HISTORIAS DE LA NBA

La fascinante ceremonia del anillo

La NBA premia igual la excelencia de los jugadores de los Warriors como la de sus dirigentes en el debut de temporada

Kevin Durant recibe el anillo de campeón de la NBA de manos de Joe Lacob, uno de los propietarios de los Warriors

Kevin Durant recibe el anillo de campeón de la NBA de manos de Joe Lacob, uno de los propietarios de los Warriors / periodico

Luis Mendiola

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El inicio de la temporada de la NBA llega siempre precedido por la proclamación oficial del último campeón, una ceremonia que, desde una óptica europea, no deja de resultar sorprendente y fascinante a un tiempo.

El comisionado de la Liga, Adam Silver, se encargó de oficiar el acto y proclamar la excelencia de los ganadores, los Golden State Warriors, que colgaron del techo del pabellón el pendón que recuerda la conquista, prólogo del partido inaugural que jugaron frente a los Thunder.   

El Oracle Arena de Oakland volvió a disfrutar de esa fiesta por tercera vez en los últimos cuatro años (el sexto título de la historia) gracias al talento de un equipo que se perfila de nuevo como el favorito número uno con el permiso de los Celtics, los Rockets o los Lakers de Lebron James.

Pero más allá de la celebración colectiva, resulta chocante ver cómo se hace tan partícipe del título a los responsables de la franquicia, a la gente de las oficinas, como a los propios integrantes del equipo. Si trasladáramos esa situación al Camp Nou, sería como ver a Josep María Bartomeu, Jordi Cardoner o Pep Segura compartiendo honores con los futbolistas.

Como manda el protocolo, los primeros que recibieron los anillos de manos de Silver fueron los propietarios del club, Peter Guber y Joe Lacob. Después el presidente ejecutivo, Rick Walts, el mánager general deportivo, Bob Myers y el resto del cuerpo directivo, para proseguir por la plantilla, con Steve Kerr a la cabeza, y cerrar con los jugadores.

Los otros campeones

Pero más allá de la genialidad de Stephen Curry o Kevin Durant en la cancha, no podrían entenderse los actuales Warriors sin la llegada al club de Peter Guber, de Mandalay Entertainment Group, y a Joe Lacob, dueño de la firma de capital riesgo Kleiner Perkins, que compraron la franquicia en el 2010 por 450 millones de dólares y que, según el último informe de Forbes del 2018, ha disparado su valor hasta los 3.100 millones de dólares.

Tampoco se entenderían sin la mano brillante de Bob Myers, de 43 años, el arquitecto de los actuales Warriors desde que se instaló en las oficinas en 2011 para llevar la gestión deportiva, abandonado su carrera como representante, y recreando  en la Bahía de Oakland una suerte de ‘Moneyball’, que sirvió para reclutar primero a CurryThompson o Green, nombres en los que nadie creía, y hace dos temporadas, a Durant.

Ese reconocimiento es, pues, una cuestión de justicia.

Sorprende también el valor que se le otorga al anillo, como reconocimiento individual y que, como trofeo, para los estándares europeos, resulta un exceso visual, por más que el delantero del Atlético, Antoine Griezmann, se haya convertido en un valedor de la idea y tras ganar la Copa del Mundo con Francia este verano regalara uno a cada uno de sus compañeros, con el propósito de que cale la tradición.

El anillo, en cuestión, diseñado por la joyería Jason de Beverly Hills, es el primero reversible en la historia de la NBA y también el primero totalmente personalizado. Los 74 zafiros y otros tantos diamantes representan el número de victorias de los Warriors en la última campaña. A los lados,  tallados, se recogen los resultados de las cuatro series de ‘play-offs’: 4-1 a los Spurs, 4-1 a los Hornets, 4-3 a los Rockets y 4-0 a los Cavs.

Y aunque se supone que son piezas únicas, los fans de los Warriors podrán conseguir una réplica fidedigna de esos anillos en la tienda del equipo por un precio de 6.995 dólares. Poco más de 6.000 euros al cambio.