Don't feed the Trump

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RISTO MEJIDE

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Negaré que lo he escrito, pero Trump es un imbécil. Un inculto. Y un memo. Sí, habrá quien piense que hay que darle 100 días de gobierno para juzgarle, pero yo no los necesito, no me hace falta pasarle ni un test de inteligencia. Me basta con ver lo que hace. Cómo lo hace. Y sobre todo, contra quién lo hace. Alguien que desprecia, ataca y se ríe de un discapacitado por el hecho de ser discapacitado, de una mujer por el hecho de ser mujer o de un inmigrante por el hecho de ser inmigrante, no merece ningún respeto, no ya moral, sino ni siquiera intelectual. Racista, machista, misógino y megalómano. Lo tiene todo, el campeón. No le falta ni el tupé alopécico propio de frustrados y acomplejados.

El problema de Trump no es que sea imbécil. El problema es desde dónde lo es. Tener un imbécil en un programa de televisión, puede ser hasta divertido. Mírame a mí, lo bien que me lo paso haciendo además disfrutar a mis seguidores y detractores por igual. Tener un imbécil en el olimpo de los millonarios puede ser hasta catárquico. Ver cómo derrocha su fortuna en gilipolleces nos hace sentir mejores personas. Sí, no tendré tanta pasta como él, pero al menos a mí no me faltan tantos jugadores en la mollera.

Ahora bien, cuando a ese imbécil le pones al frente del cargo más poderoso del planeta, ahí es donde el chiste pierde toda su gracia. Porque entonces estamos obligados a preguntarnos qué ha fallado en todo lo demás. Fíjate que sólo le hemos cambiado de sitio. Él ya era imbécil mucho antes de sentarse en el despacho oval. El poder no te hace imbécil, simplemente te descubre. Lo que ha cambiado no es su forma de ser imbécil, lo que ha cambiado es el «desde dónde» lo es. Como decía mi abuela, tan sólo hay una cosa más peligrosa que un tonto motivado: un tonto motivado con poder.

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Por eso, y porque me niego a quedarme con este mal sabor de boca, hoy me gustaría no alimentar más al troll y reivindicar el poder del desde dónde. La fuerza del lugar desde el que lanzamos un mensaje. Y lo poco que reparamos en ella. Porque nos empeñamos en definirnos a través de las cosas que hacemos. Cuando la realidad, para empezar, es justamente la contraria. Lo que tú no haces es lo que te acaba haciendo a ti. Los besos que no has pedido. El amor que no buscaste. Lo que aprendiste sin estudiar. Esa enfermedad que te sobrevino. Las despedidas no forzadas por ti. Todo aquello que te hicieron sin merecerlo tú.

Pero es que además, las cosas más importantes de nuestra vida, las que nos definen realmente, no han sido nunca fruto de nuestra propia decisión. El lugar donde naciste. Los padres que tuviste. La educación que recibiste. Los amigos que te encontraste. La pareja que te eligió incluso antes de que la eligieras tú.

Por eso, más que lo que uno hace en la vida, hay que fijarse en lo que uno siempre da por sentado, que es el lugar desde dónde lanza su mensaje al mundo. No es el qué, el cómo, el cuándo, el quién ni el porqué. Cada vez estoy más convencido de que es el desde dónde.

Como saben bien los que me conocen, siempre he creído que sólo hay tres modos de triunfar profesionalmente: ser el mejor, ser el primero o ser el único. Ser el mejor es muy difícil, porque sólo hay uno. Y encima suele ser por poco tiempo. Todo Nadal tiene su Federer, y viceversa. Ser el primero es todavía más difícil, porque es la única cosa que es eterna. Neil Armstrong lo fue, y por eso será recordado, porque lo será para siempre. Sólo nos queda ser el único. La forma más accesible de ganarte la vida. Aferrarte a tu singularidad y sacarle partido económico. Defender tu punto de vista único e irrepetible sobre alguna cosa es el primer paso para ganar pasta con ello.

Desde dónde es tu punto de vista, y hoy en día, tener un punto de vista es tener un seguro de vida. Donde hay un punto de vista diferente sobre la realidad, hay un autoempleado, un innovador, un emprendedor, o alguien que tiene algo distinto que aportar. Y la importancia de tener un punto de vista en la vida no está nunca en aquello que se mira. Sino en el lugar desde dónde se ve.