Refugiados en el limbo

El dilatado periodo de espera del proceso de solicitud de asilo en Grecia deja a miles de personas cruzadas de brazos durante meses

JAVIER TRIANA / QUÍOS (GRECIA)

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Abróchese el cinturón, coloque su asiento en la incómoda posición vertical y prepárese para despegar: acaba usted de empezar su proceso de solicitud de asilo. Se encuentra flotando en un limbo, rodeado de gente desconocida, recibiendo comida de vez en cuando, con el riesgo real de caer quién sabe dónde y sin más entretenimiento que quedarse allí sentado esperando un destino que no está en sus manos. Por la ventanilla ve, a lo lejos, un mundo fabuloso, pero aquello le queda a usted muy lejos. Salvando todas las distancias posibles, un vuelo en avión de meses de duración se asemeja bastante al proceso interminable de petición de asilo para los miles de refugiados e inmigrantes que se encuentran atrapados en las islas griegas del Egeo septentrionalatrapados  islas griegasEgeo septentrional.

De ahí que el centro de detención de Vial, en la isla de Quíos, tenga un campo de fútbol sala de césped artificial en el que pasar las horas y desfogarse al menos dando unas patadas. La alternativa la da Amir Nazari, un afgano en la veintena, a quien sus compañeros de barracón han despertado a media tarde para que hable con los visitantes, ya que es quien más inglés domina del grupo: “¿Que cómo me entretengo? Me paso el día durmiendo”, confiesa el joven, con unos mechones rubios en su pelo moreno. Su amigo Baher presenta barba 'hipster' y pelo teñido también. En este campamento, al igual que en el de Souda (en la capital de la isla), jugar con el propio pelo se ha convertido en un entretenimiento más, dado el festival de bostezos generalizado.

OCHO MESES DE ESPERA

Charlar, fumar o lanzar piedras al mar son otras actividades alternativas cuando tu entrevista para la solicitud de asilo ha tardado mínimo ocho meses en llegar, según los casos documentados por este diario. Los refugiados más espabilados, inquietos y con más dominio de idiomas, tratan de ayudar a los cooperantes y se ofrecen como intérpretes o mediadores.

Es el caso de Omar, un kurdo-sirio de Deir-Ezzor que siempre parece de buen humor. Durante una conversación con él, otros de sus amigos, que se han subido al castillo aledaño a Souda, empiezan a lanzar piedras hacia el campamento, motivados por la falta de pasatiempos, según Omar. “Aquí la gente buena se vuelve mala. Muchos piensan que van a ser devueltos a Turquía [bajo el acuerdo entre Bruselas y Ankara], así que van por ahí y roban cosas. Y les da igual porque piensan que, si van a volver a Turquía, qué más les da”, explica.

CONSUMO DE ALCOHOL

Varios refugiados consultados apuntan a los varones jóvenes de procedencia magrebí como responsables de introducir el alcohol en los campamentos. No son los únicos. Dawud Amini, un excomandante del Ejército afgano de 47 años y que se ha erigido en uno de los líderes del campamento de Elliniko (en Atenas), relata cómo algunos jóvenes compatriotas residentes allí abusan del alcohol por las noches “y molestan a las mujeres cuando estas van al baño”. Su mediación no ha logrado mejorar la situación y en julio ya se registró una muerte por una pelea. “Beben porque no tienen nada mejor que hacer –añade Amini– . Pero aquí hay un señor que se bebe un cubo de alcohol cada día y no molesta a nadie”.

El responsable en Quíos de la oenegé Save The ChildrenJonathan Eccles, asegura que han detectado actitudes agresivas y desafiantes propias de un adulto en niños de 8 años, ya que la vida en el campamento es dura y las posibilidades de educación, escasas.

Por su parte, Obodimi, un nigeriano de 28 años, explica que los ocho meses que lleva en el campamento de Vial los ha pasado sentado, paseando y charlando. “No hay nada que hacer, ni siquiera libros que leer...” Para tratar de solucionar ese problema, la española Isabel Leguina inició 'Books for Oinofyta and Ristona', un proyecto que ha servido para abrir dos bibliotecas y enviar libros a esos dos campamentos cercanos a Atenas.