CRÓNICA DESDE FERRARA

Una fábrica de salud en la zona medieval

La catedral de Ferrara.

La catedral de Ferrara.

ROSSEND DOMÈNECH

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En la ciudad hay 120.000 bicicletas, casi una para cada uno de sus 135.000 habitantes, bebés incluidos. Salen silenciosas de cada esquina, se desplazan en parejas o grupos. Para el visitante los primeros minutos de paseo son definitivos. O las bicicletas te tumban o aprendes a sortearlas sin moverte de tu trayecto. El 25% del transporte de Ferrara se hace en bicicleta, ya sea para ir a la compra, al trabajo, hacer ejercicio físico o una excursión en familia.

El resultado es un sorprendente silencio que envuelve las calles medievales, en las que se oyen más voces que motores. Los bares y restaurantes están siempre llenos, las pastelerías también y los ferrareses transmiten opulencia. «Esta no es nuestra crisis», susurran.

En la ciudad del poeta Ludovico Ariosto, donde vivió Lucrecia Borja, se ha abierto la Fábrica de la Salud, un proyecto único, como únicas fueron estas ciudades-estado medievales que nacieron en este norte italiano. La Fábrica de la Salud ha sido inventada por un especialista en ostras y un cardiólogo. El segundo, Roberto Ferrari, le dijo al primero, Remigio Rossi, que fuera con cuidado porque las ostras llevan mucho colesterol, que mejor sería que se dedicara a producir anchoas frescas, cuyo omega 3 robustece el corazón.

El cultivador de ostras está modificando ahora los moluscos para disminuir el colesterol y, juntos, han abierto la Fábrica, una verdadera industria de la prevención sanitaria. En el local, situado frente al famoso Palacio de los Diamantes, los 130.000 habitantes pueden acudir para hacerse un chequeo médico.

En los 2.060 metros cuadrados que la pequeña pero rica universidad local ha puesto a disposición de la Fábrica, los ciudadanos encuentran también una cocina, en la que se les imparten cursos de cómo hacer la compra y cómo cocinar después los alimentos. Un psicólogo asesora sobre el estilo de vida que llevan y en un huerto adyacente los alumnos de primaria aprenden a sembrar, cultivar y recolectar.

Un laboratorio científico registra, analiza y evalúa los datos recogidos y un canal de televisión difunde lo que se hace. Todo es gratuito. En los últimos seis años, la pequeña universidad ha inspirado o creado 18 sociedades y es la primera en Italia por patentes registradas.

La Fábrica no es un apaño de la buena voluntad médica. Los particulares invierten en «menús funcionales de salud», elaborados con ingredientes de primera calidad, certificados por la universidad y vendidos congelados a los hospitales. Menús para el diabético, el hipertenso o el cardiópata. Tres patentes, que se suman a otra: la de un «pan del corazón» para las tres patologías, que se vende en los supermercados.

Las facultades de Ingeniería y Arquitectura han puesto a sus especialistas a trabajar para restaurar y reestructurar los 90.000 metros cuadrados que ocupa el centro histórico. Facultades universitarias y municipio han colaborado en el acondicionamiento de ocho kilómetros de murallas, donde los ciudadanos hacen el ejercicio recetado por los médicos. Y aquí, cada pocos metros hay un experto con un desfibrilador. La crisis queda lejos.