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Trump cumple el expediente con un ataque limitado en Siria

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Idoya Noain

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La lluvia de misiles sobre Siria con la que Donald Trump había amenazado hace unos días se hizo real en la madrugada de sábado, cuando Estados Unidos, Francia y el Reino Unido lanzaron una operación militar conjunta en la que atacaron con 105 misiles tres instalaciones sirias que vinculan al programa de armas químicas de Damasco. Aunque fue una ofensiva más quirúrgica, milimetrada y calculada de lo que se había anticipado y el secretario de Defensa de EEUU, James Mattis, llegó a definirla como “una operación de un solo tiro”, le acompañaron y siguieron un torrente de declaraciones con dura retórica de todos los actores del conflicto, los habituales cruces de acusaciones y advertencias, los debates sobre la legalidad de la operación, una reunión de emergencia en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, las declaraciones grandilocuentes...

Horas después del ataque, sin embargo, es difícil determinar qué ha cambiado en el conflicto, o qué viene a continuación. Y las acciones de Rusia, que pese a la dura condena verbal no participó en la respuesta militar, no ha sufrido bajas ni ha anunciado sus propias represalias por el ataque a un aliado, alejan el fantasma de que el conflicto civil escale sin retorno a una guerra regional o global. Por ahora.

En Washington se ha celebrado como un “éxito” la operación, diseñada como respuesta a un ataque con armas químicas el 7 de abril en Duma que EEUU, Francia y Reino Unido atribuyen al régimen de Bashar al Asad (aunque de momento no han aportado pruebas y la investigación sobre el terreno de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas arrancaba este sábado). Lo hacía el presidente Trump, que en un mensaje en Twitter ha hablado de un ataque “perfectamente ejecutado” que “no podía haber tenido mejor resultado”. Ha llegado a escribir entre exclamaciones “¡Misión cumplida!”, una frase de infame recuerdo, asociada a la precipitación de George Bush al declarar en 2003 la victoria en la guerra de Irak, un conflicto que se eternizó, provocó decenas de miles de muertos y sin el que no se entiende el surgimiento del Estado Islámico.

El estamento militar estadounidense respalda, no obstante, el mensaje de Trump, que ha dirigido su segundo ataque militar contra Siria tras el que lanzó el año pasado contra una base aérea tras la matanza con armas químicas en Jan Sheijún. En una rueda de prensa, el director de la Junta de Jefes del Estado Mayor, el lugarteniente general Kenneth McKenzie, ha asegurado que se ha mandado “un rotundo mensaje al régimen de Asad con una misión precisa, aplastante y efectiva”, que se centró en una instalación cerca de Damasco y otras dos cerca de Homs. Dana White, la portavoz del Pentágono, ha defendido también que “se han cumplido los objetivos, se ha golpeado el corazón del programa de armas químicas, por eso es misión cumplida”. No sin cierta paradoja, en la misma comparecencia White ha asegurado que “la misión de EEUU en Siria no ha cambiado y sigue siendo derrotar al Estado Islámico”.

Equilibrismo político y militar

Con la calculada ofensiva militar EEUU, Francia y el Reino Unido han realizado un ejercicio de equilibrismo político y militar. Han ejecutado una operación tan limitada que no ha causado la temida respuesta bélica concreta de Rusia o de Irán que podía desatar un conflicto más grave. Por otro lado, mandan un mensaje de contundencia, marcando el uso de armas químicas como una línea roja ante la que actúan, incluso sin el respaldo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Esa decisión pone en cuestión la legalidad internacional de sus acciones. Y aunque de forma extremadamente diplomática y sin una mención concreta, así lo ha recordado este sábado en la reunión de emergencia del Consejo el secretario general de la ONU, Antonio Guterres. “Hay una obligación, particularmente cuando se lidia con temas de paz y seguridad, de actuar de forma compatible con la Carta de Naciones Unidas y con el derecho internacional en general”, ha dicho el portugués.

La Carta de la ONU solo recoge la posibilidad de actuar militarmente en defensa propia o con el respaldo del Consejo. La primera posibilidad no se cumple en el caso del ataque en Siria, por más que Trump dijera el viernes que “establecer una fuerte disuasión de la producción, propagación y uso de armas químicas es un interés vital de seguridad nacional de EEUU”, o aunque los embajadores ante la ONU defiendan, como ha hecho la británica Karen Pierce, que “pueden intervenir para aliviar el sufrimiento humanitario”. La segunda es impracticable por el derecho de veto de Rusia en el Consejo.

No está claro qué va a suceder a partir de ahora, o cómo cambia la guerra en Siria. En el Pentágono McKenzie ha reconocido que a Damasco pueden quedarle capacidades “residuales” de uso de agentes químicos, aunque no ha dado detalles. Y en Naciones Unidas, la embajadora Nikki Haley ha insistido en que Trump está “armado y listo” para volver a atacar