El Estado Islámico pierde Raqqa, su último gran bastión en Siria
Las milicias árabes y kurdas, apoyadas por EEUU, han logrado hacerse con la ciudad, una derrota más para los yihadistas que se suma a las que han tenido este año
Adrià Rocha Cutiller
Periodista
Adrià Rocha Cutiller
El color de las banderas ha cambiado: ahora es el amarillo chillón —y no el negro— el que ondea en la plaza del Reloj de Raqqa, la que fue, durante tres años, el patíbulo del Estado Islámico (EI). Es el amarillo de la enseña de las Fuerzas Democráticas de Siria (SDF, en sus siglas en inglés), que este martes han capturado, con la ayuda de Estados Unidos, la ciudad de Raqqa, la antigua capital del EI en Siria.
El grupo terrorista está cada vez más menguado, y solo conserva en la zona territorios en la región de Deir Ezzor, la más remota y desértica de Siria. En Irak, además, el EI también ha sufrido enormes pérdidas: el Estado Islámico está a punto de quedarse sin Estado.
Espías, blasfemos y asesinos
Cuando lo fue —cuando, a partir del 2014, el Daesh empezó su expansión— a Raqqa se le reservó un papel especial. Y la plaza del Reloj fue su escenario. Es aquí donde los yihadistas practicaban sus ejecuciones y donde tenían su centro de operaciones.
«En la plaza practicaban unas trece ejecuciones al mes. A los que acusaban de espías, blasfemos o asesinos les cortaban el cuello por delante. Los "magos" eran decapitados por la espalda, y a las mujeres las mataban disparándoles con pistolas», explica un habitante de la ciudad huido a 'The Guardian'.
Muchos de sus líderes y cabezas más visibles —muchos de ellos ya muertos— vivieron en Raqqa y se cree que el líder, Abu Bakr al Bagdadi, se escondió allí algún tiempo. Su paradero es ahora desconocido, y, de hecho, se desconoce si está vivo o muerto.
Cuatro meses de batalla
Pero este martes Raqqa, una ciudad en ruinas tras cuatro meses de larga batalla, ha quedado liberada de sus manos; y la población que quedaba hasta hace poco allí atrapada, unas 3.000 personas, podrán, por fin, dejar la guerra atrás.
Aunque no les será fácil: según el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH), durante la batalla por la ciudad han muerto 1.130 civiles. Y sus responsables no han sido únicamente los militantes del Estado Islámico, que usan a la población civil como escudo humano.
Acorde con un informe de esta organización, los bombardeos de la coalición internacional liderada por EEUU han matado a 270 niños. En las afueras de la ciudad hay, en la actualidad, 240.000 refugiados, que esperan volver a Raqqa cuando se reconstruya.
Últimos combates
La ciudad, han explicado las SDF, ha sido finalmente retomada durante la madrugada del lunes al martes, cuando los yihadistas, al fin, han abandonado la plaza. Allí, dicen, quedaban algo menos de 300 miembros del EI, que se negaron a ser evacuados y a entregar la ciudad.
Pero muchos, aunque vaya en contra de su credo, lo hicieron: la semana pasada las SDF pactaron con los terroristas dejarles marcharse o rendirse. Los yihadistas sirios (unos 1.000) lo hicieron, y, en Raqqa, solo quedaron los extranjeros.
«Mostraron su perseverancia en la plaza. Pero rompimos sus defensas y han sido expulsados del centro de la ciudad. Ahora solo hay algunos combates cerca del estadio municipal, en las afueras, que también ha sido capturado», ha dicho este martes a la prensa un comandante de las SDF.
El portavoz de la coalición, el coronel Ryan Dillon, ha asegurado además que «aún quedan explosivos en algunas áreas de la ciudad, de manera que se continuará limpiando debidamente estas zonas».
Credibilidad
«El mayor reto en Raqqa será tanto la batalla en sí como dar seguridad y estabilidad después de la expulsión del Estado Islámico —escribió el analista sirio Hassan Hassan en un artículo publicado al inicio de la contienda—. Cuando el Estado Islámico capturó Raqqa consiguió entenderse con los líderes tribales, y no encontró resistencia por parte de otros grupos rebeldes. A causa de esto, el EI se pudo dedicar a construir alianzas con las comunidades locales de Raqqa, y a resolver disputas entre ellas».
«[Las SDF] tienen el trabajo crucial de entender las dinámicas de estas tribus e intentar construir, no imponer, su credibilidad. No es imposible que esta fuerza mayormente kurda pueda ser aceptada en Raqqa, pero solo podrá hacerlo con el diálogo», explica este analista sirio, uno de los mejores conocedores mundiales de la naturaleza del Estado Islámico.
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