La victoria aplastante de la candidata independentista en Taiwán amenaza con disparar la tensión con China

Tsai Ing-wen, ganadora de las elecciones en Taiwán

Tsai Ing-wen, ganadora de las elecciones en Taiwán / ES/YH/

ADRIÁN FONCILLAS

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Amenazan borrascas sobre el estrecho de Formosa tras un anticiclón de ocho años. La victoria aplastante del independentista Partido Democrático Progresista (PDP) en las elecciones generales de Taiwán abre un nuevo periodo en las complejas relaciones con China, tan necesitada en lo económico como temida en lo político.

Tsai Ing-wen será la primera mujer presidenta en un país de habla china tras haberse impuesto con un 59 % de los votos frente al 31 % de su rival, el Kuomintang (KMT) cuando se habían escrutado las tres cuartas partes de las papeletas. Ni siquiera las encuestas más optimistas sugerían tanta distancia. El hundimiento del KMT, más afín al régimen chino, ha empujado a la dimisión de su líder, Eric Chu. Éste ha pedido perdón a sus seguidores y reconocido la derrota.

Tsai ha ofrecido tras la victoria un discurso medido para contentar a su seguidores sin alarmar demasiado a Pekín. La futura presidenta ha repetido que mantendrá el status quo (una independencia de facto que no proclamará formalmente) y pedido a China que respete la democracia taiwanesa. En esta nueva era, ha subrayado, ambos gobiernos deben de tratarse con “reciprocidad y respeto”. Tsai también ha agradecido el apoyo de Estados Unidos y Japón, con los que China acumula roces en el Pacífico. 

El relevo finiquita los ocho años de armonía, durante los cuales se han firmado una veintena de acuerdos económicos, comerciales y de tránsito. La sintonía alcanzó en noviembre su cúspide con la histórica reunión en Singapur de Xi Jinping y Ma Ying-jeou, líderes de China y Taiwán, por primera vez desde que terminase la guerra civil que ganaron los comunistas de Mao Zedong.

INTENTO DESESPERADO

Aquella reunión fue vista como un truco desesperado de Ma ante unas encuestas adversas y el apoyo de Pekín a su partido más afín. Muchos advirtieron de que sólo había conseguido aumentar el miedo en la isla a la creciente influencia política de China. Xi recalcó que Taiwán no podía repetir los errores del pasado, una alusión encubierta a las soflamas independentistas de Chen Shui-bian, antiguo presidente del KMT, que terminó en la cárcel por corrupción. La prensa china ha insistido en el mundo de tinieblas que se avecina si Taiwán vuelve a las andadas.

“Aquella reunión pudo ayudar a Ma a ganarse un lugar en la historia y quizá a las relaciones bilaterales a largo plazo, pero no creo que hayan beneficiado ni perjudicado al KMT. No tiene efectos en estas elecciones”, señala por email Chen-Shen J. Yen, director del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad Chengchi (Taiwán).

Queda claro que las relaciones quedarán tocadas con Tsai en el poder, ahora falta dilucidar si quedarán más cerca de la sintonía perfecta con Ma o el cotidiano fragor con Chen.

ALIVIAR CONFLICTOS VECINALES

Para Edward Friedman, sinólogo y profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Wisconsin, es difícil intuir cómo reaccionarán las facciones duras del Partido Comunista de China ante un hipotético desafío de la isla. “Estimo que el Supremo Líder Xi enviará advertencias y que la presidenta Tsai continuará la política de logros que han llevado al acercamiento económico de Taiwán y China”, sostiene por email.

Friedman también alude a los cálculos geopolíticos en un momento en que la diplomacia china se esfuerza en aliviar todos los conflictos vecinales. “¿Por qué el Líder Supremo Xi, asumiendo que promueve los valores chinos con Japón, la ASEAN, India y Estados Unidos, amenazaría esos grandes asuntos por unas insignificantes riñas con la isla de Taiwán, cuya población y PIB es menor que la de una provincia media china? Taiwán parece un asunto cada vez más pequeño en el cada vez más grande cálculo global de China”.

El clima en el estrecho dependerá, más que de Pekín, del grado de beligerancia de Taiwán. Pekín juzga innegociable el principio de “una sola China” pactado en el Consenso de 1992 y que permite la interpretación opuesta. Tsai no lo ha reconocido, ha insistido en su orgullo por el “hecho diferencial” taiwanés y tras aquella cumbre recordó que sólo la población decidiría a través de las urnas el futuro de las relaciones con Pekín. Pero Tsai está lejos de las posturas más vehementes de su partido. Ha prometido que mantendrá el statu quo: una independencia de facto, única en la esfera internacional. Las dudas surgen de su capacidad para embridar a los que desde su partido pretenden declararla formalmente, algo contra lo que Pekín ha prometido responder con la fuerza militar.

DEPENDENCIA DE CHINA

Tsai ha sido empujada al poder tanto por los errores de Ma como por la gripada economía. Los múltiples acuerdos con Pekín la han hecho cada vez más dependiente de China y muchos temen que acabe amenazando su autonomía. Protestas políticas y sociales surgieron tras saberse que una empresa pública china entraría en el accionariado de varias compañías taiwanesas tecnológicas. No ha sido extraño en los últimos años que los acuerdos económicos estimulasen manifestaciones en la isla, en especial de los jóvenes, como las del movimiento girasol.

El comercio de Taiwán con China alcanzó en 2014 los 130 mil millones de dólares y la isla envía al continente el 40 % de sus exportaciones. Millones de turistas chinos visitan la isla cada año después de que se levantasen las anteriores limitaciones.

La situación empuja a una potencial vulnerabilidad, señala Bonnie Glaser, experta en Asia del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos. “Pekín podría presionar económicamente a Taiwán en el futuro. Taiwán debería expandir sus relaciones económicas con otras naciones, especialmente India y las del Sudeste Asiático. El problema es que la China continental bloquea cualquier progreso”, señala por email.