ha sido un icono de feminidad. 

Si obviamos el aspecto sexual, se me da mal definir qué es un hombre y qué una mujer. En el fondo somos bastante iguales, ¿no cree? Hombres y mujeres podemos llegar a ser igual de ruines. Para mí, lo femenino es ante todo una un envoltorio: peinado, tacones, maquillaje. Nunca he sentido la necesidad de reivindicarme como mujer. Generalmente se nos define por nuestro sexo y nuestra nacionalidad, pero esas cosas son modificables. En mi opinión, cada persona es ante todo su personalidad, rica y contradictoria.

Hay quien dice que los personajes transgénero deberían ser encarnados por intérpretes transgénero. ¿Qué opina usted?

Que es una estupidez. Yo no soy una terrorista y, a pesar de ello, a nadie le parece mal que interprete a una, ¿verdad? Pues esto es lo mismo. Decir que una mujer cisgénero no puede encarnar a una mujer transgénero es dar por hecho que esas dos mujeres son distintas, y me parece un mensaje terrible.

"Mientras los trans se mantienen en la marginalidad, no nos cuesta aceptarlos. Pero cuando llevan una vida normal, nos estorban"

¿Qué le atrajo del punto de vista desde el que Lola Pater mira al asunto transgénero?

Que huye del cliché. No vincula las personas transgénero a la prostitución, ni a las drogas ni al cabaret o al carnaval, y no las caricaturiza ni las trata como seres grotescos. Y eso a mucha gente le resultará perturbador. Mientras los transexuales se mantienen en la marginalidad, no nos cuesta aceptarlos. Pero cuando quieren llevar una vida normal, de repente nos estorban.

¿Cómo preparó el papel de Lola? 

No sé lo que significa preparar un papel; para mí es algo instintivo. No hablé durante horas con transexuales ni leí libros sobre el tema. Después de todo cada individuo es único, da igual que sea transgénero, u homosexual, o cisgénero. Lo que me atrajo de ella fue su estoicismo: es una mujer que decide luchar por su libertad individual cueste lo que cueste. Admiro a ese tipo de personas. Quienes deciden hacer sacrificios irreversibles son gente que ama la vida.

Rodó sus escenas en 'Lola Pater' sin recurrir al maquillaje, y usted misma ha confesada que le costó mucho hacerlo. ¿Por qué?

Porque yo voy maquillada a todas horas, incluso cuando no ruedo. Así ha sido desde que tenía 15 años. Siempre necesité estar envuelta de artificios. Nunca he tenido gran confianza en mi aspecto. Cuando alguien me dedica un piropo, suelo mirar hacia atrás para confirmar que no están hablando de otra persona. De joven me resultaba difícil tener relaciones. Los hombres se sentían intimidados por mí. 

¿Por su físico?

Sí, pero sobre todo porque nunca fui muy sociable. Tengo muy pocos amigos, y estoy acostumbrada a la soledad. Creo en las conexiones inesperadas. Alguien se sienta a tu lado en una mesa y, de repente, surge una buena conversación. Pero la vida social me angustia, porque cuando las personas forman grupos dejan de ser individuos con personalidad. 

Usted siempre ha sido muy reservada sobre su vida personal. ¿Es cierto que, en entrevistas, suele mentir acerca de su biografía?

No me interesa contarle mi vida a nadie, y que me pregunten sobre ella me hace pensar en interrogatorios policiales. En esta época en la que la gente exhibe sus intimidades en redes sociales, lo que se mantiene privado y clandestino es cada vez es más interesante. Sí, a veces miento, y me encanta leer en prensa o en la Wikipedia cosas totalmente erróneas sobre mí. Pero nunca miento sobre aquello en lo que creo.

¿Y en qué cree? ¿Cuál es su causa?

Estoy comprometida contra la persecución a los gitanos. Hay un aumento de la intolerancia hacia ellos y hacia sus idiosincrasias. Es abominable lo que sucede en Hungría, y en Polonia, y en esta Europa que supuestamente es un ejemplo de democracia. En general, eso sí, no me comprometo a la ligera. Detesto a esas celebridades que se comprometen para salir en la foto. Y me molesta la corrección política. Vivimos un tiempo patológicamente bienpensante, en el que tan pronto como abras la boca vas a estar sometido al más feroz escrutinio.

"Detesto a esas celebridades que se comprometen para salir en la foto. Y me molesta la corrección política"

¿No debe el arte luchar contra eso?

Sí, hacer pensar a la gente y luchar contra la ignorancia y el pensamiento único. Yo estoy orgullosa de la persona que he llegado a ser gracias al teatro y el cine, y de todo lo que sigo aprendiendo sobre mí misma. Nunca he aceptado un papel por dinero ni por publicidad. Cuando hablo con colegas que dicen haber dejado de sentirse gratificados por la profesión, siento pena por ellos. 

¿No le resulta más difícil encontrar buenos papeles ahora que hace 30 años?

Los papeles no son ni mejores ni peores sino solo distintos. Yo siempre dije que cuando dejara de tener edad para interpretar a hijas interpretaría a madres, y que llegado el momento empezaría a encarnar a abuelas. Y eso es algo a lo que muchas actrices no están dispuestas. Por supuesto, para nosotras es cruel envejecer en pantalla, y por eso yo nunca veo mis películas. Pero la edad es algo contra lo que no tiene sentido luchar, porque si te empeñas en hacerlo no disfrutas de la vida. La idea de la muerte está a mi lado, cada vez más presente, pero no pienso vestirme de negro. Como digo, no me importaría dar vida a una abuela. Pero, ojo, no a una que prepare mermelada. Prefiero interpretar a una que dirija una banda criminal.  

Además de abuelas que preparan mermelada, ¿hay algún otro papel que no interpretaría jamás? 

Para mí, lo más importante es sentir afecto por mi personaje. Podría dar vida a una asesina, siempre y cuando fuera una persona compleja y contradictoria. Pero me niego a encarnar a mujeres que son conformistas o estrechas de miras o unas esnobs. La vida es muy corta y, si tengo que pasar tres meses en la piel de otro ser humano, tengo que amarlo. Supongo que eso me convierte en una actriz muy poco profesional, pero qué voy a hacerle. Cuando deje de ser capaz de trabajar solo en las películas que me interesan, supongo que lo dejaré. Alguna vez he fantaseado con abrir un salón de belleza. Un establecimiento pequeño, de barrio, lleno de mujeres normales. 

"La única cosa en este mundo que me parece imprescindible e irrenunciable es el amor. Y hablo de los seres humanos en general"

¿En serio? ¿Dejaría la interpretación?

Si es necesario, por supuesto. Sé que esto sonará muy sentimental, pero la única cosa en este mundo que me parece imprescindible e irrenunciable es el amor. No hablo solo de mí misma, sino de todos los seres humanos en general. Cuando en una cena de gala me toca sentarme al lado de un desconocido, ya sea un embajador o un líder político, lo único que me interesa preguntarle es si ama a su esposa. 

Usted ha convivido con un actor [Dominique Leverd], un director [François Truffaut] y un productor [Fabio Conversi]. ¿Diría que el amor y el arte combinan bien?

No, el amor no combina bien con nada. Porque te quita el oxígeno y te hace perder la poca inteligencia que tienes. Cuando estamos muy enamorados, no pensamos en otra cosa. Es probable que Mozart o Van Gogh no hubieran creado nada de haber estado muy enamorados. El arte solo es capaz de ocupar el espacio que el amor deja libre. Por supuesto, hablo del amor loco y pasional, que es una forma de amar a la que dejé de recurrir hace tiempo.

¿Por qué?

Porque la pasión es mal consejera. Creo en el amor que crece poco a poco. De hecho, lo mejor para llevar una vida emocionalmente saludable son los matrimonios pactados. En Occidente las parejas llegan de inmediato al clímax del amor y entonces se casan, y a partir de ese momento su relación se va deteriorando. En India, en cambio, se casan sin apenas conocerse y poco a poco van echando leña al fuego, y al final de sus vidas se aman con locura. ¿No es mejor?

Datos biográficos

<span style="font-size: 1.6rem;"><strong>Fue actriz de teatro</strong> hasta que conoció a <strong>François Truffaut</strong>, de quien se convirtió en musa y pareja sentimental. Rodaron juntos dos películas –‘La mujer de al lado’ (1981) y ‘Vivamente el domingo’ (1983)–y tuvieron una hija, <strong>Josephine</strong> (34 años). Es madre de otras dos mujeres, <strong>Lumir Leverd</strong> (43 ) y  <strong>Baladine Ardant Conversi</strong> (28). </span>

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