ELECCIONES PRESIDENCIALES EN ARGENTINA

Scioli versus Macri

El candidato kirchnerista se enfrenta a un opositor afianzado como exponente de la nueva derecha argentina

Fotomontaje con Macri (izquierda) y Scioli tras votar en Buenos Aires y Tigre, respectivamente, este domingo.

Fotomontaje con Macri (izquierda) y Scioli tras votar en Buenos Aires y Tigre, respectivamente, este domingo. / periodico

ABEL GILBERT / BUENOS AIRES

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Los dos aspirantes a reemplazar a Cristina Fernández de Kirchner en la presidencia argentina han llegado al final de la segunda vuelta electoral convencidos en sus propias posibilidades. Daniel Scioli, el candidato oficialista, representa el perfil de quien, en principio, debería dar continuidad a una herencia política y cultural de 12 años en Argentina. El opositor Mauricio Macri, por contra, representa la opción liberal de quien ha suavizado su discurso en campaña y se afianzado como exponente de una nueva derecha tolerante y respetuosa.

DANIEL SCIOLI, EL MODERADO OBLIGADO A DEFINIRSE

Daniel Osvaldo Scioli se muestra irreconocible en estas horas: ha endurecido su lenguaje. Artesano de la ambigüedad, decidió, empujado por las circunstancias electorales, hablar claro. Semejante transfiguración no termina de despejar el gran interrogante: ¿Quién es verdaderamente Scioli? Pablo Ibañez, su biógrafo, ha intentado responderlo en 'Scioli secreto. Cómo hizo para sobrevivir a 20 años de política argentina'. Eso es Scioli: un gran superviviente. Es dos años mayor que Mauricio Macri (nació en 1957) y está unido a su rival por lazos sociales y culturales. Aunque en una escala diferente, Scioli es también el hijo de un empresario que vendía electrodomésticos.

Estudió en un colegio público y ganó primero notoriedad como deportista. A fines de los años 80 compitió en un estilo motonáutico prácticamente inexistente. Llegó a correr solo en una carrera que, por supuesto, ganó. En los años 90 se casó con una modelo de lencería, la rubia Karina Rabolini. Macri estuvo en su boda. Carlos Menem, el presidente que cambió el ideario de Juan Perón por el de Margaret Thatcher, no pudo ir a la fiesta porque estaba en el exterior.

Era abril de 1990, y 'Playboy' le preguntó cómo había vivido durante la última dictadura (1976-83). Scioli respondió: “Había mucha gente que estaba muriendo por ideales absurdos. Bueno, no digo que fueran absurdos, pero no tenían ningún sentido constructivo. Estaban los terroristas y los militares matándose unos a otros y en el medio, los secuestrados”. Era entonces “muy difícil tomar una posición a favor o en contra”. Scioli reconocía la existencia de injusticias, pero de algo estaba seguro: “Si las Fuerzas Armadas no hubiesen actuado (en el combate contra la guerrilla, que fue la excusa para la represión general), no sé hasta dónde habría llegado todo aquello”.

FIEL A MENEM Y DUHALDE

Scioli se había trazado un horizonte estrictamente deportivo, pero perdió un brazo en un accidente y tuvo que abandonar la motonáutica. Menem, que estaba a la caza de “ricos, lindos y famosos” para llevarlos al Congreso, lo acercó a la política. Fue un legislador fiel al presidente, y cuando le llegó el declive, prestó sus servicios a Eduardo Duhalde durante su presidencia provisional.

En el 2002, Duhalde lo nombró ministro de Deportes. Néstor Kirchner necesitaba una figura moderada de contrapeso y lo eligió luego como su vicepresidente en el 2003. Néstor y Cristina Fernández, su esposa, tuvieron con Scioli una relación dual: reprobaron su anticastrismo epidérmico, su preferencia por Estados Unidos, sus modos elusivos. Pero, al mismo tiempo, el matrimonio siempre lo consideró parte del espacio político que había inaugurado. En medio de esas contradicciones gobernó en dos oportunidades la provincia de Buenos Aires.

INCLINADO A LA FARÁNDULA

Su discurso de “mano dura” a la delincuencia, la timidez de su política impositiva a las grandes fortunas, sus preferencias culturales, más inclinadas hacia la farándula, lo situaron como una constante en el margen derecho del kirchnerismo. En el 2013 estuvo a punto de romper con la presidenta e irse a formar una entente opositora con Sergio Massa, un exministro de CFK y el mismísimo Macri. El “tripartito” nació muerto y él decidió no sacar los pies del plato.

A falta de opciones, Cristina lo ungió candidato. Scioli, que había sido el favorito, según las encuestas, llegó a la segunda vuelta en el rol de desafiante que busca el milagro. La encrucijada electoral lo ha forzado a un discurso  por momentos progresista. Defiende los derechos humanos y el papel del Estado. Se ha tomado fotos con Lula, Evo Morales, Michelle Bachelet e, incluso, Raúl Castro. Le ha tocado la peor parte en esta contienda: definirse.

MAURICIO MACRI, EL HOMBRE QUE PREFIRIÓ SER ANTES QUE TENERLO TODO

Dice que no quiso ser solo el gran heredero sino ir más allá del mandato familiar. Nieto del cartero romano Giorgio Macri, hijo de Francesco Franco, un obrero que llegó a Argentina en 1949 sin un duro, Mauricio, como le gusta que lo llamen, se ha propuesto reescribir la historia de un linaje en constante ascenso. Nació en 1959. Cuando entró a las aulas del Cardenal Newman, una de las escuelas más selectas de este país, su padre había dejado de ser un asalariado: edificaba un imperio de la construcción que debía quedar a su nombre: SOCMA.

A Mauricio le ha costado despegarse de la sombra de Franco, quien, según Gabriela Cerruti, biógrafa del líder de Cambiemos, manejó durante años por igual “hilos del poder en Argentina y en Italia”. Don Franco, se lee en 'El Pibe', sentó a su mesa militares, cardenales, jueces y presidentes, ganó fortunas en contratos con los estados, de izquierda o derecha. “Y también con Licio Gelli, la logia P2 y la Cosa Nostra italiana”. Y junto al padre, estaba el hijo.

Cerruti asegura no obstante que los rasgos del candidato presidencial no son los de su Franco: no es autoritario ni prepotente. Mauricio se parece más a su madre, Alicia Blanco Villegas, que viene de las “buenas familias” argentinas. Pero a los 23 años, el padre sufrió un infarto y lo conminó a hacerse cargo de SOCMA. Le exigía más más que a nadie y también lo menospreciaba: nunca imaginó que el primogénito podía llegar tan lejos. Cuando Argentina recuperó sus instituciones democráticas, Mauricio se inició políticamente en la derecha más rancia. Pero los negocios lo retuvieron. En los años 90 fue procesado por contrabando de piezas de autómovil. No ocurrió nada. ¿Qué tribunal se iba a atrever con un Macri en plena fiesta neoliberal?

Estuvo secuestrado 20 días y lo liberó un policía de dudosos pergaminos democráticos. Y cuando se cansó de las peleas con Franco se propuso cumplir su primer sueño: ser presidente del Boca Juniors. Con el equipo de fútbol más popular de Argentina consiguió 17 títulos en ocho años de administración. Mauricio redujo desde entonces la distancia entre fútbol y política. Cada vez que gritaba un gol pensaba en un objetivo superior. En el 2003 dejó el Boca y disputó la alcaldía capitalina. Fue derrotado en una segunda vuelta. Cuatro años más tarde, la ganó de manera inapelable y fue reelegido en el 2011.

DISCURSO ADECUADO A LAS EMOCIONES

Propuesta Republicana (PRO) fue el instrumento con el que Macri se convirtió en un político de insospechada gravitación. No solo su padre lo subestimaba. Y él, contra todo pronóstico, armó el primer gran partido de derecha democrática. De la ciudad de Buenos Aires salió a disputar el territorio nacional. De la clase media acomodada se dirigió a los barrios humildes. Fue adecuando su discurso a las emociones de la sociedad. Si en el 2013 se oponía a las nacionalizaciones, en la campaña electoral giró sobre sus pasos sin rubores. Días atrás opinó que el kirchnerismo había instituido demasiados feriados (fin de semana puente). La frase cayó mal y dio marcha atrás.

“Si una promesa sobre reducir la cantidad de feriados puede ser desandada en cuestión de horas, lo mismo cabe para temas un poco más serios como la devaluación, las nacionalizaciones/privatizaciones, la negociación con los 'holdouts' (buitres) y las tarifas de los servicios públicos”, señaló Sebastian Lacunza, director de 'The Buenos Aires Herald'. Lo que Macri diga no parece ser relevante. Importa lo que hace, lo que haga. Porque Macri, el heredero de SOCMA, dice haber aprendido la diferencia entre tenerlo casi todo y “ser”. Y por eso, eligió lo último.