GUERRA EN ORIENTE PRÓXIMO

¿Cortina de humo saudí?

RAMON LOBO

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Aún no sabemos si es un giro radical de política o un intento de escapar de la quema. Arabia Saudí ha anunciado la formación de una alianza de 34 países islámicos para luchar contra el terrorismo yihadista; no solo el Daesh, sino contra cualquier organización musulmana que se dedique al terror. Parece una buena noticia, pero suena rara al proceder de un país que ha financiado, y tal vez financia, directa o indirectamente, a numerosas organizaciones radicales que siguen la senda del wahabismo, la versión saudí del islam, una de las más rigoristas.

Cuando Daesh conquistó Raqqa, su capital en el norte de Siria, empleó en el primer año los libros de texto saudís porque no hay diferencias ideológicas de fondo; todos se mueven en la misma nebulosa yihadí. Desde el estallido de las primaveras árabes, Arabia Saudí ha construido en estos países 300 mezquitas y dos hospitales. Sus prioridades están claras.

El Gobierno de Riad ayudó en la creación y crecimiento de Daesh, así como en el suministro de armas, al creer que la caída de Bashar el Asad era inminente. Arabia Saudí es el primer comprador de armamento del mundo. España les vendió material por valor de 725 millones de euros entre 2003 y 2014, es decir con los Gobiernos de AznarZapatero y Rajoy. Parte de esos suministros han acabado en Siria después de que su primavera derivara en guerra civil.

DESTACADAS AUSENCIAS

La supuesta coalición liderada por Arabia Saudí contra el terrorismo islámico tendrá su sede en Riad. Entre los países que la componen se encuentra la manifiestamente inútil Liga Árabe y un número de estados africanos. No está Catar, su principal rival en los mercados y en la diplomacia y también en Siria, donde ha ayudado al Frente Al Nusra, pro-Al Qaeda, y otras organizaciones salafistas. Catar coquetea con Irán, el gran enemigo saudí, con quien comparte una gigantesca bolsa de gas. En la lista no hay países chiís: ni Irán ni Irak.

Turquía juega en Siria en el mismo bando de Arabia Saudí. Su enemigo común es el régimen de Asad que pertenece a la minoría alauí (una secta chií). El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, se ha convertido en un dolor de cabeza para EEUU y Rusia, que tratan de ponerse de acuerdo en lo que van a bombardear y evitar incidentes potencialmente peligrosos. Aun les separa lo esencial: a quién beneficiar. Para Moscú Asad es la opción a corto plazo.

Putin defiende sobre todo su estratégica base en Tartus, única instalación naval rusa en mar abierto. Obama no desea dar la pirueta de apoyar a Asad tras haberlo combatido durante cuatro años. Alemania también rechaza al dictador sirio, Francia parece más flexible tras los ataques de París y el Reino Unido está en la línea de Washington. El objetivo es formar una alianza entre un régimen sin Asad y la oposición menos radical. La cumbre de Viena encargó a Jordania seleccionar los grupos más aceptables. Riad presiona a Ammán para meter en la lista a Ahrar al-Sham (Movimiento Islámico de los Hombres Libres del Levante). Mal asunto.

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Turquía juega a torpedear la alianza anti-Daesh en espera de reforzar su posición regional; quizá sea ese el motivo del derribo del bombardero ruso. Moscú acusa a Ankara de lucrarse con el petróleo de contrabando de Daesh que fluye a través de su frontera con Siria, además de permitir la entrada de miles de combatientes extranjeros. La última jugada de Erdogan ha sido tomar posiciones en el norte de Irak, cerca de Mosul, pese las quejas de Washington y Bagdad. La reciente conquista kurda, con apoyo aéreo estadounidense, de Sinjar es parte de un plan para recuperar Mosul y Ankara quiere tener parte del botín.

El movimiento saudí es diplomático y preventivo: trata de contrarrestar las criticas por sus vínculos con grupos radicales, y presentarse como el nuevo baluarte en la lucha contra el terrorismo yihadista. En EEUU crece el sentimiento antisaudí, también crecen las peticiones de revisar una amistad que consideran peligrosa para sus intereses.

Serán los hechos y el tiempo los que determinen si hay un verdadero cambio de política. Riad puede contribuir a la derrota del Estado Islámico si acaba con los suministros de armas y de dinero a través de las mezquitas. El tiempo dirá si se trata de una cortina de humo, una distracción para encandilar a un Occidente que no tiene ni idea de qué hace en Siria e Irak. De momento, tenemos un anuncio de voluntades sin plan ni objetivos. Tampoco hay fuerzas armadas conjuntas comprometidas ni coordinación militar, policial y de servicios secretos; tampoco presupuestos… De momento: solo propaganda.