Verdún, el horror de la Gran Guerra

Soldados franceses salen de su trinchera durante la batalla de Verdún en 1916.

Soldados franceses salen de su trinchera durante la batalla de Verdún en 1916. / periodico

EVA CANTÓN

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Más que una batalla, fue el símbolo del sacrificio, de una lucha existencial que creó en el imaginario colectivo de los franceses la idea de resistencia. Hace ahora cien años, el 21 de febrero de 1916 a las 7.15 horas de la mañana, los alemanes desataron una tormenta de acero a tan sólo 230 kilómetros de París. La ofensiva lanzada por el general Erich von Falkenhayn pretendía sorprender al Ejército francés, que preparaba el ataque en Somme convencido de que el enemigo no se atrevería con el fortín de Verdún.

En dos días se lanzaron dos millones de obuses, uno cada 15 segundos. Los alemanes confiaban en debilitar a los franceses sin sufrir demasiadas bajas, pero Verdún resistió y se inició entonces una lucha sin cuartel que se prolongó diez meses en una zona de unos pocos kilómetros cuadrados entre el fuerte Vaux y la colina del Mort-Homme.

Fue una de las batallas más largas de la historia, que condensó todo el horror de la Gran Guerra y dejó un trágico balance de más de 300.000 soldados muertos (163.000 franceses y 143.000 alemanes) cientos de desaparecidos y heridos. En total hubo 700.000 bajas, paisajes devastados y pueblos enteros borrados del mapa.

“Todo eso, para nada. Ninguno de los beligerantes hizo grandes conquistas. Lo que quedó fue el orgullo de haber aguantado, de haber mostrado que los franceses eran buenos soldados, algo que los alemanes dudaban al principio y terminaron por reconocer. Pero el balance fue pobre. Alemania no podía ganar la guerra. Francia tampoco. La conclusión de Verdún fue un impás militar y político con consecuencias en la moral de las tropas y la población”, cuenta en ‘Le Un’ el historiador francés Antoine Prost, coautor junto al alemán Gerd Krumeich de ‘Verdún 1916’.

INFIERNO EN EL FANGO

Verdún quedará grabada en la historia como el acto más emblemático de la primera guerra mundial, el de la victoria de los franceses, pero también el del infierno de los soldados en el fango, el de un campo que los combates de la artillería tapizaron de plomo, el de la guerra de trincheras.

Fue también la batalla que encumbró al general Philippe Pétain -un cuarto de siglo más tarde a la cabeza del régimen de Vichy- quien para mantener la resistencia organizó un sistema de rotación de los soldados con el que hizo desfilar por el frente a tres cuartos del Ejército francés transportados por una ‘noria’ de camiones a través de la famosa ‘vía sagrada’.

Fueron 300 días de apocalipsis que culminarán el 18 de diciembre con una victoria defensiva de Francia y las posiciones de los dos ejércitos prácticamente iguales a las del inicio de una contienda que vio nacer el mítico ‘No pasarán’. Al otro lado de la frontera, sin embargo, la instrumentalización de Verdún por los nazis durante la segunda guerra mundial contribuyó a borrar la batalla de la memoria de los alemanes.

Con el tiempo, la experiencia de Verdún, del “nunca más la guerra” generó otro símbolo: el de la reconciliación franco-alemana sellada el 22 de septiembre de 1984 con la imagen emblemática del presidente François Mitterrand y el canciller Helmut Kohl con las manos unidas en el osario de Douaumont, donde  yacen los restos de 130.000 soldados.

EL TRIUNFO DE LA MUERTE

“A posteriori, el recuerdo común de la batalla tendría un efecto benéfico. Pero todo esto no es nada de nada frente al daño humano que le precedió. Una batalla donde sólo triunfó la muerte”, recuerda el historiador alemán Gerd Krumeich.

Treinta y dos años después de aquel histórico encuentro, François Hollande y Angela Merkel volverán el próximo 29 de mayo al mismo sitio para celebrar la paz acompañados por 4.000 niños franceses y alemanes durante una ceremonia que será dirigida por el realizador alemán Volker Schlöndorff.

Antes se irán sucediendo toda una serie de actos conmemorativos que arrancan este domingo con la reapertura del Memorial de Verdún, un lugar dedicado a la memoria creado en 1967 y ahora actualizado para recrear con una nueva escenografía los pasos de los soldados que partían a la primera línea del frente.

Al centenario se ha sumado el Museo del Ejército con una exposición consagrada a ‘la madre de todas las batallas’ desplegada en 28 paneles en el patio de honor de Los Inválidos de París.