relato de las atrocidades del régimen de damasco
Viaje al calvario sirio
EL PERIÓDICO ha conseguido penetrar en territorio sirio pese a la prohibición del régimen de Damasco a la entrada de los reporteros internacionales. Marc Marginedas, con la ayuda de los guerrilleros del Ejército Sirio Libre, ha cruzado la frontera desde Turquía para contar qué ocurre en el país árabe. Un fotógrafo 'free-lance', también en el país, aporta la imagen que acompaña el texto.
Marc Marginedas
Periodista
Premio 'Cirilo Rodríguez' al mejor corresponsal en el extranjero (2013), Premi Nacional de Comunicació (2013) y Premio Luka Brajnovic de Periodismo (2019). Autor de 'Periodismo en el campo de batalla: 15 años tras el rastro de la yihad'. Protagonista del documental 'Regreso a Raqqa' (2022)
MARC MARGINEDAS
La cuenca del ojo derecho era tan solo una masa ennegrecida de sangre coagulada, desprovista del globo ocular. El cuello presentaba un orificio de entrada de bala con una salida en la nuca, prueba de que el disparo que acabó con su vida fue realizado a quemarropa y de forma voluntaria. La espalda y los antebrazos estaban cubiertos de innumerables llagas aún en carne viva mientras que las uñas de ambas manos mostraban signos de haber sido extraídas sin contemplación alguna. Había en aquel rostro deformado, repleto de costras y moratones, una mueca de dolor infinito, con la boca entreabierta, como queriendo decir algo.
Este era el estado en que fue recuperado, el pasado 21 de enero, en la morgue de un hospital de Aleppo, el cadáver de Ibrahim Hajo Ibrahim, trabajador de la construcción de 37 años. Había sido arrestado un mes y dos días antes, a plena luz del día y entre testigos, cuando se dirigía a la segunda ciudad de Siria en busca de un trabajo con el que alimentar a su esposa, Aisha, y a sus cuatro hijos, el mayor de los cuales tiene 7 años.
Ha sido un hermano de la víctima el que ha relatado a EL PERIÓDICO desde un pueblo en el norte de Siria el estado en el que se encontraba el cadáver de su ser querido. En cuanto se pisa tierra siria, tras un largo y peligroso periplo a través de la frontera con Turquía, se empiezan a constatar las señales del horror. Los testimonios de la represión se multiplican, a cual más escalofriante, más sobrecogedor, más inhumano. Solo un anticipo de lo que debe vivirse en los enclaves de la insurrección duramente aplastados.
LISTAS DE MÁRTIRES / Los hermanos y hermanas de Ibrahim solo supieron de él cuando su nombre apareció en una de las listas dechouhada(mártires) que circula en estos días en foros de internet leales a la insurrección. Ayer, su hermano Abderrahim se avino a mostrar el vídeo grabado por él poco tiempo antes de enterrar al difunto, con el que pretende dejar constancia de las torturas a las que fue sometido.
«Nos dijeron que había muerto durante un traslado en autobús, al estallar una mina al paso del vehículo; pero ya se ve que su cuerpo no está ni carbonizado ni muestra heridas propias de una explosión», se indigna. «Si algún día puedo, me vengaré de quienes han hecho esto a mi hermano; son miembros de la inteligencia o los servicios secretos», advirtió mientras apuraba una taza de café.
Mihiaalid Bin Al Asad, carpintero de 30 años, corrió mejor suerte que Ibrahim. Tras pasar 62 días de custodia policial, repartidos entre el cuartel provincial de la inteligencia de Idleb y la sede central en Damasco, fue puesto súbitamente en libertad. Su inexplicable excarcelación le permitió ayer relatar en persona el calvario padecido y mostrar con sus propias manos la cicatriz sufrida bajo su cautiverio. Se resume en una mandíbula rota, el dolor de la cual calma a base de cápsulas de ibuprofeno y una sordera total en el oído izquierdo.
«Cada día me golpeaban durante 30 minutos con las manos atadas en la espalda», cuenta. «En ocasiones, adherían cables a los dedos de mis manos y pies y me sometían a descargas eléctricas. ¿Sabes lo que es una silla eléctrica? Pues yo lo he experimentado», continúa.
Los interrogatorios eran repetitivos y cansinos. Sus torturadores, a los que no podía ver por tener los ojos cubiertos con una venda, se limitaban a preguntarle de forma reiterada si conocía a Saad Hariri, el líder de la comunidad suní libanesa y enemigo número uno del régimen de Damasco, o a Abdel Jalim Haddam, dirigente sirio huido al extranjero.
SIGUE LA MATANZA EN HOMS / Mientras el Ejército Sirio Libre, la facción desertora de las Fuerzas Armadas, asegura que controla varias zonas del norte del país, en Homs, considerado bastión insurrecto, el régimen seguía machacando con su artillería por cuarto día. Cientos de personas han muertos, según la oposición, desde que el viernes empezara la ofensiva. Alrededor de un centenar solamente durante el lunes. Testigos relatan la presencia de carros de combate cerca del centro.
El Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH) dio cuenta ayer de que las fuerzas de seguridad intentaron tomar el barrio de Baba Amr de la ciudad de Homs, para lo cual fue bombardeado desde primera hora de la mañana. Una cámara fija instalada por la oposición reflejó durante todo el día de ayer disparos esporádicos de kalashnikov y de artillería pesada. Los testigos relatan que la situación humana es extrema porque nadie se puede desplazar a riesgo de ser alcanzado por los francotiradores, apostados en los tejados de la ciudad.
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