ELECCIONES LEGISLATIVAS EN VENEZUELA

La Venezuela pobre

El chavismo perdura en los barrios desfavorecidos de Caracas, aunque Maduro no es tan popular como su antecesor

Un hombre vende ropa en una calle de Caracas, el pasado viernes.

Un hombre vende ropa en una calle de Caracas, el pasado viernes. / REUTERS / NACHO DOCE

ABEL GILBERT / CARACAS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La relación entre Jonhatan y su hermano es irreconciliable. Una línea emocional los separa. Si hablan de sus ídolos y colores, la conversación se tensa. Puede pasar de las palabras a los golpes. Jonhatan adora a Cristiano Ronaldo. En cambio, su hermano es del Barcelona. Idolatra a Leo Messi. Jonhatan tiene 10 años y esa mañana, como no encontraba ninguna camiseta que vestir, usó la culé y se fue a acompañar a su madre al chiringuito que atiende en la entrada del barrio 23 de enero. Levantado en una de las colinas que rodean a Caracas, desde la cual se tiene una vista preferencial del palacio de Miraflores, el 23 de enero es uno de los símbolos urbanos del chavismo. Un barrio pobre, caliente, saturado de consignas y emblemas. Los hombres y las mujeres del barrio descienden por la mañana para ir a ganarse el pan y vuelven antes de que huya el sol y llegue la zozobra. Muchos trabajan en casas o negocios de personas que aborrecen la figura de Hugo Chávez. Todavía le dicen “mico mandante”, con desdén animalizado.

Jonhatan ha crecido en medio de esos antagonismos más viscerales que los del fútbol. Su abuela Elizabeth es la encargada de la capilla que se ha erigido en la entrada del 23 de enero para recordar a 'San Hugo' y pedirle que perdure el milagro de la asistencia social. Detrás del chiringuito que linda con la capilla de madera,  Reyna, la madre de Jonhatan, dice: “el domingo acá votamos casi todos por el Gobierno. ¿Cómo no lo voy a hacer si me garantiza la educación de mis hijos, les da de comer en el colegio bolivariano, les compra los libros?”.  El barrio tiene sus zonas de peligro. Un grupo armado chavista, Tupamaros, que dirige el 'Comandante Mao',  funciona como una suerte de orden paralelo: disciplina a la comunidad, persigue la delincuencia, es un oído más de lo que se dice y calla sobre la situación de precariedad que se atraviesa en medio de la crisis económica y que puede traducirse en deserción electoral. Mao no se cansa de decir que, si es necesario, pondrán sus pistolas al servicio de la revolución.

A los pies del barrio hay un campo de béisbol. A esta hora hay un entrenamiento. En una de sus paredes se han pintado, en orden de importancia, los rostros de Chávez, Jesucristo, Bolívar, Nicolás Maduro y Salvador Allende. Joswell no ha concluido el quinto año del liceo. Con sus 16 años es el coordinador de la juventud. Está a cargo de las actividades culturales, deportivas y, naturalmente, políticas. “Ser chavista y no madurista es una contradicción. Nicolás es hijo de Hugo que ha soportado una guerra económica, paramilitarismo, terrorismo”. No está dispuesto a admitir fisuras ni contradicciones en el poder. Dice buen día y gira sobre sus talones. Cuenta que tiene otras cosas más importantes que hacer.