ASÍ SE PROYECTA LA VIDA FUERA DE LA TIERRA

Se busca casa en el universo

El espacio exterior es suficientemente acogedor como para albergar una mayor presencia de humanos. Turistas y mineros, los primeros.

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Michele Catanzaro

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En 1935, el periódico 'The Sun' de Nueva York anunció el hallazgo de una civilización inteligente en la Luna por parte del famoso astrónomo británico John Herschel. La noticia generó sensación: los estadounidenses cayeron de cuatro patas en lo que luego se llamaría "el gran bulo de la Luna". En realidad, el artículo inauguraba una serie de piezas de sátira política ambientadas en esa civilización inventada. El rotativo no había previsto que los lectores se lo tomarían literalmente.

Esta historia revela que hace menos de un siglo el espacio exterior se percibía como un entorno bastante favorable para la vida. La percepción hoy mayoritaria de que se trata de un ambiente yermo y hostil se basa en los enormes esfuerzos que fueron necesarios para enviar a humanos fuera de la atmosfera. Sin embargo, esta visión es más bien una excepción: muchos filósofos antiguos y pensadores modernos dieron por descontado que la vida podía aguantarse fuera de la Tierra.

Esta idea ha tenido una nueva juventud gracias a las declaraciones de personajes como el genial físico recientemente fallecido Stephen Hawking y el empresario Elon Musk, creador de los coches eléctricos Tesla y de los cohetes Space X, que han planeado, sin metáforas ni ironía alguna, que deberíamos organizarnos para dejar la Tierra e instalarnos en algún sitio del espacio, para escapar de los peores efectos del cambio climático.

Colonizar el espacio

"De joven creía que pronto sería posible colonizar el espacio y, por eso, me puse a estudiar ingeniería aeroespacial", afirma Miquel Barceló, profesor jubilado de la Universitat Politècnica de Catalunya y experto en ciencia ficción. "Ahora no me lo creo. Huir a otro sitio sería muy difícil: los males que hemos creado en nuestro planeta, porque somos unos imbéciles entregados desde hace siglos a una economía depredadora, debemos arreglarlos aquí", afirma.

"No es la primera vez que se plantea que nos convirtamos en una especie multiplanetaria", afirma Roger Launius, historiador jubilado de la NASA. "Sin embargo, ¿de dónde va a salir el dinero? Nadie ha hecho nunca un esfuerzo real para conseguirlo", afirma. Según Launius, como ya no existe la principal razón geopolítica que llevó a los humanos a la Luna (la guerra fría), es improbable que los gobiernos se embarquen en las inversiones multimillonarias necesarias para ir al planeta más cercano, Marte. "Tampoco veo esos recursos disponibles en el sector privado", añade.

"La minería de la Luna tiene más incentivos para enviar humanos que el cambio climático", afirma el ingeniero Haym Benaroya

Haym Benaroya, un ingeniero de la Universidad de Rutgers (EEUU) que ha dedicado parte de su carrera a imaginar viviendas espaciales, es más posibilista y ofrece una serie de motivaciones. "Tener unas cuantas personas fuera de la Tierra como salvaguarda para la especie es una buena idea, pero podríamos tardar entre 40 y 50 años en enviar a unos cuanto miles", afirma. Sin embargo, para Benaroya el cambio climático no sería la motivación principal para colonizar el espacio. La competición entre potencias mundiales y la minería de la Luna o de los asteroides son incentivos más relevantes.

"Otro objetivo sería instalar observatorios en la Luna y en Marte para detectar con anticipación asteroides potencialmente peligrosos para la Tierra, e incluso disparar proyectiles para destruirlos desde allí", añade.  No obstante, según este experto, sería difícil encontrar una justificación económicamente sostenible, al menos al principio. "La razón profunda es que los humanos siempre han querido expandirse, desde que salieron de África", explica.

Aun así, el propio Benaroya es prudente en cuanto a los deseos de Hawking y Musk. "Lo primero sería colonizar la Luna. Marte vendría después. A los asteroides y cometas, más que aterrizar en ellos, habría que capturarlos. La NASA tenía un plan para hacerlo, pero no se lo tomó muy en serio", explica. "¿Valdría la pena afrontar el viaje? Esa es la cuestión", afirma el ingeniero.

"Ya Asimov puso de manifiesto el problema de la distancia", dice Miquel Barceló. Ir a Marte requeriría un viaje de meses. Para los planetas externos al sistema solar más cercanos, se necesitarían siglos. "La ciencia ficción ha explorado soluciones como la hibernación o las naves generacionales. Sin embargo, en el momento de la llegada, la sociedad de la Tierra estaría separada de la de la nave por siglos de evolución, incluso quizá se habría olvidado de ella", observa Barceló.

Habitáculo hinchable

No obstante, diversos proyectos están ensayando habitáculos extraterrestres. Por ejemplo, la empresa Bigelow Space está experimentando en la Estación Espacial Internacional (EEI) con un habitáculo hinchable que pretende enviar a la Luna y usar como base para futuros turistas espaciales.

"Las instalaciones iniciales podrían parecerse a módulos de la EEI. Luego se podría recurrir a impresoras 3D o a rocas lunares para construir asentamientos más complejos", afirma Benaroya.

"Un escenario futurista sería acondicionar un cuerpo celeste para que se parezca a la Tierra", dice Miquel Barceló, experto en ciencia ficción

Una traba omnipresente en el espacio es el efecto mortal de las radiaciones, debido a la falta de la protección de la atmosfera. "Las estructuras se deberían enterrar. En la Luna hay unos grandes túneles subterráneos que podrían proporcionar un cobijo natural", afirma el ingeniero.

"El problema mayor es que estamos hechos para sobrevivir en la Tierra: durante millones de años nos hemos adaptado a vivir con la gravedad", argumenta Barceló. Embriones de mamíferos e insectos no han sobrevivido a viajes en satélites.

"La única alternativa sería renunciar a ser lo que somos y modificarnos radicalmente: la novela 'Man Plus', de Frederick Pohl, habla de un individuo modificado para tener la piel más espesa y alas con células fotoeléctricas, para adaptarse a un nuevo planeta", explica Barceló.

Otro escenario futurista es la 'terraformación': acondicionar un cuerpo celeste para que se parezca a la Tierra, como si fuera un desierto convertido en oasis. "No funcionaría en la Luna por la baja gravedad y se tardarían siglos en Marte", zanja Benaroya.

Leyes intrestelares

Un aspecto fascinante de la cuestión es la situación legal de las posibles colonias. "Más de colonias, habría que hablar de asentamientos", afirma Frans von der Dunk, jurista experto en Derecho del Espacio de la Universidad de Nebraska-Lincoln. Desde los procesos de descolonización, Naciones Unidas prohíbe expresamente toda forma de apropiación colonial. Además, el tratado de Espacio Exterior de 1967 establece que ningún país puede apropiarse de un trozo de espacio.

"Ningún país puede reclamar un pedazo de Luna como parte de su territorio nacional", asegura el jurista Frans von der Dunk

"No basta con poner una bandera –explica Von der Dunk–. Ningún país podría reclamar un pedazo de Luna o de otro planeta como parte de su territorio nacional. Por ejemplo, no se podría impedir el ingreso de un astronauta ruso en una base lunar americana". El único instrumento legal a disposición sería aplicar a cada individuo la ley de su país.

Si el ruso matara a un americano, ambos países podrían pedir un juicio. Las situaciones se complicarían sobremanera en colonias multinacionales. Para evitar estos problemas, en la convención de 1975 que regula el registro de las piezas de la EEI, se estableció que cada pieza es una extensión del territorio nacional del país que la lanza. "La EEI es una reproducción en pequeño de la Tierra, pero eso no se podría aplicar a otro planeta o satélite", observa Von der Dunk.

¿Independencia?

La cuestión más espinosa surgiría si las colonias reclamaran constituirse en estado. "Después de unas décadas, los colonos podrían preguntarse por qué tienen que pagar impuestos a un país de la Tierra y no tener su propio estado", afirma el jurista. No está claro si el Tratado del Espacio Exterior permitiría crear un estado lunar. "En última instancia, dependería de lo que la mayoría de los países acordaran. Espero que no harían lo que el rey de Inglaterra cuando Estados Unidos quiso independizarse", bromea Von der Dunk. Un aspecto importante sería evitar que la independencia de los asentamientos los transformara en paraísos legales, donde morosos y criminales pudieran escaparse de sus responsabilidades en la Tierra. 

Hasta ahora, el derecho espacial no se ha aplicado nunca en un tribunal. Conflictos como choques entre satélites u otros accidentes se han resuelto por la vía diplomática. "Sin embargo, a medida que haya más actores privados en el espacio, estoy seguro de que la judicialización va a crecer", afirma Von der Dunk.

Helio 3, hidrógeno, silicio

Un escenario más plausible de mayor presencia humana en el espacio está relacionado con la minería. "La Luna tiene gran cantidad de Helio 3, el combustible de la futura fusión nuclear. También hay oxígeno, que se podría usar para lanzar cohetes a Marte directamente desde la Luna, ahorrando carburante. Y también se encuentra hidrógeno, silicio, magnesio…", afirma Benaroya.

Sin embargo, el ingeniero cree que, de momento, el valor de estos recursos no compensa la inversión para extraerlos. Launius, escéptico en cuanto a otras cuestiones, cree al contrario que cuando la minería espacial se vuelva conveniente, habrá todos los incentivos para llevarla a cabo.

"El turismo espacial es el modelo de negocio más claro", calcula el historiador de la NASA Roger Launius 

Una vez más, no está claro a quién pertenecen los recursos espaciales, según la ley. Una interpretación los compara con la pesca en aguas internacionales: cualquiera que respete unas reglas básicas (por ejemplo, no cazar ballenas) puede apropiarse de estos recursos y, una vez están en su nave, son suyos. Otra interpretación los compara con los recursos mineros del fondo del océano: en este caso, se necesita una licencia internacional y se tiene que compartir alguno de los productos con los países más pobres.

El escenario más probable de mayor presencia humana en el espacio es el turismo. "Aquí hay un modelo de negocio claro. Virgin Galactic está llevando a cabo regularmente vuelos suborbitales", explica Launius. "Luego se conseguirá llevar turistas en órbita, más tarde acercarlos a la Luna y volver, y luego incluso alunizar", aventura Benaroya, que confía en que las economías de escala conseguirán precios más asequibles.

"Será un sector parecido al de las subidas turísticas al Everest: pocos clientes, pero suficientes para justificar la inversión", afirma Launius. El problema principal es que los únicos cohetes para lanzar humanos al espacio disponibles en este momento son los pertenecientes a los programas nacionales de Rusia y China. Por esto, SpaceX de Elon Musk está luchando para ocupar este nicho en el sector privado.

Los expertos más optimistas coinciden en que, de una forma u otra, habrá más presencia humana en el espacio. Pero no por las razones esgrimidas por Hawking y Musk. "Es mucho más costoso emigrar a otro planeta que luchar contra el cambio climático en la Tierra. Si realmente llegamos a la conclusión de que necesitamos emigrar a Marte porque hemos destruido nuestro planeta, es que realmente nos merecemos extinguirnos", concluye Launius.