¿Qué hay detrás del orgullo maternal (in vitro) de Beyoncé?

Normalidad. Hace 40 años los pioneros de la reproducción asistida capearon con la hostilidad del 'establishment'. Hoy nacen 8 millones de niños-probeta al año.

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Núria Navarro

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La historia oficial suele descartar detalles que no interesan. Por ejemplo, que la primera bebé-probeta fue obra de Subhash Mukhopadhyay, un médico de Calcuta que consiguió el chispazo de vida en su casa, con un instrumental pedestre y un frigorífico. Las autoriades de la India –y la lógica colonial, que a la larga 'consintió' otorgarle un segundo puesto en el podio– cortaron el paso a la publicación de su descubrimiento y el médico, ninguneado, acabó suicidándose en 1981. 

Según la versión no oficial, días después nació la robusta y mediática Louise Brown, aunque sus creadores, el tándem británico Steptoe-Edwards, también apecharon con la hostilidad de sus colegas y con la atronadora condena del Vaticano, que utilizó el púlpito para afirmar que el nacimiento de Louise tendría "consecuencias muy graves para la humanidad" porque divorciaba el sexo conyugal de la procreación. Ellos no cejaron, y meses después, en enero de 1979, hicieron posible el nacimiento del escocés Alastair MacDonald, el primer varón in vitro.

El secreto escocés

La historia de Alastair, hoy ingeniero de sistemas de la Royal Fleet Auxiliary –cuerpo civil de apoyo a la Royal Navy–, tiene su gracia. A su madre, Grace, le anunciaron en 1972 que no podría concebir. Un día, estando en casa de un amigo, ojeó un número de la revista 'The Lancet', leyó un artículo sobre la investigación de Steptoe y Edwards y empezó el tratamiento en 1975. No logró un óvulo fertilizado hasta 1978, pero volvió a casa embarazada y no dio explicaciones sobre el cómo.

De hecho, Alastair no se enteró de su origen hasta los 9 años, cuando cazó al vuelo una noticia sobre la muerte de Steptoe que lo mostraba al lado del 'Tío Bob', que así es como llamaba a Edwards, presente en su vida desde la cuna. Alastair agradece hoy haberse librado de ser una atracción de feria infantil, pero lo asume y mantiene una relación cariñosa con Brown (juntos, por ejemplo, celebraron su 30º cumpleaños en la clínica Bourn Hall, en Cambridge, fundada por sus 'hacedores').

Tarta en la clínica

Esta tendencia a festejar el aniversario en el centro reproductivo también alcanzó a Victòria Anna Perea, la primera bebé-probeta española, que vio la luz el 12 de julio de 1984. Ella, convertida en una encantadora licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas por la UAB, cuenta que al principio no entendía por qué, en vez de llevarla al Tibidabo, sus padres, Dolors Ricard, le hacían soplar las velas en la Dexeus.

Luego valoró el escenario de la pirueta genética realizada por la bióloga Anna Veiga, que hizo viajes a Francia con su utilitario para comprar materiales, y el doctor Pere N. Barri, que en los 80 explicó hasta la afonía que allí no guardaban "niños en tarros" (en un sondeo de TVE de la época, la mayoría de paisanos opinaba que a los niños había que hacerlos "por la vía tradicional", los sábados, preferiblemente).

Pasado el tiempo, las 300.000 pesetas [1.800 euros] que desembolsaron los Perea no solo resultaron ser su mejor inversión, sino la prueba de que existía un filón de inversión para el capitalismo extractivo.

Orgullo de 'celebrity'

Según datos del Comité Internacional de Monitoreo de las Tecnologías de Reproducción Asistida (ICMAERT), más de ocho millones de nacimientos se originan en una placa de Petri. Y nadie pone pegas bioéticas a eso, sino que, con el retraso de la maternidad a edades más avanzadas, se aplaude y hasta se airea en el cuché. Ahí están Beyoncé, exhibiendo a sus gemelos Sir y Rumi como la 'Virgen de los Claveles' de Rafael; o Angelina Jolie, con Vivienne y Knox (Pitt); o Nicole Kidman y Emma Thomson, con sus respectivas niñas-probeta, Sunday Rose y Gaia.

España suma 286 centros especializados, 75 de ellos en Catalunya, y factura 539 millones de euros al año, cifra similar a la del sector de los videojuegos. Tres de cada 100 niños españoles nacen mediante técnicas de reproducción asistida. 7.000 cada año.

Un zoom para los que piensen apuntarse: el primer ciclo de tratamiento en una clínica privada cuesta unos 6.500 euros. Y todo depende del número y la calidad de los embriones conseguidos en el ciclo. Según la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), la probabilidad de éxito en la transferencia embrionaria es del 36,6%, y alrededor del 85% de las parejas consiguen un embarazo tras los tres primeros intentos.

¿De París? No, 'made in Spain'

El Estado español, en el furgón de cola en casi todo, aquí saca pecho: es la tercera potencia mundial en tratamientos de reproducción asistida –por detrás de Japón y EEUU– y es el destino del 40% del turismo reproductivo en Europa. La clave está en la <strong>Ley 14/2006 sobre técnicas de reproducción asistida</strong> de la ministra Elena Salgado, aprobada pese a la oposición del PP al capítulo de selección de embriones para curar a hermanos enfermos.

El marco legal apenas tiene rival. En Alemania está prohibido el diagnóstico genético preimplantacional (DGP), una técnica para pacientes con riesgo de transmitir enfermedades genéticas, porque consideran que la manipulación del embrión no es ética. En Italia no se permite destruir los embriones diagnosticados como enfermos por DGP. Y la elección del sexo del bebé solo está permitida en EEUU, Bélgica y México.

Y mientras en Alemania, Italia, Dinamarca y Suiza está penada la transferencia de embriones post mórtem, en China hacen cabriolas. 'The Guardian' publicó la historia de Shen Jie y Liu Xi, un infertil matrimonio chino que decidió recurrir a la fecundación in vitro. Cinco días antes de la transferencia del embrión, la pareja murió en un accidente. Sus padres les lloraron, pero recurrieron a una agencia de gestación subrogada de Laos y, cuatro años después, tenían en brazos a Tiantian, su nieto.

Simientes en el limbo

De no ser por los abuelos, Tiantian sería una simiente en el limbo. En España existen más de 450.000 embriones humanos en contenedores con nitrógeno líquido a temperatura de -196°. Las clínicas de fertilidad denuncian que más de la mitad no tienen destino. Los dueños de los óvulos fecundados no responden a la reclamación de la cuota de mantenimiento ni exponen qué quieren hacer con ellos (solo un 13,5% se significa).

La mitad de los 450.000
embriones

congelados no tienen destino

El resto, si no hay respuesta a dos cartas de requerimiento, son suceptibles de ser dados en adopción (entre un 10% y un 15% de nacimientos por reproducción asistida proceden de embriones sobrantes), destinados a la investigación o destruidos.

Prole a la carta

Pero la industria avanza. Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Internacional, alerta de que se puede secuenciar el genoma en pocas horas y por menos de mil dólares, y que la biología sintética permitirá "personalizar" a la prole. "En el futuro podremos ver el nacimiento de bebés de diseño que poseerán rasgos particulares o serán resistentes a determinadas enfermedades", ha dicho.

De momento, y para horror de Occidente, investigadores de la Universidad Yat-sen de Guangzhou –otra vez en China– publicaron en el 2015 el primer documento cienfífico sobre la alteración del ADN de embriones humanos. Las limitaciones, como en los tiempos de Mukhopadhyay, Steptoe y Edwards, son éticas. Siempre lo son.