CRÓNICA DESDE ROMA

Recibos contra la evasión

Detalle de un recibo.

Detalle de un recibo.

ROSSEND Domènech

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Si uno come en un restaurante, pizzería o bar de Italia, por turista que sea, la cuenta final tienen que dársela escrita en un recibo que en algún lugar lleve la inscripciónricevuta fiscaleseguida por unas letras y números semejantes a las matrículas de los coches. Si uno toma un café, cerveza o cualquier otra bebida en un bar, la cuenta debe consistir en un resguardo, comprobante o recibo, emitido por la caja del local, en el que consten la razón social del establecimiento, el IVA, la lista especificada de qué se ha consumido, los importes parciales y el total. Lo mismo si se compra un kilo de tomates o una barra de pan.

En todos los casos, si no hayricevutao resguardo de caja, el titular comete una evasión de impuestos, perseguida por la ley. Y los inspectores le pueden asaltar a la salida de los establecimientos. Dos menores que habían comprado unos simples helados fueron amonestados por los inspectores de Hacienda, disfrazados de bañistas, en una piscina pública de Bresanone (Tirol), porque no llevaban el recibo. En Génova dos panaderías fueron multadas por haber vendido a dos clientes pan, por cuatro y cinco euros respectivamente, sin haber emitido el comprobante de caja. Comprobante que, al teclear el importe, se imprime en doble copia, una para el cliente y otra para el fisco.

Para recuperar una parte de los 200.000 millones de evasión anual, el fisco italiano recurre a todas las armas. Y esta es una de ellas. Los taxis, que también debían emitir unaricevuta, pero fueron exonerados por el Gobierno conservador después de haberlo prometido en campaña electoral. El colectivo declara oficialmente de media poco más de 1.500 euros al mes, pero el comprobante fiscal obligatorio arrojaba importes mayores. En varios restaurantes del centro de Roma, frecuentados generalmente por turistas, el camarero suele avisar desde el principio a la caja de que en la tal o cual mesa hay forasteros, de manera que, al final, les pasan como factura una cuenta en otro tipo de papel.

Cuando salió la ley del recibo fiscal obligatorio, numerosastrattoriecerraron las puertas. «Si encima tenemos que pagar los impuestos, no sobreviviremos», justificaron los titulares. Si a la salida de un restaurante no se llevaba el famoso recibo, la multa era tanto para el cliente como para el titular del local. Algunos restaurantes caros de Nápoles, se sacaron entonces de la manga una idea genial: cuando los clientes terminaban de comer, el camarero les entregaba una cuenta escrita en un simple papel… pero les brindaba la compañía de un señor durante unos metros de calle. Se le llamó «acompañante fiscal», porque en el bolsillo llevaba un recibo correcto que presentaba en caso de inspección callejera.

Al pedir la cuenta, algunos locales dan un prerecibo, que se convertirá en fiscal después de ser pagado, lo que sucede raramente porque, al no saberlo, los clientes ya se han ido. Por eso no debe sorprender que en una tienda insistan para que el cliente se lleve el comprobante, o que en un bar al vecino de barra no le den el recibo y al forastero sí. El primero es un habitual y el segundo, desconocido, podría ser un inspector.