Fillon pone la directa hacia el Elíseo con un programa ultraconservador

François Fillon.

François Fillon. / Gonzalo Fuentes

EVA CANTÓN / PARÍS

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François Fillon ha desbaratado los pronósticos que le situaban como ‘el tercer hombre’ en las primarias organizadas por la derecha francesa para elegir a su candidato en las elecciones presidenciales de la próxima primavera. Con unos postulados de derecha extrema en lo moral y ultraliberal en lo económico ha logrado atraerse a un electorado conservador y católico que parece despejarle el camino hacia el Elíseo.

El exprimer ministro no solo ha apeado de la carrera al expresidente Nicolas Sarkozy, sino que parte en situación de ventaja en la segunda vuelta de las primarias que tendrán lugar el 27 de noviembre. Fillon logró el domingo el 44% de los votos frente al 28% que cosechó Alain Juppé, el exprimer ministro y actual alcalde de Burdeos que partía como gran favorito.

Fillon, de 62 años, diputado por París y gran amante de la Fórmula 1, ha recogido en la recta final de la campaña los frutos de un trabajo minucioso que comenzó a preparar en el 2013, un año después de las guerras intestinas desatadas en su familia política tras la derrota de Nicolas Sarkozy frente al socialista François Hollande.

Durante los cinco años que ocupó el palacio de Matignon (2007-2012), Fillon soportó estoicamente los continuos menosprecios de Sarkozy, quien en privado solía referirse a él como “un pobre tipo”. De ahí que los medios galos interpreten su triunfo como “la revancha del colaborador”.

Detrás de esa imagen de hombre corriente y carácter templado, los franceses han visto emerger a un político que asume sin complejos los postulados de la derecha clásica y hace bandera de la “ruptura” para reformar un país con una notable resistencia al cambio.

CURA DE AUSTERIDAD

Fillon defiende una cura de austeridad de corte neoliberal e inspiración thacheriana para adaptar el modelo social francés a las exigencias de la globalización. Plantea recortar el gasto público en 110.000 millones de euros, aumentar en tres horas la actual jornada laboral de 35 horas, eliminar 500.000 puestos de funcionarios y situar en los 65 años la edad legal de la jubilación que ahora es de 62 años. Un programa coherente con el análisis que hizo en el 2007 poco después de llegar a la jefatura del Ejecutivo. "Un Estado en situación de bancarrota", dijo.

Fillon se ha atraído con sus propuestas a la clase empresarial, pero su espectacular remontada se debe también al apoyo de la conservadora burguesía de provincias y del electorado católico. Ha prometido situar a la familia en el “corazón de las políticas públicas” y revisar el derecho de adopción de las parejas homosexuales.

Por lo que respecta a la seguridad, su programa recupera la propuesta de François Hollande que nunca vio la luz para retirar la nacionalidad a los condenados por terrorismo, y aumentar el presupuesto de Defensa en 10.000 millones de euros.

Endurecer las condiciones de reagrupación para los inmigrantes, establecer cuotas de entrada en el país o retirar las ayudas sociales a quienes lleven menos de dos años en Francia figuran igualmente entre sus propuestas.

BUENAS RELACIONES CON PUTIN

En materia educativa, su gran proyecto es “reescribir los programas de Historia para que sean concebidos como un relato nacional” y los alumnos “vuelvan a tener confianza en la patria”, un planteamiento que inquieta a los historiadores.

En el ámbito internacional,  sus buenas relaciones con Vladimir Putin le convierten en un buen aliado del Kremlin. Fillon es partidario de contar con Rusia e Irán en la lucha contra el Estado Islámico  y no tendría problemas en sentarse a hablar con el presidente Bashar al Assad, a quien considera un interlocutor válido en el avispero sirio. Ideas que ha recogido en su último libro ‘Vencer al totalitarismo islámico’.

De llegar al Elíseo, Bruselas deberá prepararse para tener enfrente a una Francia celosa de su soberanía nacional partidaria de un ‘Schengen judicial’ que expulse del territorio europeo a los delincuentes con una condena firme.

Su autoridad sin estridencias y la preparación de los temas que demostró en los tres debates televisados durante la campaña le han convertido en el candidato de consenso que combina la firmeza de Sarkozy con la calma de Juppé, sin las estridencias del primero ni las pulsiones centristas del segundo.