PRIMERA REUNIÓN EN DOS AÑOS

Las dos Coreas sellan la paz olímpica

Adrián Foncillas

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Corea del Sur ya se prepara para la nutrida delegación del norte que honrará sus Juegos Olímpicos de febrero. La decisión se confirmó este martes durante la primera reunión oficial entre Seúl y Pionyang en más de dos años. La cuestión olímpica era solo logística, la sustancia estaba en la foto de una mesa a la que se sentaron los representantes de una nación de hermanos que no se ha sacudido las estructuras de la guerra fría.

La ausencia de conversaciones desde que Seúl perdiera la paciencia con el cuarto ensayo nuclear norcoreano en el 2015 había disparado la expectación. El convoy norcoreano arribó al pueblo de Panmunjon, enclavado en la franja militarizada de la frontera, y pasó a la orilla surcoreana. Las delegaciones de cinco hombres fueron lideradas por Cho Myung-gyon, ministro de Unificación surcoreano, y Ri Son-gwon, encargado de las relaciones con el sur. Todos se estrecharon las manos con mandíbulas relajadas y francas sonrisas. “Demos a la gente un precioso regalo de Año Nuevo”, pidió Ri. “El pueblo tiene un poderoso deseo de que el norte y el sur se muevan hacia la paz y la reconciliación”, contestó Cho.

Delegación completa

Apenas dos deportistas norcoreanos participarán en los Juegos, pero no se sentirán solos. La delegación estará completada por funcionarios, animadoras, artistas, observadores y periodistas. No se descarta que acuda Kim Yo-jong, hermana del líder y con poder creciente. Es probable que sean alojados en un barco anclado a una hora de la sede olímpica para que puedan ser controlados. El deshielo no es suficiente aún para que Seúl deje campar por sus calles a decenas de norcoreanos.

Seúl aprovechó para colar otras sugerencias. Ha trascendido que Pionyang reactivará la línea telefónica entre los altos mandos militares para aliviar las tensiones y evitar que un incidente crezca hasta lo incontrolable. También se sabe su negativa radical a negociar la desnuclearización de la península. Ambas decisiones eran esperadas. En el comunicado conjunto no se aclara su respuesta a otras peticiones ajenas al orden del día: la reanudación en febrero de los encuentros de los familiares separados en la guerra y el desfile conjunto en las ceremonias de apertura y clausura de los Juegos. La última tiene una marcada simbología porque solo lo hicieron durante el periodo de acercamiento o 'sunshine policy' de las presidencias progresistas surcoreanas (1998-2008) que permitieron una década extrañamente relajada en la península.

Recelo de Washington

Las conversaciones fueron rápidamente aplaudidas por Moscú Pekín. Desde Estados Unidos, en cambio, muchos las ven con recelo porque rompen el eje con Seúl y la desdeñan como una maniobra dilatoria de Pionyang. “Moon Jae-in [presidente surcoreano] parece tener una relación razonable con Trump y creo que Estados Unidos y Corea del Sur comparten el convencimiento de que las sanciones deben seguir. Así que el asunto real es si este diálogo sobre temas olímpicos se mueve hacia otros más amplios como las armas nucleares”, señala Stephan Haggard, autor de varios libros sobre Corea del Norte.

El diálogo no nace en la presión estadounidense por más groseras atribuciones del mérito que encadene Trump, sino en la admirable paciencia de Moon. El presidente ha adoptado como misión vital la normalización de las relaciones sin importarle cuántas bofetadas reciba del norte o críticas por tibio de su electorado o de Washington. Las próximas semanas medirán de nuevo su temple en un proceso que, estando Corea del Norte por medio, puede descarrilar en cualquier momento.