Un candidato ultra y xenófobo, favorito en las elecciones presidenciales en Austria
Carles Planas Bou
Periodista
Periodista tecnológico entre el mundo digital y la política internacional. Centrado en capitalismo de plataformas, IA, vigilancia y derechos digitales. Excorresponsal en Berlín durante más de cuatro años, cubrió los gobiernos de Merkel, la crisis de los refugiados y el auge de la extrema derecha. También ha trabajado en Europa Central y en Canadá. Graduado en Periodismo por la URL y máster en Relaciones Internacionales por la UAB. Ha colaborado con TV3, TVE, Deutsche Welle, Catalunya Ràdio, El Orden Mundial o El Salto.
CARLES PLANAS BOU / VIENA (ENVIADO ESPECIAL)
Viena se despierta gris. Entre los edificios modernistas de Otto Wagner y los colosales monumentos a la realeza heredados del imperio austro-húngaro la lluvia amenaza constantemente a los ciudadanos que pasean tranquilamente por el imponente centro de la capital de Austria. En la placidez que se respira en este centro histórico se esconde el nerviosismo por la segunda vuelta de unas elecciones presidenciales en cuya primera vuelta, por primera vez, la ultraderecha consiguió durante arrinconar y dejar a los partidos tradicionales sin opciones de victoria. Algo insólito.
Por los pasillos donde desfilaron durante siglos figuras tan emblemáticas como la emperatriz Sissi de los Habsburgo ahora puede pasearse Norbert Hofer, la “cara simpática” del populista y xenófobo Partido por la Libertad (FPÖ)FPÖ. En el último medio año, la formación ultra se ha catapultado en las encuestas pero los resultados obtenidos por su candidato en las presidenciales fueron una sorpresa. Este domingo Hofer se enfrentará al independiente Alexander Van der Bellen, que se presenta con Los Verdes, para obtener la presidencia del país.
EL MOMENTO DE LOS POPULISTAS
La ultraderecha siempre ha tenido una fuerte presencia política en Austria, pero los últimos años, marcados por la crisis económica y una mayor inmigración, ha dado cuerda a su discurso. “Han utilizado la confusión por la llegada de refugiados, la desconfianza con Bruselas y el hartazgo con el Gobierno como escalera para llegar al poder”, asegura Karin Liebhart, politóloga de la Universidad de Viena.
Parte de su éxito también se debe a su estrategia de normalización. “No quieren ser vistos como un partido radical y adaptan su discurso. Siempre han sido antisemitas y han ido en contra de la mujer pero ahora dicen que defienden a ambos porqué su principal enemigo es el Islam”, añade la experta austríaca.
El constante desgaste y el giro a la derecha de los socialdemócratas (SPÖ) también ha contribuido al ascenso ultranacionalista. El Ejecutivo ha pasado de abrir las puertas a levantar vallas. “Han querido seguir el mensaje populista del FPÖ para recuperar los votantes perdidos pero su incoherencia hace que esa sangría sea cada vez mayor”, remarca Liebhart. Tras la dimisión de Werner Faymann como canciller y líder del partido, los socialdemócratas han limpiado la cara al Gobierno pero sus políticas contra la migración siguen intactas.
Aunque el elemento ultraderechista siempre parece haber estado ahí. "La xenofobia siempre ha sido parte de Austria. Aquí estamos acostumbrados a convivir con la ultraderecha", asegura Faika el Nagashi, portavoz de políticas migratorias de Los Verdes en Viena.
UN PAÍS DIVIDIDO
El desgaste de los partidos tradicionales y el avance de alternativas más radicales tanto por la derecha como por la izquierda han abocado al país a una mayor polarización. Las elecciones presidenciales, donde Los Verdes tienen más peso que en las parlamentarias, son una prueba de ello ya que han situado a parte de los ciudadanos entre la espada y la pared.
Es el caso de Franz, de 36 años. Como a otros tantos, a este hombre de negocios que se pasea por el centro de la capital bajo un traje impoluto no le satisface ninguna de las dos opciones que se presentan a la presidencia de Austria. “No quiero votar al FPÖ porqué la ultraderecha ya ha manchado suficiente la historia de este país pero tampoco a Los Verdes”, cuenta en un dilema que se repite en casas y bares. Franz trabaja como asesor en un banco privado y piensa que las políticas de los ecologistas dañarían al sector financiero del que vive. “Me decantaré por Van der Bellen, al menos él estará abierto a pactar con democristianos y socialdemócratas”, suspira antes de volver corriendo a la oficina.
Por su parte, Johannes, de 32 años y que vende juegos de rol en un centro comercial de la periferia de Viena, opina: "No me gusta nadie pero votaré a Van der Bellen porqué no puedo imaginarme a un fascista al frente del país". Para muchos los comicios de este domingo son una situación incierta.
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