Tu amigo, tu amante, tu hada madrina y tu crema hidratante

LUCÍA ETXEBARRIA

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El otro día me reglaron un jabón de olor envuelto en un paquetito monísimo de papel reciclado impreso en tinta natural. Me gustó tanto que quise regalarle uno a mi mejor amiga. Cuál no sería mi mayúscula sorpresa cuando vi que el jaboncito de marras costaba diez euros. Diez. Miré los ingredientes. Llevaba sosa caustica, aceite de coco, aceites esenciales. Calculé el costo, incluyendo mano de obra, papel, distribuidor, manufactura, tienda y hasta lacito. Como mucho, el jabón podía costar cuatro euros. El sobrecoste era el componente emocional de estatus. El jabón era caro porque era exclusivo, difícil de encontrar. Pijo, vamos. Lo que ahora se llama 'trendy' o 'fashion'.

Ustedes probablemente ya conoces la historia de cuando la OCU hizo un análisis comparativo entre diecisiete marcas de cremas faciales. La ganadora resulto ser la crema a granel de un supermercado que cuesta tres euros. La peor, con mucho, una crema que se anunciaba como "crema de caviar del mar muerto" y que cuesta 200. Que apenas contenía protector solar y que además era susceptible de provocar alergia en pieles sensibles.

Las cremas cosméticas mantienen la piel suave porque reducen la evaporación en la epidermis. Por eso la crema hidratante de tres euros es tan eficaz o más como la que cuesta 300.

Lo mismo ocurre con las antiarrugas. Un antiarrugas es, simplemente, una crema hidratante a la que se le añaden proteínas vegetales. Esas proteínas son largas cadenas de aminoácidos que se estiran mientras están rodeadas de crema. Cuando la crema se seca, las cadenas de aminoácidos se contraen y tensan la piel. Por eso reducen temporalmente las arrugas. Temporalmente, ojo. Si lo dejas de usar, la arruga vuelve por sus fueros. Funciona igual el antiarrugas más caro y el más barato.

"¡No puede ser!", me diréis. "Yo uso un poderoso elixir Extracto de Trufa  Zafiro Negro, con elastina natural...". Y aquí es donde mis amigos bioquímicos y yo nos reímos un rato, con tu permiso.

Las empresas cosméticas quieren hacernos creer que realizan investigación de vanguardia, pero sus estudios ni se publican en revistas científicas ni pasan los mínimos criterios que requiere el método científico. El desarrollo de un medicamento requiere años de ensayos clínicos. Pero las líneas de cosméticos se renuevan a cada temporada.

Lo de meter rollos incomprensibles en jerga presuntamente científica se llama "'marketing' pseudocientífico",  que es  el 'marketing' basado en el uso del lenguaje científico empleado para atribuir los productos determinadas propiedades no demostradas científicamente.

Pero sin mentir.  Porque para ser aprobados, los productos cosméticos solo tienen que demostrar que no son perjudiciales para la salud. En cambio, para que un medicamento sea aprobado, es necesario demostrar no solo que no es perjudicial, sino que además funciona. Ese es el truco.

Si os interesa os recomiendo el libro 'Mala Ciencia', escrito por Ben Goldacre, investigador médico en Oxford. En él detalla con mucho humor los fraudulentos ensayos clínicos de las empresas cosméticas y también las argucias legales para evitar denuncias por publicidad engañosa.

Entonces ¿por qué las mujeres pagan tantísimo dinero por productos que no lo valen? Pues porque al marketing pseudocientífico se añade el neuromarketing emocional, orientado a movilizar en las personas sus sentimientos y emociones para crear actitudes y acciones favorables hacia los productos.

Examinen los eslóganes de las cremas. La crema cuida tu piel, la mima, la nutre, la defiende de agresiones externas, la repara,  y se adapta a sus necesidades. Y tú no te das cuenta pero subliminalmente la publicidad te habla a ti. Que estás harta de los piropos callejeros, de los acosos o los desplantes de tu jefe, de lo mal que te trata tu novio o tu marido, de pasar hambre con esa dieta hipocalórica que sigues, y de ir estresada y destrozada todo el día.

Así que sin que tú te des cuenta la crema te promete ser tu amante, tu novio, tu mejor amiga, tu guardaespaldas, tu madre nutricia, tu hada madrina y tu confidente, todo en uno. Y ya de paso, igual te quita alguna arruga, pero eso es lo de menos.

Sinceramente, por 358 euros que vale la crema del Zafiro Negro (no es broma 358 euros por 50 ml.), yo te recomendaría que te los gastaras en una juerga de padre y muy señor mío con cuatro amigas.

Total, si te vas a arrugar de todas todas, por lo menos que sea de reír.