Quedarse o salir

MARTA LÓPEZ

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La relación entre el Reino Unido y el resto de socios europeos siempre se ha movido por caminos tortuosos. Desde que Margaret Thatcher se plantara con aquella frase de ''I want my money back' y consiguiera el llamado 'cheque británico' –la devolución de una parte de su contribución a las finanzas europeas– hasta que el pulso de John Major en la cumbre de Maastricht le llevara a obtener la claúsula de excepción 'opting out' –por la que el Reino Unido no estaba obligado a entrar en la tercera fase de la unión económica y monetaria–, la realidad es que a Londres se le han ido confeccionando sucesivamente distintos trajes a medida que le han dejado al margen del euro, de Schengen y de algunos capítulos de la carta social europea. 

El resultado de este eterno tira y afloja ha sido una relación 'sui generis' y excepcional que David Cameron pretende ahora inmortalizar. El dirigente conservador británico llega a Bruselas con el objetivo de redefinir el nuevo marco de la relación entre su país y la UE, de firmar un contrato que consagre de una vez por todas el estatus especial para el Reino Unido en la UE. Y solo si es así el primer ministro conservador hará campaña en el referéndum a favor de la permanencia en el club europeo, que es su deseo, no hay que olvidarlo. No son tiempos de acuerdos a medias. Es la hora del stay or leave.  De quedarseo salir.

Cimientos en juego

Muchas voces se han levantado en contra de un acuerdo que al poner límites a la libertad de movimiento de los trabajadores europeos y eximir al Reino Unido de una mayor integración política en la UE socava los cimientos del proyecto europeo. Pero son muchos años ya los que estos cimientos llevan soportando turbulencias y adecuándose a todas ellas.

 A lo que no se ha enfrentado todavía Europa es al abandono voluntario de uno de sus estados miembros, claúsula que prevé el Tratado de Lisboa. Un estado que además es un socio político de primer orden, el tercer contribuyente neto de la UE -por detrás de Alemania y Francia-  y el pilar de la relación trasatlántica.     

Adecuarse a las exigencias de Londres no es gratis. Pero el precio que tendría para Europa un abandono del Reino Unido no se puede calcular.  Porque eso sí sería un fracaso del modelo de integración que hemos defendido hasta ahora. ¿Nos lo podemos permitir?